𝐕𝐈. 𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐔𝐄𝐑𝐓𝐄

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Capítulo 6

RAVENMOORT – CASTILLO WORWICK

En la sala privada de la regencia del reino de Ravenmoort, se respiraba un ambiente tranquilo mientras el príncipe Molko yacía sentado frente a su escritorio, revisando ciertos pergaminos y a un lado de la mesa se podía ver una copa de vino medio vacía.

Su madre, la princesa Zuheyra, se encontraba asomada a la ventana, observando el mar que se divisaba desde ese punto, con una expresión de preocupación en su rostro.

—No puedo creer todo lo que ha estado haciendo Volton —dijo ella, rompiendo el silencio con su voz temblorosa—. ¿Cómo es posible que tu hermano trate así a su esposa?

El príncipe levantó la vista de los papeles y soltó un leve suspiro antes de responder.

—Desde que padre murió, Volton ha dejado ver su verdadero rostro.

Zuheyra miró a su hijo con desacuerdo.

—¡No es cierto! Tu hermano no es así, él solo está confundido.

—¿Confundido? —Molko sonrió—. Que esté confundido no le da derecho de agredir a su esposa.

—¡Tu padre jamás les enseñó a ser agresivos y déspotas! Él siempre fue un hombre caballeroso y delicado conmigo, y eso fue lo que a ustedes les enseñó.

—Creo que me das la razón, madre. Volton tuvo la misma instrucción de padre que yo, pero si él es como es, es porque va en su sangre. No estoy dispuesto a tolerar que maltrate de esa manera a Kristel.

—¿No lo vas a volver a dejar entrar al castillo?

—No, la única forma de que lo deje entrar de nuevo es que se disculpe con su esposa y no vuelva a agredirla de esa manera. De lo contrario, tomaré medidas.

Zuheyra apretó las manos en su regazo, luchando por contener las lágrimas. Su hijo menor siempre había sido muy impulsivo, pero nunca pensó que llegaría al extremo de agredir a su esposa. Mirando a su hijo mayor, Zuheyra se percató de algo inusual que antes no había visto: a la derecha de su hijo había una copa de vino medio vacía, y su ceño se frunció al notar esto.

—¿Estás bebiendo de nuevo, Molko? —preguntó Zuheyra, confundida, con un claro tono de desaprobación.

El príncipe siguió su mirada hacia la copa y luego volvió a mirar a su madre.

—Solo bebí un poco, madre —respondió, sonando despreocupado—. Quise despejar un poco la mente.

—Sabes que el vino no es un buen consejero para ti, Molko. No quiero que vuelvas a perderte en él, así que prométeme que no beberás más o ordenaré que ningún sirviente vuelva a llenar tu jarra.

Con la mirada dura, Molko agarró la copa, se levantó de su lugar y la colocó al lado de la jarra de vino, como si se deshiciera de un objeto peligroso y luego, volvió a su asiento.

—Sé controlarme. No beberé más.

Justo cuando Molko se acomodaba de nuevo en el escritorio, la puerta de la sala se abrió con un suave crujido, dejando ver al lord consejero, quien entró con un papel en la mano.

—Majestad, princesa —El hombre se reverenció ante Molko y Zuheyra—. Han llegado noticias del pueblo de Arelia —comentó, extendiéndole el papel al príncipe.

Molko tomó el papel en sus manos, y el lord consejero, con una reverencia hacia ambos, se retiró de la sala, dejando a madre e hijo solos nuevamente. Molko abrió el papel y comenzó a leer su contenido en silencio, con su rostro inalterable mientras sus ojos recorrían cada línea del comunicado. Zuheyra, observando la reacción de su hijo, no pudo contener su inquietud.

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑 𝐏𝐋𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora