«Tu padre te busca»

16 2 0
                                    

Después de dejar a Wonwoo en la torre de tratamiento médico, Mingyu tomó su caballo y el de su compañero para llevarlos a descansar en el establo. A pesar de encontrarse libre de peligro, su mente todavía no conseguía relajarse, porque sabía que una vez llegara a oídos del Rey que había fallado en proteger a Wonwoo, lo buscaría para disciplinarlo.

Cerró la reja principal del establo y se dirigió hacia su habitación. No era muy lujosa, desde luego, pues a pesar de que su trabajo era proteger al heredero a la corona, él no dejaba de ser un huérfano maloliente que habían encontrado con un ojo morado y la mitad de un pan mordisqueado entre las manos. Eso intentaba recordarse cuando comenzaba a sentirse demasiado cómodo al lado de Wonwoo.

Existen diferencias fundamentales entre tú y él, le había dicho el Capataz hace varios años.

El chico suspiró y cerró la puerta detrás de sí. Había dejado su peto, su greba y el resto de la armadura en la sala de armas, pero todavía portaba su gambesón —una gruesa túnica de algodón que protegía su cuerpo de las rozaduras del acero que vestía—. Estaba empapado en sudor.

Comenzó a deshacer los nudos de la túnica para dejar al descubierto su musculoso y enrojecido torso. Tiró el gambesón a los pies de su cama y se hizo una nota mental para lavarlo después, si es que el tiempo era bueno y la presa reunía suficiente agua. Después, suspiró con cansancio y se dirigió hacia su cuarto de baño, por lo menos tenía uno para él solo, pensó con cierto agradecimiento.

Una vez dentro, cargó uno de los cubos con agua que reservaba para los días donde realmente le apetecía darse una ducha. Lo puso en el centro de la habitación, tomó una esponja y conforme la humedecía en el agua, comenzó a tallarse el cuerpo. Frotó sus brazos y pecho primero, para después limpiar su abdomen y terminar tallando sus piernas y plantas de los pies. Intentó darse prisa, pues ni su trabajo ni su corazón le permitían estar tanto tiempo alejado de Wonwoo.

Una vez fuera del cuarto de baño, buscó ropa interior limpia, así como una camisa de algodón y pantalones largos de lana. Se vistió casi en automático y salió de su habitación en dirección a la torre de tratamiento médico, con el cabello oscuro todavía goteándole sobre los hombros.

Cuando llegó a la puerta del Área Médica Real, se enderezó un poco e intentó parecer despreocupado, pues no quería transmitir su cansancio al chico que lo esperaba dentro de ese lugar. Empujó la puerta lentamente y primero asomó su cabeza. Casi de inmediato se topó con Wonwoo, quien respiraba profunda y tranquilamente.

Se quedó dormido, pensó Mingyu con ternura. Por alguna razón se sentía menos tenso ahora que tenía a la vista al príncipe de Kaeleos, sobre todo porque advirtió que su herida ya había sido tratada por la curandera y la molestia parecía haber disminuido en gran medida. Se acercó a su camilla y lo miró con compasión. Sus delgados labios estaban entreabiertos y dejaban escapar un aliento tibio; sus pómulos resaltaban más cuando se encontraba agotado porque toda su tez palidecía un poco; su nariz afilada definía por completo su perfil. De verdad tiene el rostro de un futuro rey, apreció su protector.

No quiso interrumpir su sueño, de manera que se acercó a la puerta por donde había entrado y se dejó caer allí, como un perro que cuida su hogar de los intrusos. Apoyó su espalda contra la puerta, para sentir la fuerza si es que alguien intentaba entrar, después, acomodó sus piernas en flor de loto, y terminó por colocar su mano izquierda sobre la empuñadura de su espada. Cerró los ojos y se dijo a sí mismo que estaba bien descansar, que el peligro ya había pasado.

⭐ ⭐ ⭐ ⭐ ⭐

Un par de golpes firmes hicieron saltar el corazón de Mingyu. ¿Cuánto tiempo había dormido? Se levantó tan rápido como le fue posible, desenvainando su espada en cuestión de segundos. Guardó silencio. Tres golpes más resonaron en la habitación: estaban tocando a la puerta.

—Príncipe Jeon, su Majestad pide su presencia en la Habitación Real —se escuchó del otro lado del portón de madera. Tras saber que no se trataba de un intruso, el cuerpo de Mingyu volvió a relajarse.

—Vamos para allá —dijo con voz queda. Se giró hacia Wonwoo, quien comenzaba a abrir los ojos con el ceño fruncido. Tuvo que reprimir una sonrisa, pues al haber pasado tantas horas recostado, el cabello del príncipe se había peinado hacia arriba en la parte de su nuca. Era algo así como la cola de un pavorreal, pero en su cabeza—. Tu padre te busca.

Corazón de EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora