Capítulo 13

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Se había despertado en el piso de Monique, como era de esperar. Estaba molesto y despechado, claro que acabaría allí. Pero seguía igual de insatisfecho, incluso más.

Daba igual, se limitó a vestirse y a marcharse antes de que Monique le preguntara por aquel repentino interés. Se pasó la tarde haciendo deporte. Después se duchó e hizo su maleta sin ninguna gana. Puso la correa a Nike, y con su bolsa a la espalda salió del piso. Una vez en el garaje de su edificio, abrió su coche, dejó a Nike en la parte de atrás, que se tumbó de inmediato. Tiró de malos modos su bolsa en el maletero y se apresuró a arrancar. Era casi una hora de camino. Encendió la radio y dejó que la emisora de deportes lo distrajera de todo lo que tenía en la cabeza en ese momento.

No sabía cómo Youngjae lo había convencido. Tal vez había ayudado los tres CDs de edición coleccionista que le había regalado a cambio de acompañarlo. Aun así no sabía si valía lo suficiente para lo que estaba a punto de hacer.

Fue más de una hora en coche. Entre los dos se habían fumado casi dos cajas en el trayecto. Estaban igual de nerviosos, cada uno por sus respectivas razones, pero al mismo nivel. Sin embargo, a Mark, según pasaban los minutos y el humo salía por sus pulmones, la ira le iba aumentando y los nervios disminuyendo. Estaba más relajado, todo lo contrario que Youngjae, cuando vieron la calle de la casa de los Wang. El bajito tardó una eternidad en aparcar, no acertaba a colocar el coche de manera correcta.

—¿Quieres que aparque yo? —inquirió Mark, pero la única respuesta que obtuvo fue un gruñido.

Cuando finalmente lo consiguió, bajaron del coche. Mark miró la fachada de aquella casa en la que tantas veces había estado. Era tan extraño estar frente a ella después de todo y tanto. Youngjae sujetaba una botella de champán, la cual había comprado en el supermercado de la esquina. Era la más cara de allí, pero cuarenta dólares no aseguraba que fuera de calidad. Mingyu aseguró que si servían meado de gato y aseguraban que valía doscientos dólares, dirían que estaba delicioso. Aunque claro, Mingyu detestaba a los ricos, bueno, a los ricos, a los presumidos, a los snobs... Esa raza que estaba a millas luz de ellos.

—¿Crees que deberíamos haber traído otra cosa? —preguntó Youngjae cuando Mark comenzó a caminar hacia la puerta.

Mark se volteó.

—Eso está bien. De todos modos cualquier cosa que trajéramos la iban a tirar en cuanto llegáramos.

Youngjae frunció el ceño.

—Eso no anima.

—Vengo a cubrirte, no a animarte. —dijo agarrando a Youngjae del brazo para que comenzara a caminar. —Y ya es más de lo que haría cualquier padrino.

—Te he regalado tres CDs. —le recordó su amigo.

—Sigo preguntándome si me has dado suficiente.

Llegaron hasta la elegante entrada de la casa. Ya estaba anocheciendo, y las luces del jardín estaban encendidas, al igual que las del interior. Ambos se quedaron varios segundos sin hacer nada ante la puerta.

Mark miró a Youngjae.

—¿No vas a llamar?

Youngjae parecía estar a punto de echar a correr al coche y no volver nunca más.

—Siento que por mi culpa tengas que volver a reencontrarte con él después de dos años. —dijo de pronto para sorpresa de Mark.

Es cierto, Youngjae no sabía que ya había tenido lugar ese reencuentro, y Yifei tampoco. Aunque no se lo diría. De pronto, el más bajito sintió la mano de su amigo en el hombro.

—Lo harás bien. —lo animó. —Vamos preparados para miradas desaprobadoras, comentarios despectivos, desdén, altivez e incluso insultos. No es nada que no hayamos tenido que aguantar antes.

Sólo tres deseos - 爱 // MarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora