Los pronósticos fueron acertados y luego de dos días la lluvia llegó. El ritual se llevó a cabo tal cual había pasado en el Oasis de los Kelubariz, sin embargo, en Milard la euforia y la cantidad de gente en las callecitas era cuatro veces más.
Después de agradecer a los dioses y cantar alabanzas Miriam pasó por la casa del doctor Burjan a buscar a Zeynep y Samira y las llevó casi arrastrando a la plaza principal, allí estaban todas las mujeres del pueblo cantando y bailando, brindando con vino e hidromiel. La gente iba llegando y el amontonamiento cada vez era mayor, pero la fiesta y la alegría reinaba a lo grande.
De entre la multitud, llegó Kerim buscando a su mujer y convidando más vino a Samira y Mirian, se unió al baile. Samira vio como las mujeres sacaban a bailar a los hombres y algunos de estos se acercaban a seducir a las mujeres que estaban solas. También pudo ver a mujeres besándose en los labios y hombre bailando muy cerca entre ellos. Nadie juzgaba a nadie, la alegría y el clima de festejo era desbordante y todo el mundo disfrutaba de la frescura de la lluvia.
De tanto reír, brindar y girar, Samira notó su mareo y sintiéndose un poco de más, ya que, Kerim bailaba muy de cerca con Miriam, ella trató de alejarse de la muchedumbre y con la mirada encontró a Zeth quien hablaba con una mujer esbelta y de curvas llamativas que se le abalanzaba mientras el negaba con la cabeza. Un nudo en su estómago esparció la ira aquella imagen la hizo sentir. Indignada giró sobre si, pero chocó con el pecho de un chico de cabellos dorados pero mojados.
- ¡Hola preciosura! La lluvia te ha traído a mis brazos... ¿Porqué no bailas conmigo? – dijo el rubio con la nariz roja por el alcohol, mientras sus amigos a sus espaldas alentaban ese cortejo y gritaban piropos.
Samira se vio acorralada de pronto. El rubio la sostenía de la cintura mientras buscaba sus labios con los suyos alentado por los gritos de quienes los rodeaban. Samira luchaba para esquivarlo mientras pedía que por favor la soltase hasta que un voz grave y familiar se hizo escuchar abriéndose paso entre la muchedumbre.
-Te dijo que no quiere...- Zeth apartó a Samira de las manos de aquel hombre.
- ¡Oye grandulón!, deja a tu hermana en paz, también tiene derecho a festejar como se debe, estábamos muy bien aquí, no interrumpas...- Bromeó el muchacho codeándose con sus compañeros.
Zeth apretó la mandíbula y tomándolo de cuello de la camisa lo alzó un poco sobre el suelo para murmurarle muy de cerca clavándole sus ojos afilados.
-No soy su hermano... Así que esfúmate...-
La sonrisa del muchacho se desdibujó y pidiendo disculpas le dijo que no sabia que estaba casada, que lo disculpe, que no quería problemas.
Zeth con esfuerzo se contuvo ya que no le convenía armar un escandalo justamente allí.
Samira lo miró impresionada, pero estaba molesta porque Zeth no había ido con Kerim a buscarla y recordando la escena con aquella mujer, la rabia la inundó... Por lo que giró sobre sus talones para salir de allí. Pero Zeth la tomó del brazo frenándola.
- ¿A dónde crees que vas sin mi?, ¿no ves que es peligroso? - Le dijo el mirando a su alrededor.
- ¿Peligroso? Yo no necesito que me vigilen desde lejos...- contestó ella mirando su agarre y sobrándolo con un gesto arrogante.
La respuesta de Samira fue como una bofetada para Zeth.
- ¿Acaso querías besar a ese tipo? - Preguntó Zeth con un gesto desencajado, los celos resurgían en el, y su sangre hervía al recordar la escena anterior, tal vez debía haber golpeado al tipo.
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Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...