I. The queen's decision

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—Mi reina, la resistencia no aguantará mucho más. Las defensas en el sur del reino merman con el paso del tiempo. El número de muertos supera al de hombres en el campo de batalla. La solución más lógica, llegado este momento, es rendirse. —Rodrik, su viejo amigo y leal consejero de su marido fallecido, le mostró la realidad sin decoro.

La reina Johanna observó el mapa en la mesa y reflexionó. Desde que el reino de Reditch les había proclamado la guerra hacía seis lunas llenas, por un mero conflicto de intereses y el deseo de apoderarse de las tierras más fértiles, su ejército real no había avanzado un paso hacia el reino enemigo. Al contrario, había retrocedido tres.

Tal vez Rodrik, estaba en lo correcto. No tenía por qué haber más víctimas si proclamaba abiertamente su rendición.

El silencio que reinaba en la estancia fue importunado a causa de una joven alfa. Aviana Roswell, una nueva promesa que con su ingenio había pasado con facilidad a formar parte de la mesa de los cinco, el consejo de sabios de la reina de Kelaris.

—Su majestad, si me permite... —La reina asintió y le concedió la palabra—. No está todo perdido. Aún podemos recurrir a la llamada de la guerra.

La llamada de la guerra. Un viejo pacto entre Casas Gobernantes que permitía a la realeza solicitar ayuda a cambio de un precio equivalente.

—Ninguna Casa Gobernante aceptará la llamada a estas alturas. —Rodrik rebatió, negando lentamente con la cabeza. Un gesto que lo caracterizaba en los periodos de desesperanza—. Con los hombres del rey Tristán en las puertas del reino ningún miembro de ninguna familia real correría el riesgo de mandar ayuda a una guerra perdida.

—Hay una Casa. —dijo, ignorando al hombre y señalando en el mapa el reino del norte. La Casa Vlozhāl. Su dedo descansó allí hasta que todos los presentes fijaron sus ojos en ese punto del mapa. Entonces lo alejó y miró los ojos azules de la reina con respeto, añadiendo—: El anterior rey jamás hubiera aceptado la llamada. Su hijo, el nuevo rey, sin embargo, puedo asegurar que está más que dispuesto. Ha estado entretenido la última luna llena conquistando con su ejército todas las regiones del norte. Ahora mismo su ejército y su reino son los más grandes conocidos en el Poniente.

Las miradas alarmadas entre los cuatro miembros restantes de la mesa no se hicieron esperar.

—¿Nuevo rey? ¿Dices acaso que el rey Johan el cruel ha muerto? Aún era joven, es imposible que un hombre como él esté muerto. Ninguna enfermedad conocida era capaz de matarlo. —Dester aseguró con incredulidad. El miembro más mayor de los cinco del consejo, un anciano siempre temeroso de las consecuencias que las malas decisiones podrían causar.

La alfa movió la cabeza de un lado a otro.

—No fue una enfermedad, fue su propio hijo, el príncipe Harry. Rey ahora.

Los cuatro hombres se alteraron ante la noticia.

«¿Su hijo lo ha matado?» «Apenas ha cumplido veintidós inviernos», fueron algunas de sus palabras.

—¿Puedes confiar en que esta noticia es cierta? —La reina cuestionó.

—Mi hermana trabaja en ese palacio desde su primer celo. Puedo asegurar que la información es incuestionable. El nuevo rey está sediento de sangre al igual que su ejército. Con tres mil de sus hombres finalizaríamos esta guerra con éxito.

Hubo un momento de silencio en el que la reina lo pensó, siendo interrumpida al instante por Dester.

—Majestad, es demasiado arriesgado. —Los tres miembros asintieron de acuerdo con él. Los hombres tras las mesas eran demasiado cobardes para tomar decisiones en guerra.

—Es la única esperanza —Aviana argumentó. Parecía pelear contra la insensatez. Si no hacían nada y se rendían, nada les aseguraba que el rey Tristán los dejaría vivir como prometía. Aviana había aprendido por las malas que no debía tomar en serio la palabra de un alfa, sobre todo la de un rey—. Nuestros hombres se mueren y los enemigos avanzan. Su majestad, la decisión es suya, cumpliré lo que me ordene hasta el fin del mundo si fuera preciso.

