prologo

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Rodrigo estaba en su departamento en el barrio de Palermo, una zona tranquila de Buenos Aires

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Rodrigo estaba en su departamento en el barrio de Palermo, una zona tranquila de Buenos Aires. Desde la ventana podía ver cómo el sol del atardecer teñía el cielo de un naranja suave, pero por dentro, ese paisaje hermoso no lograba calmar el torbellino de emociones que lo embargaban. Habían pasado cinco años desde que Iván se había ido a España, desde que todo había cambiado para siempre.

Era increíble pensar en cuánto había cambiado su vida desde entonces. Rodrigo recordaba perfectamente aquel día en la escuela cuando, empapado de agua, había corrido al baño buscando una toalla, sólo para encontrarse con Iván, el chico que en ese momento le parecía el ser más insoportable del mundo. Nunca habría imaginado que ese encuentro marcaría el comienzo de algo tan profundo, algo que lo seguiría persiguiendo años después.

Después de que Iván se fue, Rodrigo se había sentido perdido, como si una parte de él hubiese sido arrancada de su ser. Los primeros meses fueron una tortura. Se despertaba cada mañana con la esperanza de que todo hubiera sido un mal sueño, pero la realidad siempre le daba un golpe duro en el pecho. Iván estaba en España, y no había nada que él pudiera hacer para cambiar eso. Todo lo que le quedaba era ese último mensaje que le había enviado, diciéndole que era mejor dejarlo ahí, que no valía la pena seguir con un dolor que no tenía solución.

Rodrigo sabía que sus palabras no cambiarían nada, pero necesitaba que Iván entendiera cuánto le dolía, cuánto lo había afectado esa separación. Quería que Iván supiera que el dolor que él sentía no era algo que se pudiera borrar fácilmente, que tendría que aprender a vivir con él mientras intentaba encontrar una manera de seguir adelante sin la persona que más había amado en su vida.

Los años pasaron y, con el tiempo, Rodrigo logró construir una vida para sí mismo. Terminó sus estudios, consiguió un buen trabajo, y poco a poco fue llenando los vacíos que Iván había dejado. Empezó a salir con otras personas, intentó volver a sentir algo parecido a lo que había tenido con Iván, pero nunca fue lo mismo. Sin embargo, se obligó a seguir adelante, sabiendo que quedarse estancado en el pasado no lo llevaría a ningún lado.

Iván, por su parte, también había intentado seguir adelante. En España, se esforzó por adaptarse a una nueva vida, pero nunca pudo olvidarse de Rodrigo. Los primeros meses fueron especialmente difíciles; todo le recordaba a él, desde las pequeñas cosas cotidianas hasta los momentos más importantes. La distancia no había hecho más que agrandar el vacío que sentía, y aunque intentó llenar ese vacío con nuevas experiencias, nuevas personas, nada pudo reemplazar lo que había perdido.

Con el tiempo, Iván había logrado establecerse en España, construir una vida que, desde afuera, parecía perfecta. Tenía un buen trabajo, amigos que lo querían, pero siempre había algo que faltaba, algo que ni siquiera él mismo podía explicar del todo. Era como si una parte de su corazón se hubiera quedado en Buenos Aires, junto a Rodrigo.

Y entonces, un día, algo inesperado sucedió.

Y entonces, un día, algo inesperado sucedió

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