La preparación de año

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Xavier acomodaba pacientemente los libros en su oficina, su espacio de refugio en el caótico edificio de la facultad. Las paredes estaban revestidas de estantes llenos de libros en diferentes idiomas, carpetas etiquetadas y alguna que otra taza olvidada de café. Fue entonces cuando se acercó Luis, su colega y buen amigo, con una sonrisa de entusiasmo.

—Hola, Xavier. ¿Ya viste a tu grupo de este semestre? —preguntó Luis con tono jovial.

Xavier apenas alzó la vista, concentrado en encontrar el lugar correcto para una edición antigua de uno de sus libros.

—Hola, Luis. No, aún no los he visto. Pero si dices que son buenos, te creo.

Luis soltó una risa breve y miró alrededor de la oficina, como quien busca algo que inspire un comentario más personal.

—Y, dime, Xavier, ¿Cuándo vas a sentar cabeza? Ya va siendo hora de que tengas una pareja, una familia...

Xavier, con una expresión de desaprobación, dejó de ordenar por un momento y lo miró fijamente.

—¿Viniste a hablar de mis estudiantes... o a analizar mi vida personal?

Luis, aparentemente sorprendido, levantó las manos en señal de rendición.

—Está bien, está bien, hablemos de tus estudiantes. —Se acomodó la corbata, como si eso le diera más formalidad—. Tienes un buen grupo este semestre, de verdad. Pero entre ellos, hay algunos que destacan. ¿Conoces a Amelia Gaete?

El nombre hizo que Xavier desviara por fin la vista de sus libros.

—¿Amelia Gaete?

Luis asintió y esbozó una sonrisa complacida.

—Es encantadora, Xavier. No es la mejor en calificaciones, pero se nota que le apasiona. Dale una oportunidad, creo que te sorprenderá.

Con esa última frase, Luis se despidió, dejando a Xavier con la curiosidad en mente y la tarea de dar su primera clase a un grupo que, según Luis, prometía ser memorable.

Amelia Gaete se despertó temprano, con el nerviosismo típico del primer día de clases. Este año sería diferente; había oído rumores de que su profesor sería Xavier, un hombre exigente y meticuloso, muy distinto de Oliver, el docente original de la materia. Aún sin conocerlo, el nombre de Xavier ya le inspiraba respeto y un leve cosquilleo de inquietud.

Después de un esfuerzo adicional en su atuendo —una blusa colorida que resaltaba su piel, y su cabello rizado perfectamente acomodado—, llegó al aula y tomó asiento cerca del frente. Su primera impresión de Xavier, al entrar a la clase, fue casi cómica: parecía tener una relación simbiótica con el café. Una taza descansaba en su mano mientras él observaba la clase con una mirada penetrante y meticulosa. A su lado, estaba un compañero nuevo, Jero, un chico alto de barba espesa y cabello rizado que se había reincorporado a la carrera tras una pausa.

Durante la clase, Amelia sintió un alivio inesperado; aunque Xavier era serio, no intimidaba tanto como había temido. Sin embargo, la curiosidad sobre su nuevo grupo crecía. ¿Qué tipo de personas compartirían el aula con ella este semestre?


Tras una mañana exhaustiva, Xavier regresó a su oficina, sumido en sus pensamientos y con la curiosidad aún latente. Pese a que nadie había destacado particularmente, algo de la conversación con Luis le resonaba. Pronto, Luis volvió a aparecer.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue con tu nuevo grupo? —preguntó, sin perder la chispa de entusiasmo.

Xavier, aún absorto en la pantalla de su computadora, levantó apenas la vista.

—Bien, supongo. Nadie destacó especialmente. Pero, ya que insistes tanto, ¿Quiénes son estos estudiantes que tanto admiras?

Luis se acomodó en la silla, como quien está a punto de relatar una gran historia.

—Bueno, la más brillante es Nadia. Es una chica extraordinaria, cabello rizado y corto; estoy seguro de que la notaste. Luisa también es memorable, algo intensa y, bueno, se distrae con facilidad. Luego está Raúl, inteligente pero algo inseguro.

Hizo una pausa, como si mentalmente revisara una lista, y luego chasqueó los dedos.

—Ah, casi lo olvido: Amelia. Es una buena estudiante, algo tímida y un poco distraída, pero tiene un encanto especial. Cabello rizado cobrizo. ¿La recuerdas?

Xavier se apoyó en el respaldo de su silla y asintió lentamente.

—Sí, creo que vi a alguien así. Aunque no parecía... tan especial.

—Espera a conocerla —replicó Luis, con una sonrisa llena de certeza.

Con esa última frase, Luis se despidió y Xavier regresó a su rutina. Sin embargo, las palabras de su amigo le dejaron una intriga.

Pasaron los días, y el viernes llegó la segunda clase con el grupo. Xavier decidió prestar más atención esta vez, siguiendo las observaciones de Luis. Al entrar al aula, observó a Nadia, rodeada de un grupo de compañeros. Su presencia era como la de una líder natural, y a su lado estaba Raúl, que reía tímidamente en compañía de los demás. En otra esquina vio a Luisa, que parecía estar profundamente concentrada en su teléfono. Junto a ella, dos chicos llamados Juan charlaban animadamente sobre plantas y otros temas.

Finalmente, Xavier dirigió su atención al resto de la clase. Los estudiantes de semestres anteriores, que habían tenido algún retraso en su carrera, se encontraban en la última fila, riendo y hablando entre ellos. Entre ellos estaba Elvia, una chica que había sido su alumna en otras materias. Decidido a poner en orden el aula, Xavier comenzó a pasar lista.

—¿Amelia? —preguntó con voz firme.

En ese instante, la puerta se abrió y Amelia entró, disculpándose con una sonrisa nerviosa.

—¡Presente! —dijo, algo agitada por haber llegado al límite de la puntualidad.

Xavier soltó una risa disimulada y continuó pasando lista, aunque en su mente aún resonaban las palabras de Luis. ¿Qué veía él en esta joven para considerarla especial? Todo lo que había notado hasta ahora era que llegaba tarde y parecía un poco distraída. Tal vez, como había dicho Luis, necesitaría tiempo para descubrirlo.

A medida que avanzaba la clase, Xavier comenzó a observar de reojo a Amelia. Había algo en su expresión concentrada y en la forma en que anotaba cada palabra que él decía, como si estuviera intentando absorber cada detalle. Quizás no era la mejor estudiante en términos académicos, pero había una chispa de genuino interés que Xavier empezaba a notar, como una promesa escondida entre las dudas y la timidez. Sin saberlo, Amelia ya había comenzado a intrigar al profesor, quien, de a poco, empezaba a ver en ella lo que tanto insistía su amigo Luis.

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⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

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