𝟑𝟗 | 𝐄𝐋 𝐋𝐀𝐓𝐈𝐃𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐓𝐑𝐈𝐔𝐍𝐅𝐎

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El presentador anunció un breve descanso antes de que los jueces revelaran al ganador

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El presentador anunció un breve descanso antes de que los jueces revelaran al ganador. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza mientras miraba a Leonardo. Sus ojos grises reflejaban la misma ansiedad que sentía yo.

Observamos a los jueces deliberar, intercambiando papeles y fotos de los concursantes. La tensión en el aire era palpable, casi podía oler el nerviosismo de todos a mi alrededor.

Leonardo se inclinó hacia mí.

—¿Vamos por algo de beber?— susurro en mi oído.

Asentí, agradecida por la distracción. Caminamos juntos hacia la mesa de bebidas, y en el camino localicé a Valeria. Le hice una seña para que se uniera a nosotros. Valeria llegó rápidamente y me abrazó con fuerza, su perfume floral llenando mis sentidos. Sentí una mezcla de alivio y nerviosismo al tenerla cerca.

—No puedo creer la interpretación de Gabriela y Alejandro, y peor aún la humillación que pasaron —dijo Valeria, aún impactada.

Sentí una punzada de tristeza. Aunque Gabriela y Alejandro habían cometido errores, la crítica había sido demasiado dura.

—Lo sé, me sentí mal por ellos. Aunque dijeron lo que dijeron, creo que fueron demasiado duros —respondí, tratando de mantener la compostura mientras mi mente revivía la actuación fallida de nuestros rivales.

Leonardo, levantando una ceja mientras bebía agua, intervino.

—Se lo merecían. Eran unos altaneros y se confiaron. Deben aprender de sus errores.

Valeria, cruzándose de brazos.

—Por primera vez concuerdo con Leonardo.

Reí y negué con la cabeza mientras Valeria me abrazaba de nuevo. Sentí su calidez y me reconfortó. Cuando nos separamos, el sonido de los altavoces nos hizo voltear. El presentador pidió a todos que volvieran a sus lugares, ya que la decisión estaba tomada.

—Tenemos que volver a nuestros asientos —dije, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.

Leonardo asintió, y juntos nos dirigimos de regreso. La angustia y el miedo me invadieron. Comencé a sudar y mis manos temblaban. Al mirar mis manos, vi cómo temblaban, pero unas manos grandes las detuvieron. Levanté la vista y encontré a Leonardo mirándome fijamente.

—Tranquila, no hay de qué preocuparse. Lo hicimos excelente y, aunque no ganemos, sabemos que fuimos de los mejores. Además, superamos un gran reto —dijo Leonardo con una sonrisa tranquilizadora.

Le devolví la sonrisa, sintiendo un poco de alivio.

—Tienes razón. Quien sea el ganador, nosotros ganamos mucho esta noche.
Leonardo me miró intensamente a los ojos.

—Gané mucho esta noche, Sofi.

Nuestras miradas se encontraron y, por un momento, el mundo exterior desapareció. Leonardo bajó la mirada a mis labios, que humedecí nerviosamente. Él tragó saliva y volvió a mirarme a los ojos.

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