46| Inseguridades

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Haley

—¿Estás seguro de que funcionará? —Mamá tenía el cuerpo tenso y su mirada estaba turbada por la consternación—. Quiero decir... el chico es peligroso, podría intentar algo contra ella.

—Leah tiene razón—intervino papá y se detuvo a su lado—. Si fue él quien planeó esto para lastimarla...

—No fue él. —La voz de Daxen reverberó en la estancia y cinco pares de ojos lo escrutaron.

—Esa es una declaración peligrosa. —Damen apoyó su espalda en la silla y jugó con un pequeño artefacto entre sus manos—. ¿Te importaría explicarnos cómo lo sabes?

La expresión de mi novio se tensó, su boca una fina línea y sus hombros rígidos, como si estuviera a la defensiva, pero no flaqueó.

—Conozco a Ian. No se expondría de esa manera. Es estúpido, pero no tanto para no pensar en las consecuencias.

—¿Y cuáles son las consecuencias, según tú? —inquirió mi tío. Un escalofrío me recorrió la espalda por la forma en que cuestionó a Dax.

Éramos familia, nunca me haría daño, pero eso no significaba que no sintiera cierto temor hacia él. Había un aura oscura y amenazadora rodeándolo todo el tiempo, el tipo de persona que preferías evitar porque todas tus alarmas saltaban y gritaban lo mismo: «Miedo. Peligro. Muerte».

—Nadie quiere a un Colbourn de enemigo—dijo sin una pizca de temor y una especie de tensión se instaló en el aire, fría y hostil—. Ni tampoco a un McCartney.

No respondió, pero lo escrutó con sus penetrantes ojos verdes por un segundo más que me pareció eterno e incluso me impidió respirar con normalidad, hasta que sonrió. Una sonrisa que escondía una advertencia.

—Tienes razón, cuando un McCartney es tu enemigo, ya has perdido el juego. Me alegra que lo sepas, Westler.

—Si no fue Crakehall, ¿entonces quién? —inquirió mamá.

Miré a Dax en busca de alguna respuesta. Quizá él sabía algo que yo no, o había notado un detalle que se me había escapado, pero desvió su atención.

—Perderemos más tiempo buscando culpables, y tiempo es algo que no tenemos ahora—intervino papá con templanza. Estaba pálido y seguramente su herida aún sangraba. Un nudo se formó en mi corazón al contemplarlo así por mi culpa—. Ayuda a nuestra hija, Damen, del resto nos ocuparemos después.

Mi tío me miró con un deje de diversión.

—Nada mejor que un buen juego del gato y el ratón para entretenerme—dijo con entusiasmo casi sádico.

—Solo concéntrate en lo que debes hacer, ¿quieres? —espetó mamá al tiempo que colocaba un brazo sobre la cintura de mi padre para ayudarlo a apoyarse en ella—. Nada de juegos.

Él resopló.

—Siempre tan aburrida. Le quitas la diversión a la vida, hermanita.

—Damen—le advirtió con ese tono glacial que te helaba la sangre—. La vida de mi hija no es un juego.

El buen humor se desvaneció de su rostro y la miró con dureza.

—Jamás dejaría que nada le sucediera. Está a salvo conmigo, lo saben.

—Más te vale—dijo papá, cada vez más pálido.

—Señor Colbourn, debería ir a revisar su herida antes de que se desmaye aquí mismo—la burla era palpable en su tono.

—Si me desmayo, haré que tú lo limpies—le advirtió y, por un instante, el tenso ambiente se aligeró. Ambos sonrieron.

La relación de mi padre y mi tío era extraña. Eran más que cuñados, menos que hermanos, aunque algunas veces había cierta tensión que no podía obviar. Quizá por los problemas del pasado que en realidad nunca resolvieron; después de todo, no se veían hace más de diez años.

Irresistible Acierto [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora