35 - Secretos expuestos

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—Udyathis —dijo Jens pensativo, como si tratara de recordar algo— ¿Acaso ese no fue el país donde Kenán dejo a cargo al mocoso malhumorado que le encantaba pelear? —preguntó con un toque de sarcasmo en su voz

—Te refieres a Ludhger, el comandante de los caballeros reales en ese entonces —lo corrigió Duveandell

—Había olvidado el nombre de su más devoto seguidor, podría jurar que veces se me parecía a un perro faldero —se burló Jens con malicia— No se tomó bien la muerte de Kenán, pero Dalyth mantuvo la versión oficial de los hechos y nunca permitió que nadie más supiera lo que pasó realmente ese día. Tal vez si al menos le hubiese contado la verdad a él, esa nación no se hubiera independizado totalmente de Alstania, ni tampoco hubiera reaccionado de forma tan radical.

—Él nunca me reconoció como el gobernante legítimo de Alstania. Después de todo, incluso la historia dice que no soy el hijo de Kenán así que no puedo culparlo —suspiró Duveandell de forma condescendiente como si se tratara de algo inevitable.

—Aun así tendré que investigar a la familia real de Udyathis, hay algo que no encaja con esta repentina visita en medio de la coronación de la princesa —comentó Jens entornando los ojos en dirección a Reynarth

—Hasta ahora siempre hemos enviado invitaciones de los grandes eventos a todos los países del continente. Pero desde que Ludhger rompió relaciones con nosotros, jamás nadie de esa nación volvió a poner un pie aquí.

—Entonces estás de acuerdo conmigo en que hay algo muy extraño con ese hombre —señaló el mago sin apartar la vista de él

—Sus ojos...

—Se supone que Kadir es el último con la sangre maldita —lo interrumpió el mago antes de que pudiese continuar— personalmente me aseguré de eso. Registré el continente minuciosamente y es algo que no permitiría que pasara por alto. Ese linaje causó muchos problemas en el pasado y continúa apareciendo en semejante momento y lugar —añadió con voz de cansancio

—Después de tanto tiempo, están revoloteando a nuestro alrededor molestos insectos que creíamos haber dejado atrás hace mucho —Duveandell soltó un largo suspiro— Tal parece como si se hubiesen puesto de acuerdo para aparecer en el momento justo para provocar problemas. Realmente no creo poder lidiar con nada más por esta noche... —se detuvo de repente mientras su atención se dirigía nuevamente hacia la entrada del salón.

Más personas estaban haciendo una tardía aparición. Kadir y su madre entraron ignorando lo que acababa de suceder. Sin pensarlo dos veces, tanto el rey como Jens reaccionaron de inmediato, como si estuviesen sincronizados.

—Me encargaré de Ellora —dijo el rey levantándose de golpe del trono

—Y yo de Kadir —asintió Jens a su vez, poniéndose en movimiento con rapidez


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Kadir estaba nervioso y ansioso a la vez. Había tardado demasiado en vestirse, la ropa para este tipo de eventos era demasiado vistosa e incómoda. Su madre había aparecido en su habitación de improvisto, ofreciéndose a acompañarlo, luego de intentar sin éxito que Shyah asistiera a la celebración.

Apenas entraron al salón pudo sentir una extraña incomodidad. Normalmente, solía irradiar esta aura de inaccesibilidad que provocaba que las personas le temieran o lo evitaran. No era muy bueno socializando y su lacónico vocabulario no ayudaba demasiado. Pero esta vez se sentía diferente, las miradas que sentía sobre él se sentían curiosas, inquisitivas, incluso atrevidas. Antes de que pudiera averiguar lo que estaba sucediendo, apareció el rey y con cortesía susurro algo en el oído de su madre. Ella miró hacia adelante y su cara palideció de repente, como si estuviera en presencia de un fantasma o una repentina aparición.

—Me temo que tenemos un invitado problemático —dijo la voz del mago muy cerca de Kadir— Ha provocado un buen revuelo, así que no me parece buena idea que te quedes aquí. Podría ser problemático para la princesa y para ti.

Kadir miró hacia adelante sin comprender las palabras del mago, hasta que su mirada se encontró con unos ojos idénticos a los suyos. Parpadeó incrédulo mientras miraba a su madre y luego al hombre de cabello rojo caoba que conversaba con un grupo de personas que lo rodeaban con entusiasmo y curiosidad. Ellora tenía en su rostro un aire culpable que jamás había mostrado antes, incluso era incapaz de alzar la vista hacia su hijo. Sin decir una palabra soltó su brazo y se alejó junto al rey. Esto fue suficiente para hacerle entender lo que tenía que hacer.

—Entiendo —dijo Kadir de manera obediente mientras abandonaba el lugar.

Probablemente, Aylah iba a estar muy enojada con él, pero esto era lo mejor. No quería arruinar la celebración alimentando rumores malintencionados.

A pesar de que su interior estaba agitado, fue capaz de mantener la misma compostura de siempre. Todo el tiempo lo supo, siempre fue consciente de que era diferente. Aunque las personas a su alrededor no lo dijeran, se sentía fuera de lugar, como un patito feo, siendo criado por hermosos cisnes.

Nunca hizo preguntas incómodas mientras recibía todo el afecto de sus padres, incluso después de darse cuenta de que no se parecía a ninguno de los dos. Luego del nacimiento de Zheria la diferencia se hizo incluso mayor, pero nunca cuestionó nada. Tenía miedo de saber, de que sus peores temores fueran ciertos. De no pertenecer a la familia que lo había amado de forma incondicional.

En su adolescencia pudo darse cuenta de que el aislamiento en el que vivía su familia era causado por él. Mientras fingía vivir en la ignorancia, no pasaba por alto las cosas más obvias. La ausencia en las actividades sociales, la propiedad tan lejana de la capital, todo era su culpa.

Incapaz de contenerse, dio un puñetazo en la pared, provocando un enorme agujero. No tan grande como la mezcla de sentimientos negativos que llenaban su pecho. Ira, frustración, sorpresa, curiosidad, dolor.

¿Quién demonios era ese hombre? ¿Por qué apareció justo ahora? ¿Cuál era la verdad oculta tras su origen?

Respiró profundamente mientras sus ojos adquirían un toque sombrío. Lo odiaba, odiaba este color rojo que brillaba en sus iris como brillantes rubíes. Una extraña sonrisa cruzó sus labios mientras una lúgubre idea rondaba su cabeza. Tal vez si los arrancara, ya no habría más sospechas, más señalamientos.

La luz de la luna entró por la ventana del pasillo súbitamente, iluminándolo por completo, disipando por un instante sus oscuros pensamientos. La imagen de Aylah, totalmente deslumbrante en la noche de hoy, apareció en su mente.

No creía ser merecedor del trono en el futuro, era algo que jamás había deseado. Alguien como él, que no encajaba en ninguna parte de la familia real, tenía semejante oportunidad. Pero eso no le importaba en absoluto, solo quería estar a su lado, eso era todo.

Incluso si nunca podía saber quién era en realidad, cuál era su verdadero origen. Nada de eso importaba si podía compartir su vida con ella. Ignoraría rumores, cortaría los chismes de raíz si fuese necesario. Haría cualquier cosa por ser feliz junto a Aylah.





Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora