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La calma de la noche en Gravity Falls era engañosa, como la superficie tranquila de un lago que oculta corrientes turbulentas. Dentro de la casa de los Pines, una sensación de inquietud crecía a medida que el campo protector emitía un leve brillo, como una barrera entre ellos y el mundo exterior. Pero todos sabían que esa paz era precaria.

Aurel estaba inquieto. A medida que su poder crecía, también lo hacía su conciencia de lo que le rodeaba. Sentía las energías moviéndose a su alrededor, las corrientes invisibles que conectaban dimensiones y seres más allá de la comprensión humana. Y cada vez que cerraba los ojos, sentía una presencia que no podía ignorar: Bill Cipher estaba observando.

Esa noche, Aurel se despertó abruptamente, sus ojos dorados brillando en la oscuridad. Algo había cambiado, una vibración en el aire que no había sentido antes. Se levantó de la cama y salió de su habitación, siguiendo una extraña atracción que lo guiaba hacia el portal que Ford había desactivado tiempo atrás.

Stanford y Stan estaban en el laboratorio, revisando las últimas lecturas del campo protector, cuando sintieron el cambio de energía. Ambos se miraron, sabiendo que algo estaba a punto de suceder.

-Ford... -comenzó Stan, pero antes de que pudiera terminar, Aurel apareció en la puerta del laboratorio, sus ojos ardiendo con una intensidad que nunca antes habían visto.

-Está aquí -dijo el niño, su voz resonando con una gravedad que no le correspondía a su edad.

Stanford sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El campo protector había sido diseñado para mantener a Bill fuera, pero si el demonio estaba ya tan cerca que Aurel podía sentirlo, significaba que la barrera no sería suficiente.

-Stan, tenemos que reforzar el campo -dijo Ford rápidamente, pero antes de que pudieran moverse, una risa familiar resonó en el aire, haciendo eco en las paredes del laboratorio.

-Oh, Satanford, ¿en serio pensaste que podrías detenerme con un par de runas y un poco de ciencia barata?

La voz de Bill Cipher era inconfundible, una mezcla de burla y amenaza que congelaba la sangre. La figura triangular apareció frente a ellos, flotando en el aire como un espectro, su ojo brillante lleno de malicia.

-Bill -murmuró Stanford, apretando los puños-. No permitiré que te acerques a él.

Bill se rió, una risa que parecía llenar cada rincón del laboratorio.

-¿Acercarme? -repitió, burlándose-. ¡Oh, Satanford, estoy más cerca de lo que crees!

De repente, Aurel gritó, llevándose las manos a la cabeza como si estuviera sufriendo un dolor insoportable. Stan corrió hacia él, intentando sostenerlo, pero una fuerza invisible lo empujó hacia atrás, estrellándolo contra la pared.

-¡Aurel! -gritó Ford, intentando acercarse a su hijo, pero Bill lo detuvo, extendiendo una mano que emitió un resplandor dorado.

-Es inútil, Ford -dijo Bill, con una voz que ahora sonaba más profunda, más poderosa-. Él y yo estamos conectados. No puedes romper un lazo que está más allá de tu comprensión.

Stanford sintió una desesperación creciente. Había estudiado a Bill durante años, había intentado comprender su naturaleza, pero ahora se daba cuenta de que no estaba preparado para esto. Bill no solo estaba intentando regresar; estaba reclamando a Aurel como suyo.

-¡No puedes llevártelo! -gritó Ford, desafiando al demonio, aunque sabía que estaba en desventaja.

Bill sonrió, un gesto que no debería haber sido posible en una figura tan simple, pero que resultaba aterrador.

Es tú hijo || BILLFORD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora