Capitulo Siete

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Si supiera lo que pasa por mi cabeza, pensó Fluke.

-No he visto señal de que tu fachada fuera a agrietarse -replicó Fluke con tono distante.

-Por dentro está agrietada... sangrando -lo sorprendió con esa hosca admisión-. Toma, bébete esto -le puso una copa en la mano.

-¿Qué es?

-Brandy. Te ayudará a entrar en calor. Corres el peligro de convertirte en una escultura de hielo -alzó la mano y le apartó unos mechones de pelo de la cara.

Alguien apareció en la periferia de su campo de visión. Era Renata; al ver la intimidad en la que se hallaban, se puso tensa. La hermana mayor de Ohm era una de las personas más agradables que se podían llegar a conocer, pero se esforzó por mirar a Fluke sin revelar su desaprobación.

-Mamá ha bajado y pregunta por ti, Ohm -le informó a su hermano con rigidez.

-Iré en un momento -aceptó sin apartar la vista de Fluke.

-Mamá ha dicho...

-En un momento, Renata -interrumpió con voz tajante.

Ésta dio media vuelta y se marchó, dejando un silencio incómodo a su espalda.

-No has sido muy amable -lo reprendió.

-No me siento con ganas de serlo -explicó-. Durante todo este terrible día, has parecido una solitaria y frágil pieza de porcelana que alguien dejó y olvidó recoger. Yo quiero recogerte y no dejarte nunca.

-No -dijo Fluke con voz trémula. No tenía derecho a decirle cosas como ésa... y menos después del modo en que lo había utilizado la noche anterior.

-Necesitamos hablar. Lo de anoche no debería haber terminado como lo hizo.

-No quiero hablar del tema -intentó seguir los pasos de Renata.

Ohm le bloqueó la salida.

-Tenemos que hablar de ello -insistió-. Hay cosas que anoche debería haberte dicho. Pero como no van a surgir por arte de magia, necesito que las escuches.

-¿Escuchar qué... más insultos?

-No -rechazó con impaciencia-. Lo del matrimonio -explicó-. Has dicho que no te casarías conmigo por el bien de nuestro hijo, pero...

-¡No hay ningún hijo! -intervino Fluke.

-Ohm... -en esa ocasión los interrumpió la voz más suave de Sofía-. Lamento molestaros, pero ha llegado el signor Lorenzo. Quiere...

-Voy -soltó con creciente impaciencia.

Sofía no pensaba insistir, porque se marchó sin decir otra palabra.

-Ve junto a tu madre o con el señor...

Pero Ohm no iba a ninguna parte.

-Escucha -instruyó-, porque no tengo tiempo para ello pero sé que ha de decirse -respiró hondo-. Quiero que pienses en Rose. Quiero que hagas a un lado tus propios sentimientos, y también los míos, y que pienses en esa niña y en lo que es mejor para el bebé.

-Rose se irá a casa conmigo. Pienso...

-¡No! -espetó. Lo sujetó por los hombros y a punto estuvo de tirarle la copa de brandy-. Sabía que planeabas algo así -soltó como si se tratara de una maldición-, pero no puede ser.

-¿Por qué no?

-Porque...

-Ohm...

Reconoció al instante esa voz.

Falsa traiciónWhere stories live. Discover now