I bet sometimes you still like to wear my jumper

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Juanjo

Algo se encogió en el pecho del mayor al recibir la noticia de su jefe. Tenían que viajar para llevar a cabo una reunión con unos clientes potenciales. Al principio la idea de recibir esa confianza por parte de su jefe para ser su acompañante había hecho florecer un poco esa frágil autoestima que poseía el chico.

-Así que prepara la maleta porque salimos mañana a las ocho de la mañana dirección Bilbao.

-¿Bilbao?- Cuestiono con un ligero tartamudeo mientras notaba como todos los recuerdos vividos en esa ciudad volvían a él.

Los paseos por la orilla del mar, el olor del que en su momento fue su dulce favorito y ahora la simple idea le producía arcadas, el clima frío capaz de hacer,  que siendo la persona más calurosa del mundo, tuviese que recurrir a una chaqueta. Pero sobre todo recordó al culpable de todos esos recuerdos, el que le había llevado de paseo por la ciudad dandole a conocer cada posible detalle; el que había convertido una ciudad, hace un par de años desconocida, en un álbum de recuerdos.

Su jefe llamó su atención un par de veces al ver que el joven había entrado en una especie de trance. -¿Juanjo, ocurre algo?.

Como si a causa de todas esas emociones un modo automático y casi robótico se hubiese instalado en él procedió a disculparse rápidamente y recoger sus cosas de una forma caótica que distaba bastante del Juanjo habitual, como si de un huracán de fuerza cinco se tratase. Mientras salía por la puerta asegurandole que estaría puntual un único pensamiento ocupaba su mente, Martin.

Debía volver a la ciudad que le había dado todo pero también a la que le había hecho pedazos el corazón en cuestión de horas. El trayecto en autobús se le hizo más largo de lo normal, el tiempo parecía no pasar mientras que los kilómetros que normalmente recorrían daban la sensación de duplicarse.

La fachada se rompió dando paso a la vulnerabilidad en el momento que echó el pestillo de su dormitorio, buscando un poco de calma en medio de una realidad tormentosa. El tiempo pasaba pero la sensación de ansiedad que albergaba Juanjo en su pecho no parecía querer hacerlo, aferrándose a los recuerdos que guardaba en la caja verde oliva que el joven tenía debajo de la cama y de la que seguía sin ser capaz de desprenderse.

Solo había un artículo de los muchos que guardaba como recuerdo de su amor de verano que no se encontraba debajo de la cama sino que estaba en el armario del mayor de los dos: una sudadera gris que Martin había escondido en su maleta junto a una nota "nuestra historia fue efímera pero los recuerdos serán eternos, no me olvides."

Algunas noches, en la seguridad que su pequeña habitación le proporcionaba, se permitía a sí mismo usarla de pijama. Porque por mucho que odiase al vasco por haber sido tan cobarde sabía que el menor solo era víctima del miedo. Pero sobre todo porque era el único capaz de sacarle de su rutina mecanizada en la que no existían emociones, porque hay veces en las que es mejor sentir tristeza que no sentir nada.

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Esa noche necesitaba más que nunca buscar en la sudadera las notas cítricas de la colonia del menor que cada vez estaban menos presentes por lo que se permitió incumplir su propia norma y salir del cuarto con ella puesta en busca de la paz que le faltaba.

Cuando bajó a cenar la sudadera no pasó desapercibida ante los ojos de su madre, que siempre le acompañaba a comprar su ropa.

-¿Y esa sudadera cariño? No me suena.

Juanjo se sintió obligado a mentir a su madre, intentando en todo lo posible disimular el temblor de su pierna. -Me la regaló el otro día un amigo porque ya no le quedaba bien.

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⏰ Última actualización: Aug 21 ⏰

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