Las semanas pasaron volando, y la fiesta de un mes de Ada se hacia notar en la hacienda las Rosas. El jardín de la hacienda estaba adornado con luces y flores frescas, creando un ambiente festivo y acogedor. Los padres de Cate, junto con sus hermanos y sus novias e hijas, llegaron para celebrar el primer mes de vida de la pequeña Ada. Estaban el grupo de amigas de Cate, Noemí, una chica de cabello rizado y ojos cafés, Paula, con su cabello castaño y ojos almendrados, Denis, otra rubia de ojos cafés, y Emilia, una rubia con una mirada llena de amor hacia Cate. Ángeles observaba a Emilia de reojo, sintiendo una oleada de celos que intentaba esconder.
El jardín estaba lleno de risas y conversaciones animadas. Las mesas estaban cubiertas con manteles coloridos, y una gran mesa de postres atraía a todos con sus delicias. Debes en cuando la rubia se desaparecia para cambiar a la bebé y respirar un poco de todo el bullicio para no estresarse. Cada gesto de Cate hacia Ada estaba lleno de ternura y amor, pero Ángeles notaba una cierta distancia en su actitud hacia ella.
Ángeles, por su parte, se esforzaba por encajar en el bullicio de la fiesta. Aunque se había vestido con elegancia, con una falda de tela ligera un poco larga para su gusto y una blusa blanca que resaltaba su cabello pelirrojo, se sentía incómoda al ver cómo Cate se envolvía en la atmósfera festiva con todos menos con ella. La pelirroja se encontraba en un rincón tratando de mantener una sonrisa, mientras los celos y confusión la atormentaban.
A medida que avanzaba la fiesta, Emilia no perdía oportunidad para acercarse a Cate. Cada vez que se cruzaban miradas, la admiración de Emilia por Cate se hacía evidente, y Ángeles notaba cómo los ojos de Cate se suavizaban ante la presencia de Emilia, aunque era un gesto de amistad más que de interés romántico. Sin embargo, la inseguridad de Ángeles no le permitía ver más allá de lo superficial, y su corazón se apretaba cada vez que Emilia se acercaba a Cate. La rubia, notando la distancia de Ángeles, trató de buscar momentos para estar cerca de ella, pero cada vez que lo hacía, la pelirroja parecía más distante y ensimismada. La atmósfera de la fiesta, llena de conversación y risas, contrastaba con el torbellino interno que experimentaba Ángeles.
Finalmente, cuando la noche cayó y los invitados comenzaron a despedirse, Cate se acercó a Ángeles, que estaba en la esquina del jardín, mirando las luces parpadeantes.
— Ángeles, ¿todo bien? Te he notado un poco distante hoy. — Cate preguntó con preocupación, buscando el contacto de sus ojos.
— Sí, estoy bien. Solo... estaba observando. — Ángeles intentó sonar casual, pero su voz temblaba ligeramente.
— ¿Estás segura? — Cate tomó una mano de Ángeles con ternura. — Puedes hablar conmigo si necesitas.
Ángeles sintió el calor de la mano de Cate y el peso de sus palabras. Aunque deseaba abrirse, el miedo a no ser comprendida o a ser una carga la detenía. Sin embargo, el contacto y la preocupación de Cate la hicieron sentir una punzada de vulnerabilidad.
— Solo... solo me siento un poco fuera de lugar. — Ángeles finalmente admitió, su voz apenas un susurro. — A veces, parece que todos tienen un lugar aquí, y yo me siento como si estuviera observando desde fuera.
Cate la miró con una mezcla de comprensión y afecto, acercándose aún más.
— Ángeles, tú también tienes un lugar aquí. Eres una parte importante de nuestra vida, y me importa mucho cómo te sientes. — Cate le dio un suave abrazo, tratando de transmitir todo su apoyo y cariño.
Ángeles se hundió en el abrazo de Cate, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.
— Cate, ¿puedes abrazarme un poco más? — Ángeles se acurrucó más cerca de la rubia, necesitando desesperadamente su contacto. La celosía que sentía por Emilia y la inseguridad que la agobiaban se aliviaron un poco en los brazos de Cate.
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ÁNGELES
FanficÁngeles Francés, una joven estudiante de licenciatura en artes, llegó a la majestuosa hacienda Las Rosas, donde había sido contratada para trabajar como niñera. Proveniente de una familia modesta, había aprendido a luchar por sus sueños, y este trab...