-Escuché de tus amigos que se te apetecía algo dulce y... Decidí ir al club de cocina... Te... Te hice unos hotcakes...
Un chico emo se acercó a mí, para entregarme... ¿Hotcakes?
-¿Quién eres?
Su cara palideció al instante, bajó lentamente la cabeza, aún con los hotcakes alzados. Levantó la cabeza y volvió a hablar.
-Soy... Soy Bill... ¿No me recuerdas?
El chico parecía querer llorar, me asusté al verlo así.
-Lo siento, tengo una memoria horrible, no puedo recordarte.- Ahora yo bajé la cabeza.
-Descuida, son tantas las personas a tú alrededor...
No podía más con esa carita, era demasiado tierno. Me lamentaba por haberlo olvidado.
-Entonces, son... ¿Para mí?- Pregunté dudoso.
-Sí...
-Gracias, tenías razón, tenía ganas de algo dulce.
Se puso alegre.
Agarré los hotcakes. Sorprendente, podía sentir lo caliente que estaban, venían bien amarraditos con un moño rojo.
-Gracias, gracias... Eh... ¿Bill? ¿Verdad?
-Bill Trumper...
-Bill Trumper... Esta vez no te olvidaré, agradezco tú regalo, hermosura.
El color rojo subió rápidamente a sus mejillas. Que chico tan lindo.
-Nos vemos pronto, hermoso.
-Está bien...
Después de verlo desaparecer por los pasillos, caminó en silencio, con una sonrisa plasmada en su rostro.
No...
Era la sonrisa de un loco.
En un lugar más alejado, quedó totalmente quieto, aún con esa sonrisa.
Y entonces se tiró de rodillas en el césped del instituto, con la cabeza gacha. Había un intenso silencio que, pronto se vio interrumpido por una risa que helaba la sangre.
-¡Mwahahahahaha! ¡Hahahahahaha!
Comenzaba a retorcerse, sus ojos brillaban y su corazón latía frenéticamente. El color de sus mejillas seguía presente y su nariz sangraba. Cualquiera que estuviera viendo, saldría corriendo inmediatamente.
-Tom, Tom, Tom, Tom Kaulitz... ¡Estoy tan loco por ti!
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