Prólogo

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Ángeles Francés, una joven estudiante de licenciatura en artes, llegó a la majestuosa hacienda Las Rosas, donde había sido contratada para trabajar como niñera. Proveniente de una familia modesta, había aprendido a luchar por sus sueños, y este trabajo era la oportunidad perfecta para financiar sus estudios. Aunque su vida no estaba llena de lujos, Ángeles siempre se esmeraba en lucir bien. Le encantaba usar faldas, tacones y tops que realzaban su figura, pero lo que realmente la hacía destacar era el lazo que adornaba su largo cabello pelirrojo y ondeado, un toque distintivo que la acompañaba en cada paso que daba.

Las Rosas era una estructura imponente, de un blanco radiante con delicados matices verdes y detalles de madera que otorgaban una calidez acogedora. Ángeles quedó impresionada por la elegancia y sofisticación del lugar, donde cada rincón reflejaba una atención al detalle que solo podía venir de años de amor y dedicación. En su primer día, Ángeles fue recibida por el silencio y la grandeza de la hacienda. Le habían contado historias sobre la familia que vivía allí, sobre la tristeza que había caído sobre ellos tras un trágico accidente que cambió sus vidas para siempre. A pesar de las comodidades y la riqueza que rodeaban a sus nuevos empleadores, Ángeles percibió una sombra de dolor en el ambiente, un dolor que ni todo el lujo del mundo podría disipar.

 A pesar de las comodidades y la riqueza que rodeaban a sus nuevos empleadores, Ángeles percibió una sombra de dolor en el ambiente, un dolor que ni todo el lujo del mundo podría disipar

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