A la mañana siguiente Samira despertó sola en la habitación. Parecía que Zeth se había levantado muchas horas antes, por lo que pensó que era muy tarde y se alistó rápidamente. Pero al llegar a la cocina Zeynep preparaba té.
-Buenos días querida... -
-Buenos día Zeynep – dijo Samira mirando alrededor de la cocina y por la puerta de entrada buscando a Zeth.
-Los hombres están en el establo. Tu marido esta decidido a reparar todas las cosas que necesitan arreglo en la casa...-
Samira sonrió y pensó que eso era natural en Zeth cuando estaba aburrido. Anisa siempre decía, "Es tan inquieto, que siempre encuentra algo para hacer."
-No le gusta quedarse quieto... Su madre me lo advirtió varias veces. – dijo Samira.
-Jejeje ¡Ya lo creo! Por suerte hoy, Burjan solo tiene que ir por la tarde a visitar a sus pacientes, así lo controle que no se exceda de trabajo, debe sanar bien primero. - Advirtió Zeynep. – El veneno de gusano de desierto es mortal, y puede dejar secuelas si no se le da el tiempo necesario al cuerpo para desintoxicarlo. Pero hoy podrá comer un poco de carne aparte del caldo liviano y el antídoto que le da Burjan, se repondrá en pocos días, ya verás...- Dijo Zeynep sirviéndole a la muchacha una taza de té.
-Muchas gracias por todo lo que hacen por nosotros...- dijo Samira.
-¡Oh! Ni lo menciones... Ahora, bebe tu té, necesito que me acompañes al mercado y de paso si quieres, podemos hacer una visita a Hurre...-
-Si, me gustaría...- dijo ella con una sonrisa.
Aún sentía mucho pudor al respecto, no sabía ni que preguntar exactamente, tampoco quería dejar expuesta su inexperiencia, pero de verdad quería hablar con alguien más profesional sobre esos temas. Su madre siempre fue muy pudorosa con los temas de intimidad de pareja y por lo poco que había podido intercambiar con sus amigas, se sentía totalmente ignorante al respecto. No quería hacer el ridículo frente a Zeth si llegaba alguna vez el momento en que su marido la desee de esa forma. Aquel beso de la noche anterior le había sacudido todo su ser, Zeth le hacia sentir tantas cosas nuevas para ella, la hacia sentir deseo de querer más de él, deseo de no separarse nunca de su cuerpo y tenia una leve esperanza de que el sienta lo mismo, o al menos es lo percibió en él la noche anterior.
Después de beber el té, Samira se alistó y se puso un velo grueso en la cabeza de forma que también cubra parte de su rostro y en cuanto estuvieron listas salieron al patio para dejar la casa.
-Burjan, no tardamos... - anunció Zeynep.
- ¡Vayan con cuidado, por favor! - Le contestó el doctor.
Samira vio a Zeth que estaba agachado a la par del carro con su camisa arremangada y volteaba a verla mientras se ponía de pie en toda su altura. Su expresión era seria como siempre, pero su mirada era más relajada, lo que hizo que Samira sintiera cierta ligereza en sus hombros, como si el haber hablado con sinceridad la noche anterior le había quitado un peso de encima, pero nada de eso le quitaba esa sensación electrizante que la recorría cuando aquellos agudos ojos grises se posaban en ella.
-No te preocupes, vamos por algunas hierbas y un poco de aceite...- Dijo Zeynep.
-Por favor, acepten estas monedas para los gastos. – Dijo Zeth ofreciendo a Zeynep algunas monedas que sacó de su bolsillo.
- ¡Oh no muchacho! Eso no es necesario. Uno de tus hombres, el más grandote como tú... ajj... no recuerdo su nombre...- El doctor se rascaba la cabeza en un intento de recordar.
ESTÁS LEYENDO
Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...