Encuentros Accidentales

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Esmeralda García, una joven de diecisiete años, llevaba una vida modesta en un barrio humilde de la ciudad. De cabello castaño oscuro que le caía en ondas suaves sobre los hombros y ojos color avellana llenos de determinación, Esmeralda trabajaba medio tiempo en una cafetería para ayudar a su madre y a su hermano menor. Aunque su vida estaba llena de responsabilidades, soñaba con un futuro mejor.

Una tarde lluviosa, mientras regresaba a casa después del trabajo, el destino le jugó una mala pasada. Al intentar evitar un charco, tropezó y cayó al suelo mojado. Antes de que pudiera levantarse, una mano firme la ayudó.

—¿Estás bien? —preguntó una voz masculina.

Esmeralda levantó la vista y se encontró con unos ojos verdes intensos que la miraban con preocupación. El chico que la había ayudado era alto y atlético, con cabello negro y una sonrisa encantadora.

—Sí, gracias —respondió Esmeralda, un poco avergonzada—. Solo fue un resbalón.

—Soy Derek —dijo el chico, extendiendo la mano.

—Esmeralda —respondió ella, estrechando su mano.

Desde ese día, Derek y Esmeralda comenzaron a hablar cada vez que se encontraban en el barrio. Derek siempre tenía una sonrisa para ella y, poco a poco, Esmeralda se sintió atraída por su amabilidad y encanto. Aunque Derek era reservado sobre su vida personal, Esmeralda no podía evitar sentir que había algo misterioso en él.

Durante los siguientes días, se toparon varias veces en el vecindario. En cada encuentro, Derek parecía estar siempre dispuesto a ayudar. Un día, cuando el viento arrancó una de las bolsas de compras de Esmeralda, Derek apareció de repente para recoger las manzanas que rodaban por la acera. En otra ocasión, cuando su bicicleta se descompuso, Derek se ofreció a arreglarla.

Esmeralda se sentía cada vez más intrigada por Derek. Sus conversaciones se volvieron más profundas. Hablaban de sus sueños y aspiraciones, de sus familias y sus miedos. Derek escuchaba con atención, siempre con una mirada de interés genuino.

—A veces me siento atrapada aquí —confesó Esmeralda una tarde, mientras paseaban por el parque—. Quiero estudiar, ver el mundo, hacer algo más con mi vida.

—Lo harás —respondió Derek con convicción—. Tienes la determinación para hacerlo, Esmeralda. Solo necesitas una oportunidad.

Una tarde, después de semanas de encuentros fortuitos y conversaciones interminables, Derek la invitó a tomar un café en un pequeño y acogedor café del barrio. Mientras se sentaban junto a la ventana, el sonido de la lluvia golpeando el cristal creaba un ambiente íntimo y relajado.

—Esmeralda, he disfrutado mucho nuestras charlas —dijo Derek, mirando fijamente su taza de café—. Quiero que sepas que me importas mucho.

—Yo también he disfrutado pasar tiempo contigo, Derek —respondió ella con una sonrisa—. Eres diferente a cualquier persona que haya conocido.

Derek sonrió, pero había una sombra en sus ojos. Esmeralda notó que había algo que él no le estaba contando. Antes de que pudiera preguntar, Derek cambió de tema.

—¿Qué te gustaría hacer este fin de semana? —preguntó—. Hay un festival en el parque, podríamos ir juntos.

—Suena genial —dijo Esmeralda, aunque su mente seguía dándole vueltas al misterio de Derek.

El festival fue una experiencia maravillosa. Pasearon entre los puestos de comida, probaron dulces tradicionales y se rieron de las actuaciones callejeras. Derek ganó un peluche en uno de los juegos y se lo regaló a Esmeralda, quien lo aceptó con una risa feliz.

Esa noche, mientras la acompañaba a casa, Derek se detuvo de repente.

—Esmeralda, hay algo que quiero decirte —dijo, tomando su mano—. Quiero que sepas más sobre mi vida, sobre mi familia. Es importante para mí que entiendas en qué estoy involucrado.

Esmeralda lo miró con sorpresa, pero asintió.

—Claro, Derek. Puedes confiar en mí.

Derek la miró con una mezcla de gratitud y preocupación.

—Entonces, ¿te gustaría venir a cenar mañana? —preguntó—. Mi familia estará encantada de conocerte.

Esmeralda aceptó con entusiasmo, sin imaginar lo que le esperaba.

Al día siguiente, mientras se preparaba para la cena, Esmeralda no podía evitar sentir una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Había algo en la manera en que Derek había hablado sobre su familia que la hacía sentir que esta reunión sería importante. Se puso su mejor vestido y salió de su casa, con el corazón latiendo con fuerza.

Derek la esperaba en la entrada de su casa, una impresionante mansión situada en las afueras de la ciudad. La recibió con una sonrisa cálida y la llevó adentro, donde fue recibida por una decoración lujosa que solo había visto en revistas. Mientras caminaban por los pasillos, Esmeralda notó las miradas furtivas de los empleados y comenzó a sentirse un poco más tensa.

Finalmente, llegaron al comedor, donde el padre de Derek, un hombre de apariencia imponente y mirada severa, ya estaba sentado. La presencia de los siete hermanos de Derek también llenaba la sala, todos diferentes pero igualmente impresionantes.

—Esmeralda, estos son mis hermanos: Leonardo, Sebastian, Luke, Mateo, James, Alex y Mark —dijo Derek, presentándolos uno por uno.

Leonardo, el mayor, tenía una presencia dominante. Su cabello corto y sus ojos oscuros le daban un aire intimidante. Mark, con su actitud arrogante y sonrisa sarcástica, no dejaba de mirarla con un interés particular. Luke, más relajado y con una sonrisa amable, parecía el más accesible. Mateo, con su semblante serio y ojos profundos, la observaba en silencio, mientras que James, con su carisma natural y cabello rubio, le dedicaba una sonrisa encantadora. Alex, con una mirada astuta y cabello castaño claro, parecía estar evaluándola, y Sebastian, el menor de los hermanos, tenía una energía juvenil y ojos llenos de curiosidad.

La cena comenzó de manera agradable, pero pronto Esmeralda notó las miradas furtivas y las conversaciones en susurros. Leonardo fue el primero en hablar abiertamente.

—Esmeralda, ¿sabes a qué se dedica nuestra familia? —preguntó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—No, no lo sé —respondió ella, sintiendo un nudo en el estómago.

—Somos empresarios —respondió Mark, pero su tono era sarcástico—. Aunque nuestra línea de trabajo es un poco… diferente.

Antes de que Esmeralda pudiera responder, Derek intervino.

—No es necesario que le digas nada, Leonardo —dijo con dureza—. Esmeralda es mi invitada.

La tensión en la sala era palpable. Esmeralda empezaba a entender que la familia de Derek estaba involucrada en algo oscuro, pero no podía imaginar la magnitud de sus actividades. Esa misma noche, mientras se despedía de Derek, él la llevó aparte.

—Quiero que sepas que no estoy de acuerdo con lo que hace mi familia —le dijo en voz baja—. Pero hay cosas que no puedo cambiar.

Esmeralda asintió, sin saber qué decir. Al llegar a casa, su mente estaba llena de preguntas y temores. Mientras se preparaba para dormir, las imágenes de la cena y las palabras de Derek se repetían en su mente. La vida de Esmeralda estaba a punto de cambiar de manera que nunca había imaginado, y las decisiones que tomara en los próximos días serían cruciales para su futuro.

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⏰ Última actualización: Aug 19 ⏰

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