Jacob

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—Entonces es... ir a la fiesta de tu... «amigo», hacer un dueto, comer gratis e irnos —digo a mi hijo, frente a su espejo, acomodándome el moño del esmoquin.

—Lamento que haya sido repentino, papá —dice, sentado en la cama, también con esmoquin.

—Literalmente me lo pediste esta mañana. Tenía planes con tu madre. Nos estamos reconciliando. Pasamos más tiempo juntos.

—Lo olvidé. He estado muy distraído últimamente.

—Sí, Patrick me contó que ahora sales con ese tal Erik —volteo a verlo, y está rojo.

—¡N-No salgo con él! Bueno, quiero decir que no somos una pareja como tal. Estamos intentándolo nada más. Quién sabe si lleguemos a algo.

—Ve con calma, Steven —me enserio—. No quiero que vuelvan a lastimarte. Lo mejor es que aclares las cosas con él desde el principio.

—Sabe que soy trans, papá... Y... le gusto de todas formas.

—Si me entero que resulta ser otro idiota, haré que Walter lo someta, ¿entendiste? No te involucres con cualquiera.

—Prometo que es decente...

—Está bien —sonrío.

Abandonamos su edificio para dirigirnos al salón. Yo conduzco mientras vocalizo.

—¿Qué cantaremos? —inquiero, carraspeando.

—No sé. Pienso que La Traviata ya está muy quemada. ¿Nessun dorma? ¿O... el barbero de Sevilla?

—El dúo de las flores. Una versión masculina. ¿Qué opinas?

—Como sea...

—¿Mamá habló contigo?

—Papá, no tengamos esta conversación ahora porque terminaré llorando y vamos a una fiesta.

—¡Bien! —me echo a reír—. ¿Pero están bien entonces?

—Sí, estamos bien.

—¡Me alegro! —palmeo su rodilla—. Organizaremos una reunión en casa a final de mes. Específicamente en el aniversario luctuoso de tu tío Jason. Invita a quien quieras. Puedes llevar a Erik si se porta bien. Toda la familia estará allí.

—¿Por qué?

—Para celebrar nuestro amor, la vida... No hace daño reunir a todos de vez en cuando, ¿no crees? No necesariamente en una boda o un funeral como normalmente es.

—Está bien. Suena bien.

—¿Y quién es ese amigo tuyo? ¿Por qué no lo conozco?

—Apenas lo conozco también. Lo conocí en... un... Casualmente en una tienda de ropa. Nos fijamos en la misma camisa. Es un hombre mayor. Quizá de tu edad. Me agrada. Es muy listo. Sabe mucho sobre arte y diseño.

—¿Y te invitó a su cumpleaños pese a que apenas se conocen?

—Coincidimos en un evento al que me llevó Noah. Y me oyó cantar. Por eso me pidió cantar hoy.

—¿Cómo se llama?

—Ted. Krauze.

—Se me hace conocido ese nombre... No es muy común. Hay un periodista llamado así. León Krauze.

—Quizá sean familiares. Parece alguien influyente.

—Ten cuidado, eh.

—¡Papá, no me relaciono con mafiosos o asesinos! ¡Sé cuidarme solo!

—Yo sé, hijo, es sólo que todo el tiempo pareces ensimismado y párvulo...

—¿Parvuqué? Acabas de inventar esa palabra.

El libro de los hombres coloridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora