3. Cayó la reina

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3. Cayó la reina

POV Alicent

¿Qué acababa de pasar?

Alicent no pensó en nada más y echó a correr hacia ellas. El guardia corría tras ella y le gritaba que tuviese cuidado, que no se acercase, pero ella no escuchaba, sólo podía ver dos bultos desplomados a unos metros de distancia y nada le impediría ir hasta ellos.

-¡No, alteza! ¡Es muy peligroso!

Pero Alicent aceleró más.

Pudo distinguir a Syrax moviendo la cabeza con un quejido gutural. Y cuando se acercó más, a Rhaenyra junto a ella inmóvil, boca abajo, con la capa hecha jirones sobre ella. Syrax acercaba la cabeza a su jinete para tocarla con el morro, menearla incluso, para percibir algo de vida en ella.

Alicent llegó al lugar con los ojos llenos de lágrimas, se agachó junto a la Targaryen y puso una mano temblorosa en su espalda. Miró inconscientemente a Syrax, que le devolvió una mirada lastimosa. Alicent se frotó la mejilla y susurró a Rhaenyra.

-Ey, Rhaenyra, Rhaenyra – le apretó el hombro con cuidado -. Reacciona, reacciona por favor... - soltó con un sollozo – vuelve...

Syrax lanzaba sus alaridos de dolor, y Alicent reparó en la herida que tenía. Una flecha especial para dragones se hincaba tras su pata derecha.

"¿Puede ser de...Desembarco del Rey? Mi bando..."

De repente aparecieron a lo lejos dos hombres con aspecto de guerreros montados a caballo, arrastrando tras de sí un lanza-flechas que Alicent había visto muchas veces en las torres de Desembarco del Rey.

Su primer instinto le hizo cubrir a Rhaenyra, protegerla de cualquier cosa y tocarla para traerla de vuelta al mundo.

-Rhaenyra, por favor te lo pido, vuelve, ¡vuelve a mí! - Clamó con desesperación - Agachó la cabeza mientras rompía a llorar y la apoyó en la sien de la Targaryen.

El guardia que la había acompañado llegó hasta ella, y fue inevitable percibir su mirada de horror. Syrax interrumpió sus lamentos para mirar a ese hombre y empezar a calentar su garganta. Pero Alicent trató de calmarla.

-¡No, Syrax!

Los otros dos guerreros se acercaban al galope ahora. Esta vez no pensaba intervenir si Syrax decidía actuar.

Pero justo en ese momento notó que el cuerpo que yacía inmóvil bajo su cuerpo empezaba a moverse, casi imperceptiblemente. Tal vez movido por la desesperación de Syrax, o la desazón de la reina viuda. Alicent no lo tenía claro, pero en cuanto lo notó cogió con extrema delicadeza la mejilla derecha de la rubia.

-Rhaenyra, ¿me oyes?

Rhaenyra no dijo nada. Alicent hizo un amago de movimiento para indicarle que le daba la vuelta. Rhaenyra pareció ceder y poner las pocas fuerzas que tenía para ayudar. Pero seguía sin pronunciar nada, ni siquiera abrir los ojos. Alicent observó su rostro, húmedo por el rocío de la hierba en la mañana y encogido de dolor. Su aspecto siempre había sido puro, abstracto, casi irreal de lo cercano a lo divino que estaba. La castaña le acarició la pálida mejilla, prometiéndose a sí misma que protegería a ese ser aunque le costase la horca en su propio reino a manos de sus propios hijos.

Lo guerreros pararon a unos metros.

-¡Alteza! - Los guerreros del lanza-flechas se quedaron estupefactos al distinguir a la mismísima reina viuda allí postrada, nada más y nada menos que junto a la mayor enemiga del reino – Pe...pero...¡esto es alta traición a la Corona!

El camino de la liberaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora