—Deberíamos ir a ver a los demás concursantes, además quiero ver a Gabriela y Alejandro —dije, tomando la mano de Leonardo y guiándolo por donde habían salido mis padres y Valeria. Sentí su mano cálida y firme en la mía, y su presencia me daba una sensación de seguridad y conexión.
Nos dirigimos a unos asientos vacíos en la primera fila, justo a tiempo para la siguiente actuación. El aire estaba cargado de una mezcla de perfumes y el leve olor a madera del escenario. Podía sentir la vibración de la anticipación en el ambiente, como una corriente eléctrica que recorría la sala. El presentador, con una sonrisa radiante y una voz llena de entusiasmo, anunció:
—¡Y ahora, recibamos a nuestros siguientes concursantes, Gabriela y Alejandro!
Leonardo y yo intercambiamos miradas. Sabíamos que Gabriela y Alejandro eran nuestros principales rivales en la competencia. Sin embargo, algo en sus expresiones llamó mi atención. Gabriela y Alejandro parecían tensos, con rostros marcados por la frustración y el enojo. Sus ojos evitaban encontrarse, y sus movimientos eran rígidos, casi mecánicos, como si una barrera invisible los separara.
Cuando comenzaron a tocar, la música fluía con la misma precisión y pasión que siempre los había caracterizado. Las notas del piano y el violín se entrelazaban en una danza armoniosa, llenando la sala con su melodía. Pero de repente, Gabriela presionó una tecla equivocada en el piano. El sonido discordante resonó en la sala, y por un momento, todo el mundo quedó en silencio. Podía sentir la tensión en el aire, como si todos contuvieran la respiración, esperando el próximo movimiento.
Alejandro miró a Gabriela con sorpresa y preocupación. Intentaron retomar la pieza, pero la sincronización que solían tener parecía haberse desvanecido. Sus miradas se cruzaban con dificultad, y el ritmo se volvía cada vez más errático. Observaba con confusión. La última vez que había visto a Gabriela y Alejandro tocar juntos, habían sido increíbles, perfectamente sincronizados y llenos de energía.
¿Qué había pasado?
Cuando finalmente terminaron su actuación, los aplausos fueron corteses pero no tan entusiastas como los que habían recibido antes. Gabriela y Alejandro se quedaron con una cara de vergüenza y enojo, esperando lo que dirían los jueces. Me volví hacia Leonardo, quien también parecía preocupado.
—¿Qué crees que les pasó? —pregunté en voz baja.
Leonardo frunció el ceño, pensativo.
—No lo sé, pero algo definitivamente no está bien entre ellos. Tal vez tuvieron una discusión o algo los está distrayendo.
Asentí, aún tratando de procesar lo que había visto. La competencia no solo era una prueba de habilidades musicales, sino también de resistencia emocional y trabajo en equipo. Y parecía que Gabriela y Alejandro estaban enfrentando un desafío que iba más allá de la música.
Volteamos hacia los jueces cuando la primera jueza comenzó a hablar.—Vaya, no sé por dónde empezar —dijo, rascándose la cabeza mientras miraba unos papeles en la mesa y regresaba su vista a los concursantes—. Tenían muy buenas referencias, y creí que iba a ver una interpretación espectacular, hasta pensé que superarían la que acababa de pasar.
Estaba hablando de la nuestra. Continuó hablando la jueza.
—Lamentablemente no fue así. Desde un principio se les notó esa inquietud y, vamos, los nervios son de lo más normal, pero ustedes reflejaban muchas cosas negativas. Otra cosa, cuando se equivocó Gabriela, Alejandro, recuerda que son un equipo. Me diste a entender que la abandonaste ahí y comenzaste a tocar a tu ritmo. Por eso estaban tan desorientados que no sabían ni en cuál partitura iban. No pienso decir más, solo que sigan trabajando en su técnica y en su conexión con la música.
Agarró las hojas que tenía en la mano y las colocó en la carpeta, cerrándola visiblemente molesta.
Al escuchar que nombraron a Leonardo, volteé a verlo y le sonreí mientras colocaba mi mano encima de la suya. Sentí un calor reconfortante al tocarlo, como si su presencia me diera fuerzas.
—Y usted, Gabriela, no demostró nada. Estaba tocando sin técnica, sin pasión, sin nada. Alejandro, estabas tan desorientado que no completabas ni una partitura. Sigan ensayando su técnica; les falta mucho camino por delante.
Wow, ¿qué había pasado aquí? Me pregunté, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad.
El último juez se aclaró la garganta, su expresión era de desaprobación.
—La verdad, no me gustó para nada su interpretación. Parecían unos novatos. Solo sé que no lo son porque han estado en varios concursos, y lamentablemente en este no les fue bien. Les deseo lo mejor y que sigan mejorando.
Con eso, dio por finalizada la evaluación. Todos aplaudieron por cortesía, pero el ambiente estaba cargado de tensión.
La crítica de los jueces cayó como un golpe en la sala. El silencio era palpable, y todos parecían contener la respiración.Luego los jueces comenzaron a hablar entre ellos, Leonardo y yo nos miramos sorprendidos por la dureza de la crítica.
Gabriela y Alejandro se miraron con lágrimas en los ojos. Gabriela parecía estar a punto de desmoronarse, mientras que Alejandro apretaba los puños con frustración. Se podía ver la tensión en sus cuerpos como si estuvieran a punto de explotar.Por un momento, sentí tristeza por ellos. No esperaba que les fuera tan mal. Pero luego recordé la soberbia con la que nos habían tratado, cómo se expresaban con arrogancia. Se lo merecían, pensé, para que se bajaran de esa nube.
Leonardo, por otro lado, parecía sentirse aliviado de que no hubieran podido superar nuestra interpretación.
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MELODÍAS DEL CORAZÓN
Любовные романыEn una prestigiosa academia, la rivalidad entre Sofía, una violinista apasionada, y Leonardo, un pianista atormentado, se convierte en una atracción peligrosa. Mientras compiten en un concurso crucial, su relación evoluciona de enemigos a amantes, p...