Capítulo 2: La Muerte y el Renacimiento

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El año 2034 había sido un año de caos y destrucción. La extraña energía que apareció en 2026 había desencadenado una serie de eventos catastróficos que habían llevado al mundo al borde del colapso. En medio de este caos, un asesino en serie llamado Diogo Alves, de 50 años, había escapado de la cárcel, utilizando un cultivo de mana de Reino de Señor para aumentar su poder y su velocidad.

Diogo era un hombre sin conciencia, sin remordimientos, sin alma. Había matado a más de 70 personas, y su arma favorita era un machete que utilizaba para partir a sus víctimas en dos.

Yo, Jaziel Caim Paimon, era un hombre de 44 años, nacido en 1990. Había perdido a mi familia en la guerra, y había jurado venganza contra aquellos que habían destruido mi mundo. Poseía un cultivo de mana del Reino del Guerrero, un reino menor que el de Diogo, pero aún así poderoso.

Me encontré con Diogo en una calle oscura y desierta. Él sonreía, su machete brillaba en la luz de la luna. Yo saqué un cuchillo, mi única arma.

"Vas a morir", dijo Diogo, avanzando hacia mí.

"No", respondí, preparándome para la pelea.

Diogo atacó, su machete descendió hacia mí con una velocidad mortal. Yo esquivé, utilizando mi mana para aumentar mi velocidad y agilidad. Pero Diogo era demasiado poderoso, su Reino de Señor le daba una ventaja considerable.

Me golpeó en el hombro, y sentí un dolor intenso. Mi mana me permitió resistir el golpe, pero sabía que no podía mantenerme así por mucho tiempo.

Me levanté, mi cuchillo listo. Atacé, utilizando todas mis habilidades y mi mana para tratar de derrotar a Diogo. Pero él era demasiado fuerte, y me golpeó de nuevo, y de nuevo, hasta que caí al suelo.

"Ahora vas a morir", dijo Diogo, su machete listo para el golpe final.

Y entonces, sentí un dolor intenso. El machete había partido mi cuerpo en dos, desde la cabeza hasta los testículos. Mi visión se desvaneció, y mi conciencia se desplazó en el tiempo.

Morí en ese momento, pero mi alma no descansó. Volví al pasado, al año 1990, y renací en un bebé. Mi primer recuerdo fue ver los hermosos ojos azules de mi madre, que me miraban con tanto amor y ternura. Su rostro era hermoso, con una sonrisa cálida y acogedora. Me sentí seguro y protegido en sus brazos.

De repente, una mano fuerte me levantó y me puso en los brazos de mi padre. Él me sonreía, con una expresión de felicidad y orgullo. Me miraba como si fuera el más precioso tesoro del mundo. Me sentí abrumado por la emoción y el amor que sentía hacia mis padres.

En ese momento, supe que había vuelto para cambiar el destino, para evitar la destrucción del mundo y proteger a mi familia. Mi misión había comenzado, y estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se me presentara.

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