Prologo. Una vida que sigue siendo miserable

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Habían pasado tres años, tres años en los que Hiroki había comenzado a mejorar.

Hiroki mostró una gran sonrisa, una que le recordaba lo feliz que era en ese momento.

Su vida había vuelto a brillar.

Se habia convertido en el delantero de su equipo y estaban apunto de convertirse en titulares para la sub 20 japonesa.

Kokujin se había alejado de su familia, lo habían encerrado en prisión para adultos hace 1 año y medio, a la edad de 20 años, lo habían fichado al encontrarle drogas, después se le agregaron otros cargos, tales como: extorsión, violación, abuso de menores, abuso físico, entre otras cosas.

Las mujeres con las que Kokujin se había desquitado de el, a las que había abusado, cogido y obligado a ser perras sexuales, habían comenzado a abrir los ojos, habían comenzado a hablar con el.

Su familia había vuelto a ser lo que había sido hace mucho tiempo.

Una familia unida, aunque rota después de los acontecimientos sucedidos.

Kaede, su madre, se encontraba mentalmente inestable, así que hablaba con un psicólogo sobre su situación.

Kanoko, su hermana mayor, había sido la que más rápido en recomponerse, volviendo a tener el mismo tipo de relación que habían tenido, aunque, con cierta incomodidad.

Nao, su ex-novia se encontraba en terapia muy lejos de el o eso es lo que había escuchado, después del encierro de Kokujin nunca más se había vuelto a ver.

La maestra titular Harukawa se encontraba en un psiquiatrico, se había vuelto loca después de vivir tales acontecimientos, su mente había sido incapaz de procesar lo que había hecho que de esa manera, simplemente se había desprendido de la realidad.

Ayumu, su amiga de la infancia se encontraba castigada por sus padres, los cuales le habían prohibido salir.

Su tía y prima que habían sido las últimas víctimas de Kokujin se habían alejado y nunca había vuelto a hablar de ellas.

Sonrió, caminaba entre los árboles cubiertos por la nieve, su vida había comenzando a ser mejor, los problemas que tenía comenzaron a desaparecer y aunque las cicatrices dejadas por esos eventos aún no sanaban del todo, el sol le brillaba una vez más.

O eso, era lo que quería decir, lo que quería pensar, lo que deseaba que realmente estuviera pasando ahora mismo.

Se levantó del suelo en el que se encontraba rescostado, su mirada casi sin vida no demostraba sus brillantes ojos azules.

Se encontraba en un cuarto, su cuarto, paredes de cemento color azul, con el suelo pintado de tal forma que se parecía a la madera, tenía un ropero en una esquina, una cama justo enmedio y una mesita de noche con una lámpara al lado de su cama.

Miro en dirección a la cama, en la que se encontraba Kokujin con su madre, prima y hermana teniendo sexo.

Su maestra, tía, novia y amiga se encontraban en la parte de abajo, en el comedor cubiertas de semen.

Recordó lo que había pasado la noche anterior, Kokujin lo había obligado a ver cómo se las cogía, y también lo tenia amarrado con cinta y cuerdas, algo que se había convertido en rutina después de varios meses.

Si, esa era su vida.

La verdad era la siguiente:

Kokujin aún abusaba de las mujeres que quería y amaba, después de abusar de su maestra, su tía y prima habían llegado, al ver su tía el como lo trataba su madre, pidió tomar su custodia.

Impacto Hiroki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora