Eliot comenzó a reír sin control mientras la bestia se plantaba frente a Leonard, lista para atacar. Su aliento caliente y putrefacto llenaba el aire. Leonard retrocedió, sintiendo el peligro inminente acercarse.
—¡Haz algo, idiota! —gritó Leonard, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. La criatura estaba preparada para lanzarse sobre él en cualquier momento.
—Por supuesto que no —respondió Eliot con una sonrisa burlona—. Debes matarlo tú. Si no puedes con un simple perro infernal, no sobrevivirás a los verdaderos peligros que nos esperan —añadió, deleitándose con el caos. Sin más, retrocedió, dejando a Leonard solo frente al monstruo.
—Maldito ángel… —murmuró Leonard entre dientes mientras corría, desesperado por encontrar algo con lo que defenderse. La bestia lo seguía, sus pasos resonando como truenos. Leonard esquivaba sus ataques furiosos hasta que, entre los escombros, encontró un viejo tubo de metal oxidado. A simple vista, parecía inservible, pero era lo único que tenía.
—Espero que esto funcione... —se dijo a sí mismo. Sin pensarlo dos veces, mordió su propia mano, permitiendo que su sangre gotease sobre el tubo.
Desde lo alto, Eliot observaba con interés. —¿Por qué hiciste eso? —preguntó con genuina curiosidad, viendo a Leonard pelear por su vida contra el monstruo. Al tocar la sangre de Leonard, el oxidado tubo comenzó a brillar y transformarse, convirtiéndose en un hacha robusta. Eliot arqueó una ceja, impresionado.
—Curioso... —musitó—. ¿Cómo es que tiene esa habilidad?
Mientras tanto, Leonard intentaba desesperadamente abatir a la criatura, pero el perro infernal parecía inmune a sus ataques.
—¡Maldita bestia, muere de una vez! —gritó Leonard, cada vez más frustrado. Pero en un giro inesperado, el perro destrozó el hacha de un solo mordisco. Leonard sintió la desesperación apoderarse de él mientras el monstruo se preparaba para el golpe final.
Justo cuando todo parecía perdido, unas manos hechas de sombras emergieron de la nada, desmembrando a la bestia con una precisión letal. Leonard observó atónito cómo el perro infernal se desintegraba en polvo frente a sus ojos. Tras él, Eliot apareció con calma.
—Terminé —anunció Eliot, como si nada hubiera sucedido.
—¿Cómo llegaste tan rápido? —preguntó Leonard, perplejo por la velocidad del ángel.
—Estás muy lejos de ser útil —dijo Eliot, sin inmutarse, comenzando a caminar de regreso—. Pero tienes potencial.
Leonard miró una vez más el polvo que alguna vez fue la criatura. Algo dentro de él se removió al escuchar esas palabras.
—¿Por qué estábamos cazando a esa cosa? —preguntó, aún con la adrenalina corriendo por sus venas.
Eliot se detuvo, dándose la vuelta lentamente. —La razón es simple: quería medir tu fuerza. Eres débil ahora, pero tienes algo que otros no. El perro infernal tiene la habilidad de paralizar a sus víctimas, pero a ti no te afectó. Eso es... interesante.
Leonard se quedó en silencio, reflexionando sobre lo que Eliot le decía. —Entonces... ¿esto fue una prueba?
—Exacto —respondió Eliot, sin más.
Mientras caminaban juntos de regreso a la casa de Eliot, Leonard no podía evitar que nuevas preguntas invadieran su mente. ¿Cuál era la verdadera fuerza de Eliot? ¿Qué significaba tener potencial? ¿Qué otros horrores le esperaban en el futuro?
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El Angel Y El Caníbal
De TodoLeonard un chico vastante diferente a él mundo que lo rodea al ser la creación de científicos con complejo de Dios, al escapar de sus creadores se enfrento a un mundo vil y cruel que solo ISO de piedra su corazón, una noche un suceso cambiará su vid...