... Cenizas quedan

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Las ilusiones provocadas por los espíritus sexuales a menudo reflejaban los deseos internos de sus víctimas con el propósito de extraer mayor cantidad de energía vital con el menor esfuerzo posible. Sin embargo, el hecho de que Akutagawa hubiese visto a Nakajima Atsushi no significaba que lo deseara de una manera carnal, Akutagawa en un principio no debía de tener ese tipo de deseos, no era humano, ni tampoco una entidad débil para caer en eso.

Y esos factores eran exactamente los mismos que no le permitían entender lo que sucedió. No había sido la primera vez que un súcubo o incubo trataba de engañarlo con esa clase de ilusiones. Nunca funcionaron, hasta hoy.

La incredulidad de haber sido afectado por esa ilusión hizo a sus instintos actuar por su cuenta. Akutagawa se arrepintió por un momento de haber devorado a Higuchi.

Cuando Akutagawa absorbía a cualquier espectro, tenía la oportunidad de escarbar en su interior antes de que se fusionaran por completo; podía romperlos en pequeños trozos y ver los fragmentos de vivencias y de la oscuridad que los conformaba. Aunque no lo solía hacer con frecuencia, esos pequeños bichos no eran tan interesantes como para prestarles más atención de la necesaria.

Mientras iba asimilando al Súcubo pudo ver algo que lo confundió. Dentro de Higuchi había un sentimiento que brillaba de un rosa pálido en medio de los remolinos de gritos, gemidos y caos; el color del recuerdo iba en desacuerdo con la naturaleza de los de su especie. Con cada segundo la luminiscencia se incrementaba, esperando que Akutagawa lo notara y husmeara en él.

Sin poderlo evitar, lo abrió.

En él, observó una escena que lo congeló.

Era de esa sombría noche en que rompió el tabú. Higuchi estuvo ahí y lo vio colgando el cuerpo de Tabito, ella había sido testigo de su crimen. En la ilusión no pudo ver que hubiera otras entidades alrededor, pero esa noche tampoco vio a la rubia. Nada le aseguraba que ella fuera la única testigo.

Y ahora ya no podría responderle ninguna pregunta.

¡Carajo!

¡Fui demasiado descuidado!

Akutagawa se enfureció, ¿qué podría hacer ahora?

Si esto se expandiera y más entidades lo supieran sería su fin. Tendría que enfrentar el juicio de las entidades primitivas, los cinco grandes.

Se odiaba. Jodida madre. No podría seguir protegiéndolo de ser así.

El demonio voló hacia el cielo y gritó.

Los árboles parecieron encogerse sobre sí mismos, escapando de las tinieblas que oscurecieron el cielo y se tragaron la luna.

Las casas de los humanos se sacudieron con violencia. Entre la noche resonaron las voces de un ejército de miles, a cada paso se escuchaba el tétrico castañar de huesos chocando entre sí.

Quienes tuvieron la desgracia de despertarse oyeron hablar a sus familiares que acababan de enterrar pidiéndoles que los dejaran entrar; no los podían ver, aunque eran capaces de oler la putrefacción escapando de ellos.

El clima templado desapareció, dejándole todo el protagonismo a la neblina helada que delicadamente bajó para darle un beso a la tierra. Los lobos se acobardaron y los grillos se escondieron entre las hojas secas. No había más sonido que el del viento silbando mientras corría a gran velocidad a través de los árboles, el ruido era similar al de almas pidiendo una ayuda que jamás les llegará.

Se alzaron las tinieblas y adquirieron formas humanas que buscaban a todo aquel que tuviera aliento para alimentarse de ellos. Terrores Nocturnos saboreó la dulzura del miedo, ese pánico tan delicioso lo hacía sentir satisfecho.

El monstruo que se esconde bajo la cama -Shin SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora