Capitulo Uno

578 43 0
                                    



La tormenta que rugía en el exterior cancelaba la señal. Fluke emitió una maldición tensa mientras con dedos trémulos apretaba la tecla de «rellamada» antes de llevarse el móvil al oído.

El miedo reptaba por su piel como un enjambre de arañas. No podía dejar de temblar. Necesitaba establecer la llamada. -Vamos... -rezó cuando no sucedió nada.

Cinco minutos atrás, iba de un taxi a su apartamento sin otra preocupación que escapar de la lluvia. Había tenido un día infernal desde el momento en que aquella mañana se había quedado dormido. En su prisa por alcanzar el vuelo a París, había dejado el apartamento sin recoger el móvil, sin el cual se había sentido desnudo todo el día.

Y para colmo, la reunión no había valido el tiempo que había perdido para celebrarla. Había descubierto que los supermodelos temperamentales y los diseñadores gráficos dotados no casaban, en particular cuando el supermodelo en cuestión le echaba un vistazo a la figura esbelta de el diseñador gráfico y al instante lo consideraba una amenaza a su vanidad. No tenía ni idea de por qué demonios el idiota había llegado a pensar que un castaño de un metro setenta podía competir con un rubia de un metro ochenta con unos pómulos que eran la envidia de cualquiera. Pero toda esperanza de que le permitiera diseñar su página web de autopromoción se había desvanecido en el aire.

Fluke había regresado a Londres con el peor tiempo imaginable, luchado por conseguir un taxi y se había empapado en el trayecto. Lo primero que vio al cruzar la puerta del apartamento fue el móvil en la mesilla del pasillo. Había recibido más de una docena de llamadas, casi todas de su socio, Joshua, que quería saber por qué no contestaba.

Pero fue otro mensaje el que lo había sumido en ese estado. «Fluke», decía. «Llámame a este número en cuanto puedas. Ha habido un... accidente».

Un accidente... le costó tragar saliva.

No había dejado ningún nombre, pero a través de la estática, su voz suave, profunda, con acento, le había resultado lo bastante familiar como para llevarlo a un estado de pánico.

Adivinó que la llamada era del marido de su hermano, Angelo... y si le había dejado un mensaje de ese tipo, sólo podía ser porque involucraba a Keith.

-Maldita sea -musitó al no conseguir conectar, y volvió a darle a la tecla de rellamada cuando sonó el timbre.

Con dedos nerviosos, se alisó el pelo mojado por la lluvia antes de llevar la mano al picaporte. Abrió, demasiado preocupado como para preguntarse quién podría haber del otro lado. Por eso fue una conmoción encontrar allí a la última persona en la tierra a la que habría podido esperar.

Medía más de un metro ochenta y cinco y llevaba puesta una gabardina negra. Era tan ancho de hombros, que casi abarcaba la puerta entera.

Durante unos pocos e incómodos momentos, se sintió lo suficientemente mareado como para sujetarse a la puerta mientras él llenaba el espacio como una fuerza oscura y gélida. -Ohm -susurró.

Él no pronunció ninguna palabra, pero alargó el brazo para quitarle el teléfono de los dedos entumecidos, luego comenzó a conducirlo al interior del apartamento.

Como la danza de dos polos opuestos, entraron en el vestíbulo sin invadir el espacio defensivo de cada uno, hasta que él quedó con la espalda contra la pared, los ojos muy abiertos y la mirada clavada en él, mientras Ohm le daba la espalda y con un silencio pesado cerraba la puerta.

El tamaño del vestíbulo de pronto encogió, y extrañamente él sintió que también encogía en un esfuerzo por alejarse de lo que tenía que encarar.

Falsa traiciónWhere stories live. Discover now