Capítulo 1 (primera parte)

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Era el último día de la Deshonra. Como cada año, Rella Sanadria se despertó con dolor de cabeza después de una noche entera cargada de pesadillas. Palpó el lado derecho de la cama y una mano cálida le aferró la suya. Le siguió un abrazo cargado de cariño y comprensión; el abrazo de alguien que conocía a la perfección sus temores porque también eran los suyos.

—Todo saldrá bien —le aseguró, con ternura en la voz—. Te lo prometo.

Una hora después, sus cuatro sirvientas la estaban ayudando a meterse en un corsé demasiado estrecho y una crinolina demasiado abultada, que luego cubrieron con un típico vestido nandoriense de mangas largas y cuello alto acabado en encaje. Peinaron su cabello oscuro en trenzas anudadas a la altura de la nuca y lo adornaron con un conjunto de perlas a juego con sus pendientes.

Rella salió de sus aposentos privados y se dirigió al otro extremo del Palacio Real, a la sala de estudio donde la princesa Veda acudía a sus clases diarias. Durante el día del Nombramiento tenía permitido no asistir, pero Rella sabía que la encontraría allí, esperándola. Como cada año.

El guardia azul Lanson Noelle estaba apostado frente a la puerta de la sala, señal inequívoca de que un miembro de la familia real se encontraba dentro. Ambos intercambiaron un gesto de la cabeza a modo de saludo y Rella cruzó el umbral.

La niña estaba sentada a la mesa con un libro abierto frente a ella, aunque Rella no supo decir si lo estaba leyendo o solo pasando páginas. Llevaba puesto un sencillo vestido de color crema sin crinolina, el atuendo típico de una niña de nueve años de la realeza, pese a que su altura le hacía aparentar más. Era tan bonita que le robaba el aliento siempre que la miraba. Había heredado sus rizos negros y los enormes ojos azules de Kendal, lo mejor de cada uno.

Le regaló un beso en la frente y se sentó en una silla frente a ella.

«Ha llegado el momento», pensó con un suspiro. Veda había estado durante todo ese año estudiando, aprendiendo y preparándose para ese día. Estaba a punto de cumplir diez años; ya estaba lista para comprender ciertas cosas.

—¿Sabes qué día es hoy? —le preguntó.

—Sí —murmuró Veda tras un breve silencio—. El Nombramiento.

—¿Y te acuerdas de lo que pasa esta tarde?

—El Primigenio dice el nombre de una persona.

—¿Y qué pasa con esa persona?

—Muere —añadió tras un titubeo—. Muere porque es el Sacrificio impuesto por el Primigenio.

—¿Recuerdas por qué ocurre eso? —inquirió—. ¿Por qué celebramos la Deshonra?

Veda asintió.

—Hace muchos siglos unos reyes se rebelaron contra el Primigenio.

—¿Quiénes fueron esos reyes?

La niña dudó un poco más ante aquella pregunta.

—Fueron... La reina de Adara, Sorielenne Denise...

—Le Denise —rectificó Rella—. Es Sorielenne Le Denise. La reina elfa fue la iniciadora, correcto. ¿Quién más?

—El rey gnomo Goldwin —siguió enumerando Veda—. El rey enano Turis Pantano... ¿Pantanoscuro?

—Turis Pantanonegro —le aclaró Rella—. ¿Y quién más?

—Los reyes de Maeghar. —Arrugó la frente—. No me acuerdo de sus nombres.

Rella se permitió sonreír durante apenas unos segundos.

—Parnos Arteadas y Sorthes Marthias. Y no son reyes, recuerda; el término apropiado es diarca.

El último Sacrificio (Hijos del Primigenio I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora