LXXIX: Dulce

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Samira despertó pesadamente con un fuerte dolor de cabeza. La Luz del sol se colaba por las cortinas y le costó acostumbrarse a la claridad. Se revolvió entre las sábanas y pronto las imágenes como flashes de memoria de lo que había ocurrido en la fiesta volvieron a ella haciendo que habrá sus ojos de par en par asustada. No podía decir a ciencia cierta en que orden los sucesos habían ocurrido, y luego, aquellos besos, ¿habían sido un sueño? Se cubrió la cara avergonzada sintiendo sus mejillas arder, rogando que todo aquello hayan sido parte de sus sueños. Miró a su alrededor, parecía que Zeth se había levantado hacía ya bastante tiempo. Y la luz del sol parecía brillar en lo alto, ¿Cuánto había dormido?

Se alistó rápidamente mientras bebía un poco de agua que encontró en una jarra en la habitación y salió a la cocina frotándose las sienes. El dolor de cabeza era soportable pero molesto.

-Buenas tardes querida. ¿Tienes hambre? - La señora Zeynep que limpiaba la cocina la saludó con una sonrisa picara.

-Buenos días. No tengo hambre precisamente. –

- ¿Se te antoja algo de beber? - le preguntó la mujer.

-Solo agua... por favor. - Dijo Samira sonrojándose por la vergüenza un poco.

-Jejeje parece que tu primera fiesta de lluvia en estos pagos fue divertida ¿eh? - Le dijo Zeynep dejando un vaso y una jarra con agua en la mesa.

- No debí beber tanto, pero Miriam insistía... Es la primera vez que bebo más de medio baso de vino... ¿Soy la única que desperté tarde? - Preguntó Samira sorprendida.

-Jajaja si mi niña. Tu marido dijo que te dejáramos dormir todo lo que necesites, y yo te preparé este té para la resaca. Tómalo luego de beber agua. - Le dejó una taza de té frente ella.

-Muchas gracias... - Samira observó por la puerta hacia el patio para ver si podía ver a Zeth afuera, pero no estaba a la vista, solo se oía el ruido seco de un hacha chocar con la madera. - ¿El doctor Burjan no está en casa? -

-No, se bebió varias tazas de café y se fue luego de almorzar al hospital, seguro hoy volverá tarde. Los festejos duraron hasta la mañana, así que seguro tendrá varias consultas hoy... Y tu marido creo que se puso a cortar leña de aburrimiento nada más. No pude hacerlo que descanse un poco...-

Samira recordó algunas imágenes de la discusión que tuvo con el ayer y se preocupó un poco.

- ¿Sigue enojado? - preguntó con algo de vergüenza y timidez.

- ¿Quién? ¿Tu marido? – preguntó Zeynep sorprendida.

-Si... Es que ayer recuerdo que discutimos en la plaza y...-

-Jajaja Si discutieron ayer en la plaza, entonces no tardaron mucho en amigarse de nuevo, porque cuando llegamos en la madrugada con Burjan, ustedes dos dormían como bebés muy abrazados. Ni tiempo para cerrar la puerta de esa habitación se tomaron. Y tu marido me despertó con su silbido mientras preparaba café esta mañana. No sé que pasó entre ustedes, pero el parece estar de un esplendido humor hoy. – Dijo Zeynep con gracia.

Samira se sonrojó por completo. Recordó aquellos besos fogosos bajo la lluvia y luego pedirle a Zeth que se recueste con ella... Al parecer no había sido otro simple sueño. Que vergüenza sentía. ¿Hizo el ridículo frente a todos?

-No hay de qué avergonzarse Samira. Todos alguna vez nos emborrachamos en una una fiesta de la lluvia, jajaja. Burjan también tenía dolor de cabeza hoy, yo me hice este mismo té de hierbas y me lo tomé antes de dormirme, si no, estaría igual que tú... Vamos bebe tu té que te hará pasar ese dolor molesto. – Le dijo Zeynep divertida. – Parece que solo tu marido se ah moderado con la bebida ayer. Te ah cuidado toda la mañana. Terminaba alguna tarea y entraba al cuarto cauteloso en puntillas a ver como estabas. Si hubiera entrado si quiera una mosca en esa habitación la hubiera cazado de inmediato para que no te despierte jajajaja – Se reía la mujer divertida.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora