Oscuridad. Aquella abrazaba fríamente la habitación. La mirada de cada uno centrada en los ojos del otro, fijamente, penetrante. El silencio reinaba con gracia y solemnidad la habitación. Bailaba en conjunto con las penumbras. Donde antes hubo risas, ellas solo se ausentaban en aquel momento. Mísero sonido, ese que apenas se oía, las cortinas moviéndose por el viento del exterior. Brotaba nada de sus labios, ellos callaban, guardaban las palabras. No hacía falta decir nada.
La pregunta se reproducía en su mente como si de un disco rayado se tratase. Arriesgarlo todo, perder o ganar. No había un punto medio en aquellas únicas dos posibilidades. Rechazo o aceptación.
La tarde había pasado amenamente. Naegi pasó la tarde con su familia, y Byakuya como invitado especial. Toda la tarde, rodeados de personas, Makoto incapaz de hacer la pregunta. Ahora, estaban totalmente a solas. Era al fin el momento. Faltaban agallas, coraje. Cosa que a Makoto... No le sobraba.
—¿Qué tanto observas? —cuestionó un serio Togami. Pero él tampoco podía mentirse a sí mismo. Ni siquiera a la persona que tenía frente a él. Su corazón... Podía sentirlo en sus propios oídos. El palpitar constante y agitado. Igual a un galope incesante.
—Yo...Yo solo... —comenzó Makoto. Pero se encontró a sí mismo incapaz de responder a la pregunta que le había planteado Byakuya. Incapaz de terminar la oración, sin echarlo todo a perder. Sin arriesgarse. Era un todo o nada. Y debía ser justo antes del anochecer. Antes de que Togami se marchara. Antes de que Makoto quedara a solas.
Pero aún así... Makoto temía. Temía ser rechazado, tachado como un raro. Ser nombrado como alguien asqueroso. Él no podía permitirse ello. No viniendo de Togami, a quien miraba, y se debilitaba. Era un sentimiento fuerte. Comenzó a brotar, surgió de la nada. Naegi no pudo saber con certeza cuándo fue que Togami, de un momento a otro, se convirtió en su todo. Porque él caminaría por las brasas del infierno por una gota de su atención. De pronto, la fuerza a Naegi se acumulaba, las palabras le ganaban. Y sencillamente, fue él quien habló. Finalmente, Makoto se atrevió.
—Qué se sentirá descansar en tus pacientes labios... —y el tiempo frenó.
El rostro de Byakuya se contrajo en confusión. Tragó saliva gruesamente y cerró los ojos. ¿Había él oído bien? Eso... Había salido de los labios de Makoto realmente. Era... Sorprendente su coraje. Tal vez, el optimismo de Naegi brillaba ahora mismo.
—Maldita sea, Makoto. —maldijo en voz baja. Sus dedos viajaron al puente de su nariz, apretándolo con fuerza. —Ven aquí y compruébalo.
Enconces, fue Naegi el confundido. Se quedó estático en su lugar, su vista fija en el rostro serio de Togami. ¿Lo decía... De verdad?
Al no obtener respuesta alguna, fue sencillo el movimiento que Byakuya realizó. Tomó el brazo derecho de Naegi y lo atrajo hacia él. Makoto no pudo moverse, quedó justo con su cara en el pecho de Togami. Se tomó un momento, aspirando el olor personal de Byakuya. Olía como a... Casa.
Segundos después, Makoto se reincorporó. Y la cercanía con Togami lo dejó sin aliento. Ambos, a escasos centímetros del rostro del otro. Un suave sonrojo pintó las mejillas de Naegi. Estaba nervioso, su cuerpo temblaba, su corazón lo traicionaba. Miró hacia otro lado, buscando huir de la penetrante mirada de su amor.
—Mírame —demandó Togami, tomándolo de la barbilla con fuerza para obligar a Makoto a mirarlo. — Naegi. —lo llamó, esperando ansioso una respuesta.
—¿S-Sí?
Y lo próximo que pudo sentir, fueron los labios de Togami colisionando contra los suyos. El beso no era suave, mucho menos delicado. Era demandante, hambriento. Sus salivas se mezclaron, los dientes chocaron ante la torpeza de Makoto por seguir aquel contacto. Y las mariposas explotaron en su vientre. Makoto... Estaba embriagado. Los labios de Byakuya eran suaves como el invierno. Makoto se encontró... Perdido en su pasión.
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After Dark ; NaeGami.
FanfictionMakoto debe hacerle una pregunta a Togami antes del anochecer.