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Xie Lian insistió repetidamente en que la boda fuera pasado mañana, ya que organizar todo para mañana sería imposible. Hua Cheng no tuvo más opción que aceptar.

Ellas pasaron toda la noche planificando la ceremonia.

Hua Cheng notó que faltaba algo que, aunque no parecía crucial, no estaba segura si sería importante para Xie Lian. Si quería que la boda se llevara a cabo sin contratiempos, debía mencionárselo.

-Baronesa Xie Lian.

Xie Lian levantó la vista de los documentos para mirar a Hua Cheng.

-¿Qué sucede, Su Majestad?

-Es sobre los vestidos.

Xie Lian estaba a punto de preguntarle qué tenían que ver los vestidos, pero se detuvo al recordar una tradición del reino de Xijang: la pareja debe elegir el vestido para su futura esposa.

-Oh... -Xie Lian buscó las palabras adecuadas-. ¿Cómo funciona cuando son del mismo género? Ya que ambas somos mujeres, entonces usted también escogerá mi vestido, ¿verdad?

-Así es. Si le incomoda que yo elija su vestido, puede seleccionarlo usted misma...

Sus palabras se detuvieron al escuchar una suave risa por parte de la baronesa.

-Jamás pensé que Su Majestad tuviera esos pensamientos. No se preocupe, puede elegir mi vestido. Y si le molesta que yo escoja el suyo, solo dígamelo.

-No me molesta en absoluto que elija mi vestido.

Según la tradición, cuando son menores de edad deben vestir de color blanco durante la ceremonia. Al alcanzar la mayoría de edad, deben casarse nuevamente, pero esta vez visten de color rojo.

-Su Majestad... -Xie Lian intentó reunir el valor para decir lo que tenía en mente-. En mi reino hay una tradición sobre el casamiento.

-¿Qué clase de tradición? -preguntó Hua Cheng con curiosidad.

-Se trata de hacer tres reverencias: una hacia nuestros padres, otra hacia los ancestros, y la última hacia el cielo. Es una forma de mostrar agradecimiento...

-¿Agradecimiento?

Hua Cheng estuvo a punto de considerar la tradición absurda, pero al ver la sinceridad en los ojos de Xie Lian, no pudo decirlo.

-¿Eso se debe hacer en la boda? -preguntó Hua Cheng.

-Se debe hacer únicamente con la persona que te comprometiste. No debe de haber nadie más presente.

Hua Cheng dijo que lo hagan en el invernadero que esta cerca de su palacio, para tener más privacidad, Xie Lian acepto.

El invernadero estaba bañado por la suave luz de la luna, que se filtraba a través de los cristales, reflejando la belleza etérea de las flores. Las plantas no solo lucían en su máximo esplendor, sino que estaban acompañadas por un sinfín de mariposas. Sus alas eran de un color tan intenso y, al mismo tiempo, tan transparentes, que parecían estar hechas de la más fina gema. Todo en ese lugar parecía mágico, como si fuera un rincón apartado del mundo, donde el tiempo se detenía.

Hua Cheng apareció, caminando junto a Xie Lian. Ambas vestían pijamas, largos vestidos blancos que se movían suavemente con cada paso. La tela, delicada y ligera, añadía un toque de serenidad a la escena. Se arrodillaron en el suelo, una frente a la otra, observándose en silencio. En sus miradas, la luz de la luna y el brillo de las mariposas se entrelazaban, creando un momento de pura conexión y entendimiento.

-Antes de comenzar esto Baronesa, me gustaría que en vez de agradecer el cielo podemos agradecer otra cosa.

-Por supuesto que si.

Velo de la venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora