El amanecer siempre traía consigo la promesa de un nuevo día en los campos de Valeria. Ariadne se levantaba con los primeros rayos de sol, su rutina marcada por el trabajo en la granja que compartía con su padre. El olor del heno fresco y el sonido de los animales despertando la rodeaban mientras se vestía con su ropa de faena, una simple blusa y una falda de algodón, prácticas y cómodas para las largas horas de trabajo.
"¿Lista para empezar, hija?" —le preguntó su padre, un hombre robusto de manos curtidas por el trabajo duro, con una sonrisa cálida que siempre la reconfortaba.
"Siempre lista, papá," respondió Ariadne, devolviéndole la sonrisa mientras tomaba un balde para ordeñar a las vacas. La vida en la granja era todo lo que conocía, y aunque sencilla, la llenaba de satisfacción. Cada día era un ciclo de cuidado y dedicación, y aunque a veces se preguntaba cómo sería la vida fuera de Valeria, nunca había sentido el impulso real de abandonar su hogar.
"Hoy parece que será un día caluroso," comentó su padre mientras ambos trabajaban en silencio, el sonido rítmico de la leche cayendo en el balde llenando el aire.
"Sí, pero eso significa que las cosechas estarán bien," dijo Ariadne, siempre optimista. "Quizás deberíamos ir al mercado esta tarde, vender algo de lo que tenemos."
"Buena idea," asintió su padre. "Podríamos tomar el camino cerca del castillo. Hace tiempo que no pasamos por allí."
El castillo de Rithenor, aunque imponente y majestuoso, era un lugar que Ariadne solo había visto de lejos. La vida de la realeza era tan ajena a la suya que ni siquiera se molestaba en imaginar lo que ocurría dentro de esos muros. Pero aquel día, el destino tenía otros planes.
Después de la mañana de trabajo, y con el calor del sol en lo alto, Ariadne y su padre emprendieron el camino hacia el mercado. Mientras cruzaban los senderos cerca del castillo, algo en el ambiente parecía diferente. Una tensión flotaba en el aire, y Ariadne, con su aguda percepción, lo notó de inmediato.
"Papá, sigue adelante. Quiero echar un vistazo rápido a esos árboles cerca del castillo," dijo, sintiendo una curiosidad que no podía explicar.
"Está bien, pero no te demores," respondió su padre, dándole una palmada en el hombro antes de seguir su camino.
Ariadne se acercó al límite del bosque, donde las sombras de los altos árboles la envolvieron en un frescor agradable. Mientras caminaba entre los árboles, sus oídos captaron una conversación en susurros que provenía del otro lado de los muros del castillo.
"Es inaudito... la princesa ha desaparecido, justo antes de su coronación," dijo una voz masculina, preocupada y agitada.
"Si el reino vecino se entera, será un desastre," respondió otra voz, más calmada pero igualmente tensa. "El Rey está desesperado... necesitamos encontrar una solución, y rápido."
Ariadne se quedó congelada en su lugar, su corazón latiendo con fuerza. La princesa desaparecida... ¿cómo podía ser? Era un escándalo que podría desatar el caos en todo el reino.
Antes de que pudiera alejarse, una mano firme se posó sobre su hombro. Ariadne giró rápidamente, su rostro palideciendo al ver a un guardia real, su mirada fija en la de ella con una mezcla de asombro y confusión.
"¡La princesa!" exclamó el guardia, sus ojos recorriendo el rostro de Ariadne. "¿Cómo ha llegado hasta aquí?"
"No, no soy—" Ariadne intentó explicarse, pero su voz se quedó atrapada en su garganta mientras otros guardias se acercaban, rodeándola.
"Debemos llevarla al castillo de inmediato," dijo uno de los guardias, ignorando las protestas de Ariadne. "El Rey debe ser informado."
Ariadne fue arrastrada, sus pies apenas tocando el suelo mientras la llevaban hacia las imponentes puertas del castillo. El miedo se apoderaba de ella, pero también una extraña sensación de inevitabilidad. Mientras cruzaba los muros del castillo que hasta entonces solo había visto desde la distancia, comprendió que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
El destino, con su mano invisible, ya había decidido su camino, y Ariadne, una simple granjera, se encontraba ahora al borde de una encrucijada que nunca habría imaginado.
ESTÁS LEYENDO
Un Intercambio Real
RomanceCuando la princesa del reino desaparece, Ariadne, una humilde campesina, es reclutada para hacerse pasar por ella, y evitar el caos, pero cuando la princesa es encontrada y ella revela su amor por el principe que está prometido con la princesa, desc...