𝟑𝟑 | 𝐋𝐀 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐎

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Desperté por mi alarma que había programado para las 3:00 P

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Desperté por mi alarma que había programado para las 3:00 P.M. La competencia comenzaba a las 9:00 P.M. Tenía aproximadamente casi 6 horas para tener todo preparado y estar lista. Me levanté de la cama y me dirigí al baño a darme una ducha, para despejarme de todo lo que sentía, el nerviosismo que me había acompañado durante semanas. El agua caliente me relajó un poco, pero mi mente seguía divagando hacia todos los posibles errores que podía cometer en el escenario.

El vapor llenaba el baño, envolviéndome en una nube cálida que intentaba disipar mis preocupaciones. Salí de la ducha y miré la hora, eran las 3:45 P.M. Me había demorado un poco más de lo que pensaba. Me coloqué mi ropa interior, una lencería roja que me hacía sentir segura y confiada, y encima una bata para comenzar a prepararme mi cabello.

Primero lo peiné y me pasé la secadora encima para secármelo. Ya seco, comencé a alisarlo con la plancha para después dejarlo un poco ondulado en las puntas, sencillo y elegante.

El sonido del secador era un zumbido constante que me ayudaba a mantener mi mente ocupada, alejando los pensamientos negativos. Mientras me maquillaba, escogí tonos cafés para darle un toque casual a mi look, y en los labios me coloqué un labial rojo intenso que me hacía sentir poderosa. Cuando terminé, me miré en el espejo y me gustó lo que veía. Me sentí como una artista de verdad.
Revisé la hora y eran las 6:20 P.M. Me dirigí a mi closet y saqué el vestido que tenía para esta ocasión, un vestido largo de color rojo de tirantes que me hacía sentir como una reina. La tela era suave como la seda y tenía una abertura en la pierna que me daba un toque de sensualidad. Me lo coloqué junto con unos tacones altos de color negro y suela roja que me hacían sentir segura y confiada. Me puse accesorios de color plata que brillaban con la luz y me miré en el espejo de cuerpo completo. Me gustó lo que veía.

Escuché unos golpes en la puerta.

— Adelante. —sigo viéndome en el espejo buscando un error.

— Cariño, te ves hermosa. —volteo a ver a mi mamá y sonrío.

— Gracias mamá, tú no te quedas atrás, te miras realmente hermosa. —me acerco a ella para darle un abrazo.

Mi mamá llevaba un vestido largo de color azul y un maquillaje impecable, verdaderamente hermosa.

— ¿Dónde están las bellas mujeres de esta casa? Tenemos un evento al que asistir y nos queda algo retirados. —escuchamos la voz de mi papá acercarse para llegar al umbral de la puerta, nos mira y se queda boquiabierto.

— ¿Quiénes son ustedes y qué le hicieron a mi mujer y a mi hija?

Mi mamá y yo nos reímos por su broma, y agarré mi estuche con mi violín dentro y seguí a mi mamá afuera del cuarto cuando comenzó a seguir.

— Ya vámonos mejor, muy chistoso me saliste. —mamá lo jala del brazo mientras mi papá ríe. Los miré a los dos y sonreí.
Son lo mejor que tengo.

Bajamos a la cochera y nos montamos al coche, mi papá iba de conductor y mi mamá de copiloto y yo, atrás.

Mientras ellos hablaban, yo me perdía en mis pensamientos, esta competencia me tiene más nerviosa de lo normal, tengo mucho miedo de fracasar. Sé que soy muy talentosa y por algo me escogieron a mí para concursar junto con Leonardo, pero igual ese nervio de fracasar no se me quita con nada.

El paisaje pasaba rápidamente por la ventana, pero yo apenas lo notaba, atrapada en mis propios miedos. Seguía pensando en la competencia y en cómo iba a presentarme. Me imaginaba subiendo al escenario, con mi violín en mano, y tocando con toda mi alma. Me imaginaba al público aplaudiendo y a los jueces sonriendo.

Pero entonces, mi mente comenzó a llenarse de dudas. ¿Y si me equivocaba? ¿Y si no era lo suficientemente buena? ¿Y si...?

Traté de sacudirme esas dudas y me centré en mi respiración. Me recordé a mí misma que había practicado mucho y que estaba lista para esto. Me recordé que Leonardo estará allí junto conmigo apoyándome, no puedo decepcionar a nadie.

Mientras el coche avanzaba por las calles de la ciudad, el cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y rosados. Las luces de la ciudad parpadeaban a medida que el sol se ocultaba, creando un contraste con la calma que intentaba mantener. La conversación de mis padres se desvanecía en el fondo mientras mis pensamientos se centraban en la competencia. Sentía el peso de la responsabilidad sobre mis hombros, pero también una chispa de emoción que me impulsaba hacia adelante.

Llegamos al auditorio y el bullicio de la gente me envolvió. El sonido de las voces y los pasos resonaba en mis oídos, aumentando mi ansiedad. Vi a otros competidores, algunos conocidos y otros no, todos con la misma mezcla de nerviosismo y determinación en sus rostros. Mi madre me dio un último abrazo y mi padre me dedicó una sonrisa alentadora.

— Lo harás excelente, cariño. Solo recuerda que eres muy talentosa, no dejes que los nervios te ganen. —mi mamá me acomodó un mechón de cabello con un broche.

— Eres una excelente violinista. Desde pequeña, cuando agarrabas las ramas simulando un violín, supe que serías alguien muy decidida en lograr tus sueños, y por eso estamos aquí apoyándote en todo.

Les reí con lágrimas en los ojos, recordando mi niñez. Siempre me había llamado la atención tocar el violín y ahora estaba aquí, en una gran competencia. Los volví a abrazar de nuevo.

— Los amo demasiado, no sé qué sería sin ustedes. Les prometo no defraudarlos.

Con eso me despedí para dirigirme a los camerinos. Cada paso que daba hacia el interior del auditorio sentía que mi corazón latía más rápido. Dentro, el ambiente era una mezcla de concentración y caos. Algunos afinaban sus instrumentos, otros repasaban sus partituras. Encontré un rincón tranquilo y saqué mi violín del estuche. El tacto familiar de la madera me reconfortó, como un viejo amigo que siempre está ahí. Cerré los ojos y respiré profundamente, dejando que la calma se asentara en mi interior.

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