—Mi reina, meditadlo con calma —Rodrik sugirió—. El pago que podría pedirle un ser como él podría ser arriesgado. Si los rumores son acertados el hijo del rey cruel, es más salvaje y despiadado que un alfa, es lo que se conoce como enigma.

Un enigma. El primero en la pirámide de poder de los géneros secundarios. Su poder y crueldad podría igualarse a la de diez alfas en su plena madurez. Acercarse a uno era peligroso, intentar formalizar un pacto podría ser incluso un suicidio. Y sin embargo las alternativas eran tan pocas que Johanna prefirió el riesgo.

—No hay nada que deba meditar. Mi decisión ya ha sido tomada. Prepara el carruaje, vamos a hacerle una visita al nuevo rey de Vesfold.

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El rey en el trono observó con pretensión a la reina del extranjero mientras ella clamaba por ayuda. Era enorme e irradiaba cierta ira que, incluso bajo la máscara de plata que ocultaba gran parte de su rostro, Johanna sintió. No había aroma en el aire proveniente del enigma, ningún gruñido o sonido, incluso con ello Johanna intuyó a medida que terminaba de explicarse que el rey no mostraba interés.

—La reina insinúa que por el pacto entre nuestros ancestros debería prestarle una parte de mi ejército para que gane la guerra contra el rey de Reditch. También podría esperar a que conquistaran vuestro reino e intervenir entonces, haciéndome con dos reinos en una batalla. —Johanna apretó los dientes y miró con severidad a la joven alfa que había mencionado pedirle ayuda al nuevo rey del norte. El rey interrumpió la gravedad de sus pensamientos, añadiendo—: Sin embargo lo haré, le prestaré diez mil de mis mejores hombres para que gane su guerra, reina Johanna.

La tensión en el cuerpo de la reina beta se alivió y volvió a respirar con tranquilidad, al igual que Aviana. Eran más hombres de los que podía necesitar. Todos alfas con basta experiencia en el campo de batalla. La guerra estaba ganada.

—Estaré realmente agradecida. El rey del norte y su simiente tendrá mi eterna gratitud y-

Él detuvo su discurso ahí.

—No he terminado. Como sabe hay un precio que deberá pagar a cambio.

Con la emoción había olvidado que en el mundo no había nada que no debía pagarse tarde o temprano y el rey del norte quería ese pago de inmediato

—Le daré lo que desee.

—He oído que tiene cinco hijos, todos omegas. —Johanna asintió, comenzando a sospechar las intenciones del enigma—. Los traerá ante mí y me dará uno. Yo decidiré cuál.

Los labios de Johanna dibujaron una fina línea.

—¿Puedo preguntar por qué necesita un omega? —Fue más curiosidad que preocupación lo que la motivó a cuestionar.

El rey no le concedió esa satisfacción.

—No necesita saberlo. ¿Cumplirá mi petición a cambio de mis hombres?

Johanna se arriesgaba a entregar uno de sus preciados hijos a un hombre con intenciones desconocidas. Podría quererlo como acompañante u objeto con el que calentar su cama las veces que fuesen necesarias... Las posibilidades eran inciertas. Pero no le importó. La guerra amenazaba con destruirlo todo y la reina Johanna tomó una decisión.

—Lo haré. Regresaré en dos días con mis hijos y le concederé uno como pago por sus hombres.

Una sonrisa amarga se extendió en el rostro del rey mientras la reina del este se marchaba a cumplir su promesa. Quienes vendían a sus propios hijos por el bien de su reino eran peor que la escoria. Pero Harry necesitaba un omega y esta era la forma más sencilla, ningún otro reino hubiera aceptado casar a alguno de sus jóvenes omegas con el hijo del rey cruel del norte, el asesino de su padre con la fama de un salvaje.

Un omega para el reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora