Lanson se despertó con los primeros rayos del sol y se maldijo por haber dormido tantas horas. Los últimos días habían sido frenéticos, entre la aparición de la bruja, el secuestro del señor par Keiler Al Palathar y la huida a través del desierto. Parecía que con su llegada a Leilany la situación se había tranquilizado, pero no podían descartar que Lysange les siguiera de cerca. Por eso, y pese a que confiaba en la inestimable presencia de Eseneth, el alto aristócrata había decidido dormir pocas horas y ayudarle en su guardia. Sin embargo, el sueño y el cansancio habían ganado la batalla.
Se incorporó sobre el manto de hierba, inquieto, y lo primero que hizo fue mirar hacia el lugar donde Veda se había acostado la noche anterior. No la vio, así que supuso que la princesa se habría levantado ya y estaría desayunando bajo la sombra de un roble. Se giró y comprobó que los demás empezaban también a despertarse. Vio a Shaleen, desperezándose y bostezando, a Yanis mirándola con cara de bobalicón y a Ivy rebuscando entre sus bolsas mientras se frotaba los ojos.
Veda no estaba con ellos. Tampoco Eseneth.
—¿Dónde están la princesa y el señor Arwell? —preguntó en voz alta. Los demás le dedicaron una mirada confusa—. ¿Los habéis visto?
—Acabamos de despertarnos —contestó Shaleen.
—No es posible que se hayan marchado los dos juntos por voluntad propia —reflexionó Lanson—. Ha debido ocurrir algo y Eseneth se ha visto obligado a marcharse. Tal vez tras la princesa.
Ivy palideció.
—¿Creéis que la bruja se la ha llevado de nuevo?
—Es la opción más probable —farfulló el alto aristócrata y volvió a maldecir por haberse quedado dormido.
—Formemos dos grupos para buscarlos —propuso Yanis. Miró a la elfa—. Ivy, ¿qué te parece si vas con el señ...?
—Ivy y yo iremos juntas —le interrumpió Shaleen. El joven le lanzó una mirada perpleja al principio, pero enseguida asintió y se giró hacia Lanson.
—Señor Noelle, vamos por el lado sur del camino.
—Nosotras iremos por el norte —decidió Shaleen—. Hacia el bosque.
Todo se había decidido muy rápido y Lanson no había tenido tiempo de decir nada. En cuanto las dos jóvenes cruzaron el camino y se adentraron en el robledal, el alto aristócrata se plantó delante de Yanis.
—¿Y se puede saber por qué tengo que obedecerte?
—Solo propuse una idea —se defendió el joven, con un encogimiento de hombros—. Si no estabais de acuerdo, haber protestado.
—Protesto ahora.
—Ahora es tarde, lo siento.
—Sabes que podrían estar en cualquier sitio, ¿verdad? Si la bruja se ha llevado a Veda...
—Si la bruja se ha llevado a Veda, habrá alguna pista —terció Yanis—. Tal vez no les encontremos a ellos, pero sí podemos encontrar alguna prenda de ropa, por ejemplo. Vamos, el tiempo apremia.
Investigaron en el lado sur del camino, sin éxito. No encontraron ningún rastro que les hiciera sospechar que Veda, Eseneth o siquiera la bruja hubieran pasado por allí. Mientras regresaban al punto de partida, abatidos, Lanson vio a Ivy hacer aspavientos al otro lado del camino.
—¡Aquí! —gritaba la elfa—. ¡Hemos encontrado algo!
El Guardia Azul echó a correr en su dirección y Yanis le siguió con un quejido cansado. Ivy los condujo hacia el interior del robledal. En un pequeño claro se abría una sima en el suelo del tamaño justo para albergar una persona.

ESTÁS LEYENDO
El último Sacrificio (Hijos del Primigenio I)
FantasyEl mundo de Celystra vive asolado por el Primigenio, su dios y creador, pero también su verdugo. Varios pueblos se atrevieron a alzarse contra él en el pasado, y su desfachatez les salió muy cara. Ahora, siglos después, el Primigenio exige que cada...