Capítulo 32

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Lali estaba cómodamente instalada en el sofá del living, hablando en voz baja con sus amigos de España. Bruno, exhausto, dormía plácidamente sobre su regazo, aferrándose a su mamá en un abrazo tiernamente apretado. Mientras Lali reía y mantenía una conversación animada, su mirada se desvió hacia el piso de arriba, donde Alma, la hija de Peter, normalmente se mantenía en su propio espacio.

De repente, el teléfono de Lali vibró suavemente en su mano. Era una llamada de Alma. El nombre de la niña en la pantalla le sorprendió, ya que Alma, a pesar de su presencia constante en la casa, solía ser bastante reservada y rara vez iniciaba conversaciones con ella. Intrigada y con un leve presentimiento de que algo podría estar mal, Lali dejó a Bruno en el sillón con la mayor delicadeza posible para no despertarlo.

Al llegar arriba, Lali se dirigió hacia la habitación que, aunque era originalmente para huéspedes, Alma había hecho suya. Al abrir la puerta, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver cómo la niña había decorado el espacio a su gusto, llenándolo de colores suaves y detalles que reflejaban su personalidad tímida pero dulce.

Lali tocó la puerta del baño y, con una voz suave, preguntó si todo estaba bien.

—¿Todo bien, Alma?

Desde el interior, Alma respondió, su voz temblorosa.

—¿Podes entrar?

Lali abrió la puerta y entró en el baño, encontrándose con Alma que estaba sentada en el borde de la bañera, visiblemente angustiada. Alma tenía los ojos llenos de lágrimas y, al ver a Lali, se encogió un poco.

—¿Qué sucede, Alma? —preguntó Lali con ternura, notando de inmediato que algo preocupante estaba ocurriendo.

Alma, con la voz temblorosa, finalmente se animó a hablar.

—Es que... no sé qué me pasa. Me ha venido algo... y no sé qué hacer.

Lali, al darse cuenta de que Alma había tenido su primer período, se arrodilló a su lado y la miró con comprensión. Con un gesto tranquilo y reconfortante, Lali le tomó la mano.

—Entiendo, Alma. Es tu primer período. Es algo completamente normal.

Lali se levantó y, con calma, fue a buscar algunos productos de higiene femenina que había en el armario del baño. Al volver, le explicó a Alma de manera sencilla cómo usar los productos y qué esperar en los próximos días.

—No tienes de qué preocuparte. Esto es parte del crecimiento.

Alma, aún algo nerviosa, se sintió reconfortada por la calma y el apoyo de Lali. La abrazó, y Lali la rodeó con los brazos, dándole un abrazo cálido que hizo que Alma se sintiera mucho más tranquila.

Mientras Alma, con lágrimas en los ojos, se dirigió a Lali con la hablaba con voz entrecortada:

—Lali, mi mamá me había contado lo que era, pero no esperaba que me pasara ahora... Me asusté mucho.

—Entiendo que esto puede ser un poco abrumador al principio. A veces, cuando menos lo esperamos, estas cosas suceden. Pero quiero que sepas que está bien sentirse así, y que no estás sola en esto.

Alma asintió, aunque aún estaba visiblemente inquieta. Lali continuó, con tono tranquilizador:

—Si necesitas hablar con alguien más o si te sientes incómoda, puedes hablar con Manuela también. Es tu mamá por ahí puede ayudarte mejor.

Alma, aunque se sentía un poco más aliviada, no pudo evitar mostrar un rastro de tristeza en su rostro.

—Lali, hay algo más... Me he peleado con mamá. —dijo Alma con voz temblorosa.

Vínculos RenacidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora