El último recuerdo que Daniel tenía era una neblina de caos. El ruido de los autos, el ajetreo incesante de la ciudad y esa sensación constante de vacío que lo acompañaba. Su vida había sido una colección interminable de decepciones, una tras otra, hasta el punto en que ya no podía distinguir un día del otro. El frío de su pequeño apartamento en ruinas y la amarga soledad de las noches habían sido su única compañía durante años.
Pero ahora, todo era diferente.
Abrió los ojos lentamente, esperando ver el techo agrietado de su viejo apartamento, pero lo que encontró fue un techo azul cielo, limpio, sin el eterno manto gris del desgaste. Sintió una brisa suave acariciar su piel, algo que lo sobresaltó de inmediato. No había ninguna ventana abierta. De hecho, no debía estar al aire libre, ¿o sí?
Daniel se incorporó de golpe, sintiendo cómo su cuerpo se movía con una ligereza que no le pertenecía. El vértigo lo invadió por un momento, y cuando bajó la mirada, su mundo entero se desmoronó. Esa no era su ropa, y mucho menos su... cuerpo.
—¿Qué demonios...? —murmuró con una voz extrañamente aguda, casi femenina.
El corazón le dio un vuelco. Estiró las manos frente a él, solo para encontrarse con unos brazos delgados y delicados, completamente distintos a los suyos, que siempre habían sido huesudos y débiles por el hambre y la falta de ejercicio. Se llevó una mano al rostro y lo que tocó fue una piel suave, mucho más tersa que la suya.
Respiró hondo, intentando calmarse, pero al hacerlo, notó algo más. Su respiración era diferente, como si su pecho... sus pulmones fueran más pequeños. Levantó la vista y se encontró con su reflejo en el cristal de una ventana cercana. Lo que vio lo dejó paralizado.
Una joven. De pelo largo y marrón, con una coleta que se balanceaba ligeramente con el viento. Su piel era de un tono crema, y sus ojos... esos ojos verdes no eran los suyos.
—No... —dijo en voz baja, retrocediendo un paso.
El reflejo hizo lo mismo. La chica en la ventana era él, o mejor dicho, ella. Su cerebro aún intentaba procesar lo que estaba viendo. Era imposible. Imposible. Pero por mucho que tratara de negarlo, todo lo que sentía lo confirmaba: él ya no era Daniel. Ahora era una chica joven, en lo que parecía ser una ciudad que le recordaba a Japón. Su nueva apariencia le daba laimagen de una chica alta, casi atlética, algo que nunca habría sido como Daniel.
—¿Qué... está pasando? —preguntó al vacío, su voz ahora completamente femenina resonando en sus oídos.
El pánico comenzó a apoderarse de él mientras observaba más detenidamente su reflejo. Llevaba un uniforme escolar, típico de las secundarias japonesas, y no solo eso, sus manos comenzaron a temblar al descubrir que eran finas y suaves, con uñas cuidadas, algo que jamás había tenido.
"Esto es un sueño, tiene que ser un sueño", se repitió, cerrando los ojos con fuerza. Pero al abrirlos, nada había cambiado. El rostro de esa joven seguía allí, mirándolo, como una cruel confirmación de lo imposible.
Al mover su cuerpo, sintió una ligera tensión en la espalda y los hombros. Era más fuerte, más ágil, pero también notablemente más femenina. Se tambaleó hacia la ventana que estaba en la habitación, donde al abrirla una leve brisa fresca había entrado, y trató de respirar profundamente para calmarse, pero su nueva realidad lo abrumaba.
A lo lejos, escuchó voces. Jóvenes, animadas, riendo y conversando. Algo en su interior se agitó, recordándole que debía haber alguna explicación para todo esto. ¿Renacimiento? ¿Había muerto? ¿Por qué despertó así? La confusión lo invadía, pero algo más predominaba: la desesperación de no saber quién era o cómo había llegado allí.
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La Vida Que Me Obligaste A Amar (Male Oc Reencarnación)
FanficLa historia trata de Daniel un chico de 18 años de personalidad distante, seria y amargada, con un vida realmente miserable, quién había reencarnado en otro mundo como Makoto Sato una joven chica de 15 años que asiste a una escuela en Japón. Pero so...