LXXIII: Hamzeh y Umay

22 2 2
                                    


Desde aquel día Zeth se levantaba para tomar las comidas en la mesa. Aún no podía usar mucho su brazo derecho ni agacharse y hacer esfuerzos, pero se las arreglaba para empezar a ocuparse de Layl y de ayudar con algunas tareas en la casa. Había calentado agua para preparar la tina de su cuarto, y cuando iba entrando a la cocina se detuvo en seco al escuchar la voz de la señora Zeynep que conversaba con Samira.

-... Es de mi total confianza, ayudó a muchas mujeres a traer a sus hijos a este mundo. Si quieres puedo llevarte con ella así puedas preguntarle lo que quieras saber. –

-Se lo agradezco Zeynep, pero no creo que sea necesario...-

-Si tu sangrado de este mes ya se detuvo es el mejor momento, con ayuda de Hurre podrás saber exactamente que días estarás mas fértil para concebir. -

-P-pero nos espera u-un largo viaje, no creo que sea un buen momento para preocuparme por eso ahora. - dijo Samira avergonzada.

-Mi niña, te vi tan angustiada el día que bajó tu regla que solo quiero ayudarte a estar mas tranquila con ello. Hurre conoce el cuerpo de las mujeres del derecho y del revés. Si quieres darle un hijo a tu marido, ella te indicará como hacerlo. –

-Y-yo... no creo que... es que... me apena mucho hablar de estas cosas. -

-Si no quieres que te revise, no lo hará, pero habla con ella y sácate tus dudas. Mañana a la mañana podremos ir.

Zeth pudo notar la incomodidad en la voz de Samira y decidió abrir la puerta para cortar aquella charla, pues era consiente que no habían consumado su matrimonio y por lo tanto era imposible que Samira esté embarazada. ¿O acaso, aquel Josh...? "No, no, no, no pienses como un idiota" se dijo a si mismo. Al fin y al cabo, el era el que trataba de mantener las distancias también, pero aquí y ahora Samira estaba tratando de aparentar ser un matrimonio consolidado frente a estas personas y el podía colaborar en ello.

Abrió la puerta de la cocina ruidosamente para pasar con el balde con agua caliente.

-Por los dioses Zeth. Dame ese balde, no puedes hacer esfuerzos aún...- Exclamó Samira que lo miró con un alivio enorme al verlo entrar.

-No es pesado para mi, deja que lo lleve al cuarto...-

- ¡Zeth! Por favor...- insistió ella.

-Está pesado para ti, déjamelo a mi... no estoy esforzándome nada, mira...- Zeth mostró como con su brazo sano podía levantar el balde sin esfuerzo. – Dejaré este y luego iré por el otro, no traigo los dos para no usar el brazo herido... Me estoy cuidando. - Explicó con paciencia.

El se dirigió al cuarto y Samira lo siguió.

-Yo lo sostengo en lo alto y tu solo vuélcalo para llenar la tina – dijo cuando llegó hasta la tina.

-Debería hacer esto yo... - dijo Samira ayudando a volcar el agua caliente.

-Puedo hacerlo yo también. ¿Está muy caliente para ti? - Preguntó Zeth.

Samira sumergió su mano en el agua y negó con la cabeza.

-Entonces úsalo tu primero. Luego iré yo- dijo saliendo de la habitación para ir por el otro balde.

- ¿El doctor ya te dijo que podías mojar tus heridas? - preguntó Samira siguiéndolo.

-Si, eso le dijo, solo que no deberías dejar que se lave el cabello solo, la sutura del hombro es mas grande, no debe mover mucho ese brazo. - dijo Zeynep.

-Tengo dos brazos, el otro esta muy sano y fuerte aún. - Dijo Zeth saliendo de la cocina y sin demora volvió a entrar con más agua caliente. – ¿Lo ven? – Levantó el balde con su brazo izquierdo hasta la altura de su pecho sin esfuerzo alguno.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora