~CAPÍTULO OCHO~

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Visenya lloró en su habitación casi toda la noche, hasta que se quedó dormida. A la mañana siguiente, decidió salir temprano en Penthos, su dragón, sin avisarle a nadie. 

—Vamos, Penthos. Larguémonos de aquí.—dijo mientras se subía en su dragón, sin montura, simplemente a dar un paseo y despejar su mente. Llegando a la cima de una montaña rocosa, podía ver todo el reino desde ahí. Se encontraba sentada, su dragón, sentado y bien portado a un lado sin emitir sonido. 

La joven llevaba los singulares colores de la casa Targaryen, rojo y negro, su cabello estaba delicadamente sujetado en una coleta baja y sus ojos verdes con destellos marrones hacían que su apariencia se viera mucho más... diferente que la del resto de su familia.

Penthos hizo un ruido fuerte al sentir la presencia de alguien más junto a ellos, ella tomó su puñal pero lo bajó de inmediato cuando vio de quién se trataba: Daemon.

—Vienes a darme un sermón?—dijo ella, aún viendo al frente.

Daemon sonrió. 

—Quiero que sepas... que estoy igual de sorprendido que tú.—respondió.—La noticia nos ha tomado a todos de sorpresa, incluso... creo que al mismo tuerto.

Ella blanqueó los ojos al recordar el rostro de su tío.

—Tu madre... a cometido muchos errores, pero, a pesar de todo... no creo que esto lo sea. Es más, creo que al fin acertaron con una buena unión después de años de tomar malas decisiones...—rió.

—Qué sabes tú—respondió Visenya, aún fastidiada.

—Escúchame, niña.—dijo firme Daemon volteando a mirarla, obligandola a que ella voltee también.—Tu madre y la bruja verde sólo han tomado el último deseo de tu abuelo y rey... para mantener la tradición y la pureza de nuestro linaje. Como mujer, es tu deb—Visenya interrumpió a Daemon.

—Mi deber? —preguntó enojada.—En qué momento se les ocurrió, eh? O fue una decisión esporádica? Sólo porque ''el rey lo dijo''? 

—Tu madre jamás haría algo para lastimarte, eso lo sé.

—Es que son ciegos o qué?—dijo ella.

Daemon se rió. 

—No pienso darle hijos a Aemond.—agregó.

Daemon volvió a soltar una carcajada.

—Eso, me temo, no es algo que puedas decidir.—dijo Daemon.—Visenya, te he visto crecer, te he entrenado, te he cuidado como si fueses hija mía. No permitiré que alguien te lastime y tu madre jamás te entregaría a la boca del lobo. Debes confiar que esta decisión es lo mejor para fortificar la unión entre nuestras familias... incluso, si yo mismo... no estuviera de acuerdo.

Los ojos de Visenya se pusieron llorosos y volteó a ver a Daemon, cuya mirada se suavizó al verla de esa manera.

—Siempre nosotras pagamos el precio.—dijo ella.

Visenya se dio media vuelta para caminar hacia Penthos, subiendose a él para elevarse, mientras Daemon la observaba.

En su mente, él no quería que Visenya y Aemond se casarán, pero, la decisión la había tomado Rhaenyra junto a Alicent, tomando en cuenta las palabras que alguna vez dijo el rey. Para ellas, un bebé podría arreglar las grietas que existían entre los Hightower y los Targaryen... un bebé de ambos. Inicialmente, serían Visenya y Aegon, pero -gracias a los dioses- Alicent no lo permitió porque consideraba que Visenya era salvaje y poco agraciada. Jacaerys tampoco era una opción para Helaena, Alicent repudiaba el cabello oscuro de los bastardos de Rhaenyra, además de los terribles ojos marrones que sólo los hacía ver más comunes. ¿Un nieto así? No había manera.

𝐁𝐀𝐒𝐓𝐀𝐑𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora