{☃︎☔︎︎☕︎historias que se me ocurren de la nada y después olvido ☕︎☔︎︎☃︎}

❆☕︎{𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒊𝒏𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒅𝒂}☕︎❆

Júpiter y Saturno se conocieron una noche de verano en una fiesta que parecía estar en perfecta sintonía con el universo. La mansión donde se celebraba el evento estaba iluminada por miles de luces que colgaban de los árboles, y la música suave llenaba el aire, mezclándose con el sonido lejano del mar.

Júpiter, un hombre imponente y carismático, era conocido por su presencia magnética. Siempre estaba rodeado de amigos y conocidos, y su risa resonaba por todo el lugar. Tenía un aura que atraía a las personas hacia él, como si fuera un sol alrededor del cual todos orbitaban. Aquella noche, llevaba un elegante traje azul oscuro que hacía juego con sus ojos, y caminaba entre la multitud con la seguridad de alguien que está acostumbrado a ser el centro de atención.

Saturno, por otro lado, era una mujer enigmática, con una belleza que parecía de otro mundo. Era alta y esbelta, y su cabello oscuro caía en ondas sobre sus hombros. Llevaba un vestido dorado que brillaba bajo las luces, casi como si estuviera hecho de estrellas. Aunque Saturno no era tan extrovertida como Júpiter, tenía una presencia que no pasaba desapercibida. Había algo en ella que cautivaba a quienes se cruzaban con su mirada, un misterio que todos querían desentrañar.

La fiesta estaba en pleno apogeo cuando Júpiter y Saturno se encontraron por primera vez. Fue en la pista de baile, en un momento en que las luces bajaron y la música cambió a una melodía más lenta y envolvente. Júpiter, que estaba conversando con un grupo de amigos, la vio a lo lejos y, sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia ella. Había algo en Saturno que lo atraía de una manera que nunca antes había experimentado.

Saturno lo notó acercarse, y cuando sus ojos se encontraron, hubo una chispa que ambos sintieron al instante. Júpiter, con su habitual confianza, le ofreció la mano para invitarla a bailar. Ella, con una sonrisa serena, aceptó. Mientras bailaban, todo a su alrededor parecía desvanecerse, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese momento compartido entre ellos.

A medida que la música avanzaba, comenzaron a hablar. Sus voces se mezclaban con el ritmo, creando una melodía propia. Descubrieron que, a pesar de sus diferencias, había una conexión profunda entre ellos. Júpiter, siempre tan seguro de sí mismo, se encontraba intrigado por la calma y la profundidad de Saturno. Ella, en cambio, se sentía atraída por la calidez y la pasión que él irradiaba.

La noche continuó, y a medida que pasaban las horas, Júpiter y Saturno se alejaron de la multitud, buscando un rincón más tranquilo donde pudieran seguir conversando. Se sentaron en un banco en el jardín, bajo un cielo lleno de estrellas, y hablaron de todo y de nada, como si el tiempo no existiera.

Hablaron de sus sueños, de sus miedos, de los caminos que habían recorrido para llegar hasta ese momento. Júpiter, que siempre había sido el centro de atención, encontró en Saturno alguien que lo comprendía en un nivel más profundo, alguien que veía más allá de su fachada y que lo aceptaba tal como era. Saturno, por su parte, descubrió en Júpiter una calidez que derritió las barreras que había construido a su alrededor.

Cuando la fiesta llegó a su fin, y los primeros rayos del sol comenzaron a aparecer en el horizonte, Júpiter tomó la mano de Saturno y le prometió que esa no sería la última vez que se verían. Saturno, con una sonrisa que reflejaba la luz del amanecer, aceptó con un simple asentimiento.

Así comenzó su historia, una historia de amor entre dos almas que, como los planetas que llevaban por nombre, se encontraron en el vasto universo y decidieron compartir su órbita. Júpiter y Saturno, cada uno con sus propias fuerzas y misterios, se convirtieron en compañeros de vida, equilibrando el uno al otro en un baile eterno, tan vasto y profundo como el cosmos mismo.