La música retumbaba fuertemente, las luces intermitentes pintaban el ambiente en con colores vivos y cambiantes. Una jaula llena de cuerpos sudorosos se encontraba a mis pies, los tragos iban a de aquí para allá mientras se derramaba poco más de la mitad del contenido por culpa de los movimientos descontrolados de las personas al bailar. Lo típico de un club estadounidense, en donde no te tenían la mínima de respeto como para no pegarte la polla en el trasero, o el trasero en la polla, con toda la intención. Y si no era así, no se detenían un momento a pedir disculpas.
El aire pesado me provocaba sofocación, y el vestido que Cassandra había elegido para mi no ayudaba mucho con mi estado de ánimo; este era un ambiente para ella, no para mí.
Le di el último trago a mi Martini, era el tercero que había bebido en lo que llevaba aquí. Al momento de dejar la copa sobre la mesa ya se encontraba otro listo para mí, y ese no lo bebería.
—¿No quieres otro? — pregunto Sabine viendo la copa, simplemente me limite a negar— No hay problema, me lo tomo yo.
Asentí echándole un vistazo al lugar, la zona vip estaba un poco mas controlada que lo demás, los pequeños sofás eran cómodos haciendo juego con el color de las paredes. La barra estaba a un costado un tanto lejos, las mesas llenas de cualquier tipo de licor, cigarros, y alguno que otro sobrecito blanco o con pastillas.
Para mí, lo mejor eran los sofás.
Mire la punta de mis tacones mientras pensaba en la hora de irme, de verdad que no quería estar aquí. Estaba cansada luego de un día en la empresa, habíamos tenido una reunión con algunos accionistas para buscar una solución a problemas con las rutas. Y cuando por fin pensé que iba a tener un descanso de personas que solo se preocupan por gastar dinero y ganar el doble, Cassandra me rogo que saliera con ella y sus amigos a "divertirnos" en un nuevo club de la ciudad.
—Oye Victoria, me iré con alguien ahora, nos vemos en casa.
—¿Es en serio?, Cassandra no te puedes ir— me pare tomándola del brazo antes de que se marchara.
—Claro que puedo, solo dile a mi padre que me fui con Sabine a su casa.
Se soltó de mi agarre, a lo lejos la observe yéndose con un tipo, feo y viejo. No me sorprendía, Cassandra a veces hacia cosas un poco cuestionables para ganar algo a cambio, dinero no era. Se lo pregunte una vez y no me supo contestar, o tal vez no quiso. Desde que padre le dijo lo que paso con madre ella cambio mucho con todos, especialmente conmigo.
Le eche un ultimo vistazo antes de que mi mirada se topara con la de alguien más, unos ojos me recorrieron el rostro con una sonrisa provocadora. Mirando a aquel hombre por ultima vez me di media vuelva directo a la barra.
Mientras esperaba pensaba en Cassandra, y en que ojalá mañana llegara bien a casa, sobre todo en que no le hicieran daño en lo que sea que estuviera haciendo. Sabia que disfrutaba de su sexualidad muy abiertamente, lo sabía por lo que se escuchaba en su habitación cuando padre no estaba y ella aprovechaba para meter a alguien a casa, y entre sus piernas.
—Un manhattan, por favor— pedí al barman mientras buscaba mi tarjeta en la cartera.
—Que sean dos, yo invito— no me tome la molestia de volver para ver quien era, no pensaba aceptar.
—No.
Sentí como alguien se colocó a mi lado, rozando mi brazo desnudo con el suyo. Simplemente decidí ignorarlo y hacerme a un lado, dejando el espacio suficiente para no tener ningún tipo de contacto con este desconocido.
—¿No? — su tono burlón me sacó de mis casillas, si de por si no estaba con mucha paciencia, este ser se había encargado de extinguirla completamente.
—Dije que no.
Me gire enfadada dándole la cara, y nuevamente aquellos ojos me estaban mirando junto con la misma sonrisa de unos minutos antes. ¿Quién es este tipo y por que me mira y sonríe así?
—Bueno, — dijo mientras sonreía aun mas— entonces la casa invita. Dos manhattan.
Respire profundamente mientras él le hacía señas al barman.
—Entonces, ¿me dirás tu nombre? — su cuerpo se apoyo en la barra, permitiéndome darle un vistazo rápido, camisa y pantalones de verter negros, qué más puedo decir.
—No.
—¿Por qué no?
—¿Por qué tendría que hacerlo? — devolví la pregunta retándolo con la mirada, sin dejarme intimidar ante sus ojos oscuros.
—Porque te invite un trago, es justo que me des tu nombre a cambio. — la intensidad de su mirada me hizo querer seguir en este juego tonto. Sabiendo que tengo las de ganar, sonreí con suficiencia.
—Yo no te pedí nada.
—Muy bien, tu ganas— admitió luego de sonreír con diversión— Entonces te pido yo a ti que me digas tu nombre.
—Elena.
Me miro fijamente por algunos segundos, hasta que volvió a sonreír de la misma manera.
—¿No preguntarás el mío?
—No es algo que me interese.
La diversión pinto su rostro como si fuera algo que le gustara, ¿a quien diablos le gusta que le demuestren desinterés de esa forma?
Después de ese trago vinieron unos cuantos más, los suficientes para ponerme de muy buen humor, y la compañía no era del todo mala. ¿Qué me sacaba un poquito de quicio? Si, ¿Qué se pasaba de coqueto? También, pero nada que no pudiera soportar bajo los pequeños efectos del alcohol.
¿Pero saben que no solo el alcohol estaba afectando mi cuerpo y pensamientos? Pues no.
Había algo más, su maldita sonrisa provocativa y esa mirada intensa me estaban poniendo un poco bochornosa, entre el calor del ambiente, la tensión corporal y el alcohol; se termino nublando mi juicio en uno de sus comentarios fuera de lugar.
Y así, también termine encerrada en uno de los cubículos del baño con él metido entre mis piernas.
Culpo al licor por todo, y sobre todo por el recuerdo de escucharlo gimiendo mi nombre; Victoria.
Al final si me divertí.

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Más allá del deber
RomanceUna noche en un club, acabaría siendo el comienzo de una historia que jamás debió ser. Mi nombre es Victoria Vanderbild, y hice algo que estaba más allá del deber.