Jennie, una modelo y abogada argen-coreana de 25 años, desempleada y con una gran lista de deseos, decide abandonar su país natal, Corea del Sur, para encontrar una nueva oportunidad en Francia y vivir allí, donde conocerá a una joven, con muchísima...
—Noté que se resistió, ¿pusiste en marcha tu plan?
—Sí—le di la caja con el chip—. Lo robé, podemos entrar desde tu computadora.
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Mi padre se encargó de solicitar a un profesional para que nos revele todos los datos del chip de Lisa, en particular, las conversaciones con esa tal Jennie, conversaciones con sus amigos, fotos y demás.
—¿Vas a dejárselas en su oficina?—crucé una de mis piernas por arriba de la otra con molestia.
—No, las pasará de largo—me las entregó—. Ve y déjaselas en su departamento, ¿tienes la llave aún?
Afirmé.
Me despedí y rápidamente fui hacia su departamento, con ayuda de la copia que había hecho de sus llaves.
Lentamente la abrí, adelantándome a la sala principal y oliendo el aroma a vainilla que lo caracterizaba.
Bien sabía que ella no estaría aquí, un domingo por el mediodía, probablemente estaría en casa de su madre, o con esa asquerosa mujer.
Dejé un sobre con gran cantidad de contenido dentro, como conversaciones que marcaban infidelidad, burlas hacia mi relación, fotos junto a sus amigos y con ella en sus tontas salidas de inmaduros.
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—¿Y si me encuentro con ella?
—Lisa, es tu novia—rodó los ojos—, en algún momento volverás a verla—palmeó mi hombro y se alejó de mi lado—. Tarde o temprano.
—No quiero volver a mi departamento—protesté siguiéndola hacia el baño.
—Pero tienes todas tus cosas allá—me miro de arriba hacia abajo al encontrarse con la puerta—. Sal de aquí, puerca. Debo ir al baño.
—No me importa, todo lo que quiero esta acá—comenté y finalmente cerró la puerta en mi cara.
Como no queríamos quedarnos encerradas todo el domingo en su departamento, además de que era feriado, ningún lugar estaba abierto, me propuso ir a la casa de su jefe a almorzar pastas.