Capitulo 10

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Todo iba de maravilla. Entonces, ¿cómo terminamos siendo perseguidos por un esqueleto gigante y tenebroso? Al parecer, en ese mundo mi destino era siempre huir de algún monstruo.

Yo estaba hablando tranquilamente con Ciel sobre cómo volver a nuestro mundo.

—¿El lago de arena? —lo cuestioné, nada convencida de lo que me decía.

—No lo mencioné antes, pero ese es el único lugar donde existe el tiempo —confesó—. Si nadas sobre él, volverás a tu origen.

—¿Es en serio? —pregunté entusiasmada.

—¡Así lo escuché una vez!

Mis esperanzas se esfumaron. Lo que decía solo lo había escuchado de otra boca y podía no ser cierto. Sin embargo, si este ser hablaba del tiempo, había una posibilidad de que sí existiera.

Mientras indagaba en mis pensamientos, Donatello, decidió sacarse un moco de la nariz y arrojarlo sobre la comida. Las cinco ratas que habían estado merodeando por la mesa y disfrutando del festín se enfurecieron al instante y comenzaron a regañarlo sin cesar.

—¡Cállense, ratas de alcantarilla! ¡Mi moco está más limpio que ustedes! —gritó Donatello, ofendido.

—¡Nosotros sí nos bañamos! ¡Tú nunca lo haces! —le respondieron las ratas al unísono, indignadas.

Ciel, siempre dispuesto a añadir su toque de humor, comentó con picardía:

—No peleen, sabemos que el más sucio aquí soy yo.

Las cinco ratas y Donatello se quedaron observándolo como si acabaran de descubrir a un extraño. Luego, con una sincronía impresionante, todos dijeron al mismo tiempo: "asqueroso", y volvieron a su acalorada discusión.

—¡Nos quedaremos con la mitad del festín! —proclamaron las ratas, decididas.

—No pueden —intervinieron las gemelas con tono desafiante—. Este es nuestro festín, nos pertenece todo.

—¡Eso no lo deciden ustedes! —impugnó Donatello con furia, lanzándoles un cuchillo.

Las gemelas lo miraron con una expresión asesina y, sin pensarlo, le arrojaron un plato. Así comenzó una batalla campal de platos, cubiertos, y comida volando por todos lados.

El esqueleto, para empeorar la situación, comenzó a tocar su tambor con un ritmo frenético que parecía incitar a la guerra. Su baile alrededor de la mesa era casi hipnótico, y el estruendoso tambor parecía animar a todos, llevándolos a un frenesí bélico. Aunque al principio pensé que su habilidad con el tambor era pésima, pronto me di cuenta de que lo estaba tocando con una maestría inusitada.

—¡Paren! —exclamé con desesperación, pero nadie me prestó atención—. ¡Paren ya!

De repente, un cuchillo voló por el aire y se clavó en el respaldo de la silla justo al lado de mi brazo. Miré con desafío a todos los presentes, sintiendo la creciente tensión, y decidí unirme a la guerra. Ciel, siguiendo mi ejemplo, también se unió a la defensa, preparándose para cualquier cosa mientras tratábamos de salir de esta locura.

En un momento caótico, una jarra voló por el aire y, con una fuerza inesperada, golpeó la cabeza del esqueleto, desprendiéndola de su cuerpo. El conflicto se detuvo de inmediato, y todos, en silencio, observaron al esqueleto que se quedó inmóvil.

—Oh, no —dijo Donatello sin un atisbo de preocupación.

Donatello continuó con la batalla, ignorando el caos que acababa de desencadenarse. Mientras tanto, yo observaba con creciente inquietud cómo el esqueleto recogía su cabeza y la volvía a colocar en su lugar. Dejó caer su tambor, y sus ojos, que antes eran huecos y oscuros, comenzaron a brillar con un intenso color rojo. Sus huesos empezaron a crecer y transformarse, volviéndose cada vez más ominosos y temibles.

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⏰ Última actualización: Aug 31 ⏰

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