Accidente que induce a la agonía.

3 1 0
                                    

Es hasta divertido lo rápido que puede cambiar la alegría a la tristeza. Da una diversión engendrada de la incredulidad y el desconcierto, ambas que te hacen reír mientras gritas y lloras por lo sucedido.

¿Por qué?

Las imágenes se graban en tu memoria. Algunas son antes del accidente, otras durante y un par en el después. A veces comienzan siendo borrosas e inconexas y se quedan así por un tiempo, pero hay ocasiones en que son detalladas. Como si con solo cerrar tus ojos pudieras volver a ese día, vivir ese día. Morir en ese día.

¿Por qué?

Ella es una niña. Una pequeña de ojos fulgurantes y sonrisa cándida. Ella ríe y sonríe mientras habla con su hermano mayor, un joven cálido y amable. Van en un auto, un viaje familiar planeado desde hace meses. Sus padres trabajaron duro para tener esos días libres, y ella y su hermano desbordan de felicidad por ello. Todo es perfecto, un hermoso y dulce momento en el tiempo destinado a grabarse en la memoria y ser el mejor recuerdo.

Y entonces, cuando el regocijo predomina en cada uno de ellos y todo parece ir de maravilla. El fiero y voluble destino decide reemplazar la alegría con la tristeza. Es súbito y terrible, como un azote que lastima la piel del inocente dejando la cicatriz más profunda, luego de que la herida haya sangrado lo suficiente como para manchar el alma.

Un segundo, solo se necesita un segundo para que la muerte y la tragedia se presenten.

Un grito del padre rompe la calma, la madre trata de salvar a sus hijos. Solo el mayor comprende el terrible suceso que está ocurriendo. La muchacha se aterra y se aferra al niño, quien con una sonrisa de lágrimas se despide.

Todo se vuelve oscuro. Todo queda en silencio.

·

·

·

·

Ella oscila entre la inconsciencia y la consciencia. Presa de un estado de obnubilación que le impide pensar. No siente dolor y no puede moverse, todo su cuerpo está entumecido, como si de pronto sus energías se hubieran drenado hasta que no quedó nada. Su aliento resuena en sus oídos y sus latidos martillean su cabeza.

Sus recuerdos están difusos. ¿Dónde está? ¿Qué fue lo que pasó?

Intenta abrir sus ojos, un mundo de manchas con extraños colores la recibe. Nada tiene forma, nada tiene sentido. Siente sus párpados pesados, como si estuvieran hechos de plomo. Los cierra cuando no resiste más, lo que la deja en un mundo negro lleno de sonidos indistinguibles.

Con esfuerzo mueve ligeramente sus dedos, estos rozan una superficie granosa, un polvo se adhiere a su piel: es tierra. Poco a poco, gracias a ese leve movimiento, se va haciendo consciente de que su brazo derecho está presionado contra el suelo, sus piernas y costado derecho de su cabeza igual. Sus cortos cabellos le hacen cosquillas en la mejilla, y su vestido lude su carne por las sutiles brisas.

Su nariz no solo logra atrapar el olor propio de la tierra, sino que también pudo captar un molesto y raro olor que le recordó al que las tostadas tenían, cuando su papá las quemaba por accidente. Toda esa mezcla fue desagradable e ineludible, lo único que puede hacer es tratar de tolerar tal fragancia.

Está acostada en el suelo, de lado y con el cuerpo aún inmovilizado por un peso invisible junto a un olor incómodo. No le gusta, más ese sentimiento no logró prosperar en ella.

No siente miedo, hay algo en ella que bloquea esa emoción. Una calma mezclada con una innegable sensación de protección; algo en ella hace todo lo posible por protegerla. No sabe por qué, tampoco tiene energías como para cuestionarse eso, es casi como una aceptación de su subconsciente a todo el sin sentido en el que está atrapada. Eso podría ser muy inquietante si esa extraña energía pudiera caer ante los retazos de esa emoción, las llamas de la frustración ni siquiera tuvieran oportunidad.

Pérdida que Lacera y Sutura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora