Capítulo 23 ― Guerras solitarias ―

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Las primeras semanas pasaron volando. Aunque pensaba que todo iba a ser igual, la verdad fue otra muy distinta.

Las asignaturas cambiaron, lo que implicó que los trabajos en mi caso aumentaran de manera considerable.

Apenas tuve tiempo para ver a James a parte de lo normal. Por la mañana me acompañaba, me venía a buscar, comíamos todos juntos y luego nos veíamos en la cena.

No hicimos nada especial, aunque todos los momentos con la persona correcta lo son.

Me bastaba con verlo media hora al día, y lo aprovechábamos como podíamos. Al mínimo rato que teníamos libre, nos escabullíamos a su habitación o a la mía para simplemente hablar, o algún rincón perdido del patio de la universidad. Nos daba igual el sitio mientras estuviéramos ambos a gusto.

Pero hoy íbamos a hacer algo diferente. Aunque estuviéramos en febrero, y el cumpleaños de James hubiera pasado hace meses, hoy íbamos a celebrar su cumpleaños.

Le comenté a las chicas la idea, y obviamente aceptaron, seguido de los chicos. Aunque ellos nos dejaron la organización a nosotras.

Hablé con los abuelos de James para comentarles el plan que teníamos en mente, y se ilusionaron. Propuse hacer algo íntimo. Nuestro grupo y sus abuelos, y accedieron a hacerlo en casa de James. Ellos se encargarían de sacarlo para que nosotros pudiéramos organizarlo todo.

Y eso intentaba hacer ahora.

Estábamos en su habitación a solas en la cama. Tenía encima a un chico de más de metro ochenta que pesaba mucho más que yo. Pero tampoco me iba a quejar. Escuchaba su respiración tranquila, mientras le tocaba el pelo.

― Tus abuelos te están esperando. ― Dije a la vez que dejaba de tocarle la cabeza. Hizo un sonido parecido a un gruñido mientras buscaba mi mano para volver a ponérsela en la cabeza y continuar con lo que estaba haciendo. ― James, vas a llegar tarde.

― Si es por esto merece la pena. ― Dijo casi en un suspiro.

Como si fuera un secreto que solo pudiéramos saber los dos.

No me quedaban muchas opciones. No podía moverme, y si lo intentaba sé a ciencia cierta que no me dejaría irme. Tenía que disuadirlo de alguna manera.

― ¿Dónde vais?

― Quieren ir a ver muebles para su casa. Planazo.

― Quieren que vayas con ellos para que les aconsejes, porque tienes muy buen gusto. ― Levantó la cabeza del hueco de mi cuello y me miró a los ojos.

― Sí que tengo buen gusto, ¿verdad?

― Menos cuando te pones la gorra de lado y empiezas a bailar la tarantella.

― Te encanta que lo haga.

― Mentira.

― Puede ser, pero sonríes cuando lo hago. Así que seguiré haciéndolo.

Cada vez que decía ese tipo de cosas, el corazón se me llenaba de cosas buenas. Como si fuera un pozo sin fondo que él estaba dispuesto a llenar.

― Enserio, vas a llegar tarde, y no quiero ser la culpable de ello. Levanta.

― Solo porque sé cómo se pone mi abuela.

Se levantó con agilidad y mis pulmones pudieron volver a expandirse. Pero solo podía oler su colonia que había dejado impregnada en mi ropa. Algo de lo que tampoco me iba a quejar.

Me tiró una almohada y se fue con una sonrisa en la cara a ducharse.

Y mientras estaba sola, escuchando como el agua de la ducha caía a lo lejos, no podía parar de pensar en mi vida de hace un año.

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