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Stanford había conocido a Bill Cipher en una fiesta universitaria, una de esas noches donde la música vibraba en el aire y las risas resonaban sin cesar.
Bill, con su sonrisa encantadora y su presencia magnética, había capturado la atención de Stanford al instante. mientras bailaban bajo las luces parpadeantes, Stanford sintió que el mundo se detenía a su alrededor.
Bill le había susurrado promesas de un futuro brillante, y Stanford se dejó llevar, creyendo que había encontrado al amor de su vida.

los primeros años juntos fueron un sueño. Cipher era divertido, apasionado y lleno de vida. pasaban horas hablando de sus sueños, planeando un futuro en común, y Stanford se sentía el hombre más afortunado del mundo, pero con el tiempo, esa pasión se transformó en algo oscuro y peligroso. Bill empezó a mostrar un lado de sí mismo que Stanford no había visto antes, un lado que le aterrorizaba.

el cambio fue gradual.
al principio, eran pequeños comentarios despectivos, que Stanford ignoraba, pensando que Bill solo estaba estresado. luego vinieron las discusiones, más intensas y más frecuentes.
una noche, después de una pelea particularmente violenta, Bill, aún furioso, lo empujó contra la cama y lo forzó a tener sexo con él. Stanford estaba demasiado conmocionado para resistirse; el hombre al que amaba, en quien confiaba, lo estaba traicionando de la manera más dolorosa. sentía que su cuerpo se congelaba mientras Bill lo tomaba sin consideración, sin amor.

esa primera vez dejó a Stanford en estado de shock, incapaz de procesar lo que había sucedido. se dijo a sí mismo que había sido un malentendido, que Bill no había querido hacerle daño.. pero no fue la única vez.
a partir de ese momento, cada vez que Cipher llegaba a casa borracho o enojado, Stanford sabía lo que venía.
los insultos y los golpes a menudo terminaban en abuso sexual, y aunque su cuerpo se resistía, su corazón seguía aferrado a la idea de que el Bill que había conocido aún existía en algún lugar dentro de ese hombre.

una noche, el hombre al que le había empezado a temer, llegó a casa tambaleándose, con el aliento impregnado de alcohol.
había tenido un mal día en el trabajo, y Stanford, preocupado, intentó calmarlo, pero Bill no quería escuchar. en lugar de eso, le gritó y lo acusó de no entenderlo. cuando Stanford intentó acercarse, el golpe llegó sin previo aviso, dejándolo aturdido en el suelo.

—¿¡por qué me haces esto, Stanford!? -gritó Bill, con sus ojos inyectados en sangre. —siempre me logras enojar, no importa lo que hagas.

Stanford, con lágrimas en los ojos, se llevó una mano a la mejilla adolorida.
este no era el primer golpe, ni sería el último.
a menudo, después de las peleas, Bill lo empujaba a la cama, forzándolo a hacer cosas que Stanford no quería, cosas que lo hacían sentirse sucio y roto por dentro.

—Bill, y-yo... yo solo quiero ayudarte. -murmuró Stanford, con voz temblorosa.
—a pesar de todo, te amo. Te necesito.

Bill pareció calmarse de repente. se dejó caer en el sofá, cubriéndose el rostro con las manos. sus palabras salieron entrecortadas, llenas de un arrepentimiento que Stanford anhelaba fuera sincero.

—lo siento.. no sé qué me pasa.
no quiero lastimarte, Ford.. no sé qué haría sin tí.

Stanford, con el corazón roto y la mente llena de confusión, se acercó lentamente.
a pesar del dolor físico y emocional, no podía ignorar la súplica en los ojos de Bill. se sentó a su lado y lo abrazó con fuerza, deseando desesperadamente creer que las cosas mejorarían.

—no te preocupes. -susurró. —lo superaremos juntos. solo... solo prométeme que cambiarás, Bill.

las promesas de Bill eran tan dulces como venenosas. prometía que no volvería a suceder, que dejaría de beber, que todo sería como antes, pero las semanas pasaban, y las promesas se rompían como frágiles cristales.
las discusiones se hicieron más frecuentes, los insultos más hirientes, y los abusos... más dolorosos.
cada vez que Bill lo forzaba, Stanford sentía que una parte de él moría, pero seguía volviendo, incapaz de romper el ciclo de dependencia y desesperanza en el que estaba atrapado.

una noche, después de que Bill lo empujara contra la pared durante una discusión, Stanford se quedó en el suelo, con los ojos llenos de lágrimas. Cipher se tambaleaba de un lado a otro, vacilante, pero su mirada fría no dejaba dudas de su falta de remordimiento en ese momento.

—mira lo que me ocasionas. -dijo Bill, con voz dura. —si tan solo fueras diferente..

Stanford, con la respiración entrecortada, intentó levantarse, pero sus piernas temblaban.
recordó las noches en las que Bill lo había forzado, cómo después se había quedado llorando en silencio, deseando que esa versión cruel desapareciera.

—Bill, n-no digas eso.. yo te amo. -dijo Stanford, casi suplicante. —a pesar de todo, te amo y te necesito. no puedo vivir sin tí..

Bill lo miró en silencio, con su típica mirada oscura e impenetrable. 
luego, de repente, toda la ira pareció disiparse, y se dejó caer en la cama, derrotado.

—lo sé.. -murmuró. —lo sé, Ford. tú eres lo único bueno que me queda.

pero en lugar de sentir consuelo, Stanford sintió como una sombra oscura se apoderaba de su corazón.
sabía que esas palabras, que alguna vez le habían traído alivio, ya no significaban lo mismo.
se estaba consumiendo lentamente, atrapado en un ciclo de amor, dolor y abuso del que no podía escapar. por más que intentaba encontrar la fuerza para alejarse, algo dentro de él siempre lo hacía regresar.

Stanford pasaba las noches mirando hacia el techo, mientras que Bill dormía a su lado.
recordaba perfectamente cómo había sido todo al inicio, cómo Bill solía hacerlo sentirse amado y seguro. pero esos recuerdos se desvanecían, como un sueño que se disuelve al despertar.

una madrugada, después de otra pelea, Stanford susurró al aire;

—¿en qué nos hemos convertido, Bill?

sin esperar respuesta, cerró los ojos, abrazándose a la idea de que, quizás, el Bill que él amaba aún estaba en alguna parte, perdido bajo el peso de sus propios demonios. y aunque cada día le costaba más mantener esa esperanza, seguía aferrado a ella, porque, sin Bill, no sabía quién era ni quién podía llegar a ser.

ultraviolence | billford [mpreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora