Capitulo 7

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Había llegado a un lugar nuevo: un inmenso y deslumbrante jardín de césped verde y brillante. Flores de todo tipo llenaban el espacio, impregnando el aire con un dulce aroma, mientras mariposas revoloteaban a su alrededor, posándose delicadamente sobre las impresionantes esculturas que adornaban el lugar. Era como un paraíso terrenal, un rincón de ensueño perdido en el tiempo.

Pero, ¿cómo había llegado hasta allí? Solo recordaba haber caído por un precipicio, la sensación de vacío y el vértigo en el estómago, y luego... despertar en medio de ese jardín espléndido. Mil preguntas cruzaron mi mente: ¿Estaba muerta? ¿Había finalmente llegado al cielo? Sin embargo, esa idea parecía demasiado buena para ser cierta. Una parte de mí sabía que, de alguna manera, aún estaba atrapada en ese mundo tan asqueroso y cruel del que había intentado escapar.

Me giré, y mis ojos se posaron en una majestuosa escalera, larga y amplia, que descendía hacia un inmenso laberinto que se extendía hacia el horizonte, perdiéndose en la distancia. El laberinto, con sus altos muros de arbustos frondosos, parecía un reto y una trampa al mismo tiempo, atrayendo y repeliendo en partes iguales.

De repente, una mariposa se posó suavemente en mi mano. Era asombrosamente bella, con largas alas negras y brillantes que reflejaban la luz de una manera casi mágica. Revoloteó frente a mí por unos instantes, como si quisiera que la observara, y luego alzó el vuelo en dirección al laberinto. Sin pensarlo dos veces, la seguí, bajando las escaleras mientras intentaba no perderla de vista.

Al llegar a la entrada del gran laberinto de arbustos gigantes, me detuve por un momento, indecisa. El sendero que se abría ante mí era oscuro y serpenteante, lleno de posibles peligros y misterios. ¿Debería seguir adelante? La mariposa, sin embargo, se adentró en el laberinto sin titubeos, desapareciendo rápidamente entre las altas paredes de follaje. Finalmente, con un suspiro de resignación, decidí seguirla. Algo en mi interior me decía que ese insecto brillante era mi única guía en ese extraño lugar.

Caminé durante lo que pareció una eternidad, perdiéndome en los intrincados caminos del laberinto. A cada paso, el follaje parecía cerrarse un poco más a mi alrededor, pero la mariposa siempre encontraba un espacio por donde seguir volando, y yo no dejaba de seguirla. Hasta que, de repente, el estrecho camino se abrió y me encontré en otro jardín, más pequeño, pero igualmente hermoso.

Esta vez, sin embargo, no estaba sola. Un coro de voces alegres resonó en el aire, gritando al unísono: "¡Hazlo! ¡Hazlo! ¡Hazlo!" Las voces parecían provenir de todas partes, llenando el espacio con una energía frenética y contagiosa. La mariposa se había desvanecido, y en su lugar, me encontré rodeada de figuras desconocidas que se movían y reían con una euforia desbordante.

Había dos niñas idénticas, claramente gemelas, vestidas con esponjados y ostentosos vestidos blancos. Sus cabellos cortos y blancos contrastaban con sus ojos grandes y de un color rosa inquietante, que resaltaban en sus pequeñas caras. Junto a ellas, un lobo de pelaje negro, vestido con un traje aristocrático, un sombrero de copa, y un monóculo en un ojo, completaba la extraña escena. Para añadir más a la bizarra imagen, había un esqueleto que, con un sombrero de cumpleaños en la cabeza, tocaba un tambor sin ritmo mientras bailaba sin parar. Y por último, un hombre viejo y extraño, vestido únicamente con un overol blanco manchado de pintura, una larga barba blanca y completamente calvo, cerraba el círculo de personajes.

Parecían estar jugando al boliche, aunque lo que usaban para jugar era todo menos común. En lugar de los tradicionales pinos de bolos, había cabezas calvas apoyadas en el suelo, aún chorreando sangre. Lo único normal en aquella escena perturbadora era la bola de boliche que sostenía el anciano de larga barba. Con una sonrisa torcida, lanzó la bola, que rodó por el césped hasta chocar violentamente contra las cabezas, destrozándolas y salpicando todo de sangre. Los presentes celebraron el excelente tiro con entusiasmo.

Don't be cryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora