LXXVI: Dudas íntimas

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En el mercado Zeynep y Samira caminaron entre los puestos sin detenerse hasta llegar a uno conocido para la mujer.

- ¡Zeynep! Que gusto verte, debo agradecerte lo que hicieron por mis hijos el otro día. Ven elije lo que necesites, lleva lo que te haga falta, quiero obsequiarte eso hoy- dijo una mujer de la misma edad de Zeynep con cabello castaño y espeso apenas sujeto por un velo suelto.

- ¡Irem! No voy a aceptar eso, bajo ninguna circunstancia. ¿Cómo se encuentran Miriam y Kerim? –

-Mucho mejor, Kerim quería venir hoy al puesto, pero le insistí para que descanse un día más, Miriam esta mucho mejor, aun dolorida de los golpes, pero las medicinas que les dieron son de mucha ayuda. –

-Ayer preparamos más. Burjan se los llevará en la tarde. –

-No sabré como agradecerles tantas preocupaciones. -

-No debes agradecer de ninguna manera, es lo que cualquier haría. –

-Al menos toma muchacha, toma este ramito de salvia y romero, así repongamos algunos ingredientes de las medicinas, llévalas tú que tu tía no va a querer recibirlas-

-Pero... Zeynep dijo...- Empezó a excusarse Samira al ver que la mujer le extendía los ramilletes de las hiervas.

-Vamos niña, Miriam me contó que tú y tu esposo también los ayudaron...-

Samira miró a Zeynep y esta asintió con la cabeza.

-Esta bien Irem te aceptamos estas hierbas, pero no más, quiero comprar una botella de aceite, pero eso lo pagaremos. –

-De acuerdo Zeynep. Tus tíos son muy amables con todos aquí, siempre nos están ayudando... tu eres Umay ¿no? -

-Si... ese es mi nombre...-

-Jejeje Miriam me contó de ustedes, me dijo que que eras muy hermosa, pero las palabras no le hacen justicia a tu real belleza. Me contó que están de visita, ¿Se quedarán hasta el invierno?... -

-Bueno...- Samira no sabía realmente que contestar.

-Esa es la idea, pero Umay se casó con un hombre muy inquieto... - dijo Zeynep viendo como a Samira se le encendían las mejillas hasta arriba de su velo.

- ¡Jajaja son jóvenes Zeynep! Déjalos vivir sus propias aventuras. Siempre fuiste un poco sobreprotectora, déjalos que tomen sus propias decisiones - Dijo Irem

-Tal vez tengas razón, de igual manera, uno se encariña muy rápido y se acostumbra a la compañía, son tan buenas personas...- Dijo Zeynep con melancolía, tal vez no estaba fingiendo aquello que decía, pues para Samira sonaba bastante real.

- Tal vez podamos volver a visitarte pronto tía...- Dijo Samira en modo de consuelo.

-Mas les vale... al menos espero una carta de vez en cuando...-

-Jejeje vas a tener que cumplir querida, se pone exigente, a sus hijas las tiene amenazadas jejeje. –

De repente el puesto de Irem se llenó de clientes y Samira y Zeynep se despidieron amablemente después de comprar lo que les hacía falta en la cocina.

Luego se alejaron un poco del mercado para tomar una callecita menos transcurrida y llegar a la casa de Hurre, la partera, como todos la llamaban.

Al entrar había una pequeña habitación con varias sillas donde dos mujeres esperaban ansiosas y una de ellas tenía el vientre hinchado, era evidente que estaba embarazada y pronta a parir.

-Si está muy ocupada, será mejor que volvamos en otra ocasión...- Dijo Samira en voz baja.

- ¡Oh no! Por lo que veo hoy es un día bastante relajado para Hurre, así que mejor esperaremos aquí. No te preocupes, no demoraremos mucho...- le dijo Zeynep y luego saludó a las otras mujeres y se puso a conversar con ellas.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora