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Aurel estaba allí, de pie junto a Bill Cipher, pero algo en su mirada estaba vacío, ausente. Era como si la chispa que una vez lo había hecho humano se estuviera desvaneciendo. Ford sintió que su corazón se encogía de dolor, pero no podía permitirse mostrar debilidad, no cuando estaban tan cerca del final.

Bill Cipher flotaba con una confianza irritante, su único ojo centelleando con diversión perversa. Sabía que tenía la ventaja, pero también sabía que los hermanos Pines no se rendirían tan fácilmente. Esa obstinación era lo que los hacía tan divertidos de manipular.

—Oh, seis dedos, estás tan cerca de perderlo todo, pero aún te aferras a esa ridícula esperanza. ¿No te das cuenta? Aurel ya ha elegido. Está conmigo, y no hay nada que puedas hacer al respecto —dijo Bill, su tono suave pero cargado de amenaza.

Ford apretó los puños, sintiendo el peso del Cristal del Destino en su bolsillo. Sabía que este era el momento que había estado esperando. Aurel tenía que resistir, aunque fuera solo un momento, para que el cristal pudiera romper la conexión que Bill había establecido.

—Aurel, escúchame —dijo Ford, su voz firme pero cargada de emoción—. Sé que puedes oírme. Sé que aún estás ahí dentro, luchando. Por favor, hijo, no dejes que te controle. Eres más fuerte que él.

Por un momento, Ford vio algo en los ojos de Aurel, una chispa de reconocimiento, una lucha interna que parecía intentar liberarse. Pero antes de que pudiera hacer algo, Bill interrumpió con una risa.

—¡Qué conmovedor, Stanford! Pero es inútil. Aurel es mío, y lo será por toda la eternidad.

Aurel bajó la cabeza, su expresión aún luchando por mantener su humanidad, pero Bill levantó una mano, emitiendo un resplandor dorado que rodeó al niño, apagando cualquier resistencia.

—¡Ahora, Ford! —gritó Stan, lanzándose hacia Bill para distraerlo, con la esperanza de darle a su hermano la oportunidad de usar el cristal.

Ford no necesitó que se lo dijeran dos veces. Sacó el Cristal del Destino de su bolsillo y lo levantó en alto, apuntando directamente hacia Aurel. El cristal comenzó a brillar con una luz intensa, proyectando una serie de runas en el aire que se alinearon en un patrón específico. El poder del cristal resonó en la habitación, y por un breve instante, Bill pareció dudar, su ojo fijándose en el objeto con una mezcla de sorpresa y furia.

—¡NO! —rugió Bill, lanzándose hacia Ford para detenerlo, pero Stan se interpuso en su camino, agarrando la figura triangular con todas sus fuerzas, sabiendo que no podría contenerlo por mucho tiempo—. ¡Tú no te vas a salir con la tuya, Stanford!

Ford cerró los ojos, concentrándose en las palabras de activación que había memorizado. El cristal respondió, emitiendo un rayo de luz que se conectó directamente con Aurel. La luz envolvió al niño, quien comenzó a temblar violentamente mientras la conexión entre él y Bill se veía forzada a su límite.

—¡Aurel, resiste! —gritó Ford, sintiendo cómo el poder del cristal alcanzaba su máximo.

Aurel cayó de rodillas, gritando en un dolor que resonó en el laboratorio. Bill, aún atrapado por Stan, luchaba por liberarse, su cuerpo destellando en patrones caóticos.

—¡NO, NO, NO! ¡NO PUEDES HACERME ESTO! —vociferó Bill, su voz distorsionándose mientras la luz del cristal intentaba arrancar su influencia de Aurel.

Durante un momento que pareció eterno, la lucha dentro de Aurel se hizo visible. Su cuerpo brillaba con un resplandor dorado, pero sus ojos mostraban una batalla interna que parecía estar alcanzando su punto de ruptura. Ford se acercó más, desesperado por ayudar a su hijo.

Es tú hijo || BILLFORD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora