La familia Figarland, una de las diecinueve familias fundadoras del Gobierno Mundial, ocupa un lugar especial en la jerarquía del poder. Su influencia se sitúa en el segundo puesto, solo por debajo de Im-sama, la figura más enigmática e imponente que ha gobernado el mundo por ochocientos años. Este linaje ha mantenido su poder y autoridad a lo largo de los siglos, no solo por su posición histórica, sino también por su habilidad para balancear y controlar el poder entre los Tenryūbito, los llamados "descendientes de los dioses", asegurando que no ocasionen problemas que amenacen la estabilidad del mundo.
La misión de la familia Figarland es clara: preservar el orden establecido y mantener el equilibrio entre las fuerzas del mundo. Son los garantes de la armonía y la única familia que posee la autoridad para ejecutar a los Tenryūbito que se desvíen de su camino y pongan en peligro la frágil paz que sostiene el gobierno. Esta autoridad no es solo simbólica; es una prueba tangible de su poder, un poder tan absoluto que ni siquiera los cinco ancianos del Gorosei, las otras máximas autoridades dentro del Gobierno Mundial, pueden contradecir o desafiar.
No todos los Tenryūbito aceptaron esta situación con facilidad. Muchos vieron en la decisión de conceder tanto poder a la familia Figarland una blasfemia, un insulto a su divinidad autoproclamada. Estos nobles arrogantes, que se consideraban a sí mismos como los verdaderos herederos de los dioses, se rebelaron contra la idea de ser controlados por una familia que, aunque poderosa, no era más que una entre las diecinueve que fundaron el Gobierno Mundial. El resentimiento creció, y las tensiones alcanzaron su punto máximo cuando la familia Donquixote, una de las más influyentes y problemáticas entre los Tenryūbito, decidió desafiar abiertamente la autoridad de los Figarland.
Fue en ese momento cuando Garling Figarland, el patriarca de la familia, tomó una decisión que cambiaría para siempre la dinámica del poder entre los Tenryūbito. Con una frialdad implacable y una determinación inquebrantable, Garling decidió eliminar a los Donquixote, no solo como castigo por su insubordinación, sino como una demostración pública e innegable del poder que la familia Figarland ostentaba. La eliminación de los Donquixote fue total; no solo fueron despojados de su estatus y poder, sino que su nombre fue borrado de la lista de las diecinueve familias fundadoras. Los pocos descendientes que sobrevivieron a esa purga quedaron condenados a una vida de desgracia y humillación, recordados solo como una advertencia para cualquiera que osara desafiar la autoridad de los Figarland.
Este acto de brutalidad calculada envió un mensaje claro a todos los Tenryūbito: la familia Figarland no era solo una fuerza a la que debían temer, sino una autoridad absoluta que no toleraría ninguna forma de desafío. Desde entonces, el respeto y el miedo hacia la familia se convirtieron en una parte integral del orden mundial, asegurando que los Tenryūbito, a pesar de su arrogancia y sentido de superioridad, permanecieran dentro de los límites establecidos.
Garling Figarland, sin embargo, no se dejó llevar por la satisfacción de su éxito. Con el paso de los años, mantuvo un estricto control sobre su familia y sobre los Tenryūbito, vigilando siempre que nadie sobrepasara los límites de su autoridad. Sabía que su poder, aunque inmenso, no era eterno. Con el tiempo, incluso los más grandes caen, y él era consciente de que su influencia y control eventualmente disminuirían. No se trataba de un declive repentino o dramático, sino de un lento desgaste que, con los años, iría debilitando su posición. Por ello, decidió que la única manera de preservar el legado de su familia era engendrar un heredero que pudiera continuar con su labor y asegurarse de que el nombre Figarland permaneciera en lo más alto de la jerarquía mundial.
Su primera apuesta por un heredero, un hijo que había sido criado para llevar sobre sus hombros el peso del legado Figarland, terminó en tragedia. Durante el incidente de God Valley, un evento que involucró a una banda pirata de poder monstruoso, su hijo desapareció, y aunque el Gorosei y los altos mandos del Gobierno Mundial intentaron ocultar y silenciar lo sucedido, la pérdida fue devastadora para Garling. No se encontró el cuerpo, y aunque el nombre de su hijo fue borrado de los registros oficiales, la herida permaneció. Durante cinco largos años, Garling no hizo ningún intento de engendrar otro heredero, atrapado entre el dolor de la pérdida y la necesidad de proteger a su familia.
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Oleada carmesí
FanfictionPara conquistar el mundo hay que perderse para hallar destinos inalcanzables o de lo contrario todo el mundo sabría donde están