Seba, el héroe
Seba se apoyaba sobre la pared del patio interno de la escuela, al frente de una chica bastante hermosa, de pelo negro y ojos claros. Él la miraba a los ojos y sonreía de forma coqueta, seductora, a la vez que la escuchaba hablar. Después de conversar bastante pegados uno al otro durante prácticamente todo el recreo, el castaño se despidió con un beso en la mejilla de la chica que sería su novia por unos fugases 4 meses. El timbre de finalización del recreo ya había sonado. Eran los últimos días de septiembre, los primeros calores primaverales se estaban haciendo sentir. Mientras el moreno caminaba de nuevo al curso, sonriente, totalmente inmerso en los pensamientos que le producía un posible nuevo amor, algo le llamó la atención. La sonrisa lentamente fue desapareciendo.
Debajo de la escalera que llevaba al segundo piso de la escuela, había bastante movimiento. Aquel sitio era uno de esos donde se podía pasar inadvertido, un lugar apartado de la vista de los preceptores o profesores. Al fijarse mejor, pudo notar que eran 7 estudiantes haciendo un circulo, empujando violentamente a un chico mucho menor y más bajo que ellos. Este volaba de aquí para allá dentro de la ronda.
Seba caminó hacía la escena, sin siquiera pensar lo que estaba haciendo. Identificó a uno de los abusones al instante. Era un chico alto, de pelo negro y ojos claros, llamado Erick. Como la escuela era pequeña, todos sabían la reputación de cada uno, a pesar de nunca haberse tratado personalmente.
Seba sabía que la reputación de ese Erick no era la mejor, era conocido como uno de los más problemáticos de la escuela. También pudo reconocer a los otros 6 que lo acompañaban, eran otros buscapleitos de otros cursos diferentes. No pudo distinguir quién era la victima por la velocidad en los que los abusivos lo zarandeaban dentro de la ronda.
La victima voló a los brazos de Erick. Este lo agarró por la espalda, rodeando su cuello con su brazo, sosteniéndolo con fuerza. Al tenerlo de frente, Seba pudo reconocer a ese muchacho que maltrataban. Era un chico de estatura un poco más baja de la normal para alguien de su edad, tendría 12 o 13 años.
El oji-café no sabía su nombre, pero le conocía. Ese chico siempre se unía a los partidos de futbol que se organizaban después de las clases de educación física los viernes, donde armaban equipos con integrantes de todos los cursos, solo por diversión. Varias veces había jugado junto a él en el mismo equipo.
-¡Ah! hola Caprelli ¿todo bien?- le dijo Erick sonriendo al darse cuenta de su presencia- ¿Qué le podemos hacer a este enano?- preguntó el pelinegro a sus secuaces que le rodeaban, mientras veía con una sonrisa maliciosa a su presa que tenía agarrada del cuello.
-Cortémosle esa cabellera que tiene- propuso uno de los jóvenes que formaba parte del grupo.
-Desnudémoslo y tiremos la ropa a la basura- fue otra idea.
Seba miró fijamente el rostro de aquel chico víctima de los abusivos. Este lo veía fijamente, se notaba que le costaba mucho respirar por el agarre de Erick. Con sus manos agarraba el brazo del mayor, tratando de alguna forma librarse del pelinegro, pero se notaba que no tenía las fuerzas ni las energías para poder hacerlo. El castaño vio como los ojos de aquel chico se ponían rojos poco a poco, producto de las lágrimas. Pudo sentir como este le pedía ayuda con su mirada, llena de dolor y miedo.
-Suéltenlo- dijo Seba de manera seria y concisa al grupo de abusivos, pero más precisamente a su líder, Erick.
-Sí, ya en un momento Caprelli, tenemos planeado divertirnos un rato con esta larva - le contestó el pelinegro entre risas.
-No, suéltenlo ahora- dijo Seba, con el mismo tono serio.
Esta vez, la sonrisa maliciosa de Erick cambió a un rostro de seriedad y enfado. Clavó sus ojos celestes en el que ahora le parecía un entrometido moreno. Los demás secuaces también observaron a Seba; las caras de sospesa y confusión cambiaron rápidamente a caras de enojo. El líder del grupo estudió el rostro del oji-café, se dio cuenta que este estaba hablando en serio.
ESTÁS LEYENDO
Mi suerte
RomantizmEl peor verano puede transformarse en uno único cuando menos se lo espera. Manu no sabía eso, ni tampoco que le deparaba el destino y su suerte.