El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Sofía abrió los ojos. La luz suave del amanecer llenaba el pequeño apartamento, y ella, con el cuerpo aún adolorido y la mente agotada por la humillación del día anterior, se levantó lentamente de la cama. Su reflejo en el espejo aún le resultaba extraño, y la sensación de su nuevo cuerpo seguía siendo un recordatorio constante del castigo que estaba viviendo.
Mientras se preparaba para su segundo día en la universidad, Sofía abrió su armario y escogió una camiseta de tirantes blanca, ajustada y con escote en V que realzaba su figura. Se la puso con cierta vacilación, sintiendo la tela suave contra su piel. Luego eligió una falda de cuero negra, corta y ceñida, que se ajustaba perfectamente a sus nuevas curvas. Aunque la ropa era reveladora, no tenía muchas opciones, ya que Lucía había llenado su armario con prendas de ese estilo. Al menos, pensó Sofía, era ropa que cubría lo suficiente para evitar más humillaciones.
Decidida a enfrentarse a lo que fuera que el día le deparara, Sofía se puso un par de panties y un sujetador, ajustándose cuidadosamente para sentirse lo más cómoda posible en su ropa. Sin embargo, una parte de ella no podía evitar sentir la ansiedad creciente de que Lucía podría tener preparado otro castigo. A pesar de esto, trató de mantener la compostura y salió de su apartamento.
Mientras caminaba hacia la universidad, el aire fresco de la mañana acariciaba su piel. A cada paso, sentía cómo la falda de cuero se movía suavemente contra sus piernas, pero trató de ignorar la sensación y mantenerse enfocada. Estaba decidida a no dejar que el miedo o la vergüenza la dominaran nuevamente. Sin embargo, no podía evitar la sensación de que algo estaba por suceder.
De repente, mientras cruzaba la calle hacia el campus, Sofía sintió una ligera brisa en su piel que le pareció extraña. La brisa no era el problema; era la sensación de libertad inusual que sentía bajo su ropa. Miró a su alrededor, confundida, y se dio cuenta de que la sensación era más que una simple brisa. La frialdad del aire matutino acariciaba su piel desnuda de una manera que no debería.
Sofía se detuvo de golpe y bajó la vista hacia su cuerpo. El sujetador que había elegido cuidadosamente esa mañana había desaparecido. Sus pechos estaban completamente expuestos bajo la camiseta de tirantes, y sus pezones se marcaban claramente contra la tela blanca y delgada. Su corazón se aceleró mientras un pánico silencioso comenzaba a instalarse en su pecho. Intentó calmarse, pero la vergüenza y la ansiedad crecían a medida que continuaba caminando.
Al llegar al campus, se movió rápidamente hacia su clase, intentando mantener los brazos cruzados frente a su pecho para cubrirse lo mejor posible. Cada paso la hacía más consciente de la ausencia de su ropa interior, tanto arriba como abajo. De repente, la falda de cuero que parecía una opción segura esa mañana se convirtió en una trampa. No llevaba panties, y la sensación del cuero contra su piel desnuda la hacía sentir extremadamente vulnerable.
Al entrar al aula, Sofía se sentó rápidamente en una silla del fondo, tratando de mantener las piernas juntas y asegurándose de que la falda cubriera lo más posible. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que la situación era peor de lo que había imaginado. La falta de ropa interior y la cortedad de la falda significaban que cualquier movimiento inadecuado podía dejar al descubierto su intimidad.
Durante la clase, Sofía intentó no moverse demasiado, manteniendo las piernas cruzadas y las manos firmemente colocadas sobre su regazo. Pero, por mucho que lo intentara, el hecho de que sus pezones estuvieran visiblemente marcados a través de la tela ajustada de su camiseta no pasaba desapercibido para sus compañeros de clase. Los murmullos comenzaron a crecer a su alrededor, y algunos estudiantes incluso sacaron sus teléfonos, intentando capturar imágenes.
Lucía, sentada al final del aula y observando a Sofía con una expresión enigmática, se levantó en medio de la lección. Al pasar junto a Sofía, se inclinó ligeramente y susurró en su oído.
-Recuerda, este es tu segundo castigo, Sofía. Cada día será diferente, y cada castigo estará diseñado para enseñarte algo nuevo. Hoy, aprenderás sobre la vulnerabilidad y la exposición, algo que debes experimentar para entender cómo tus acciones pueden afectar a otros.
Sofía cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas de vergüenza que amenazaban con caer. La sensación de estar tan expuesta y a merced de la curiosidad y el juicio de los demás era un castigo más doloroso de lo que había imaginado. La voz de Lucía seguía resonando en su mente mientras intentaba pasar desapercibida en la clase, consciente de cada mirada, cada murmullo, y cada clic de un teléfono.
A medida que la clase continuaba, Sofía supo que este sería otro día difícil y humillante, y que no había forma de saber qué le depararía el resto del mes. Los castigos de Lucía no solo desafiaban su cuerpo, sino también su espíritu, empujándola a enfrentar cada día con una fuerza que no sabía que tenía. Pero lo más doloroso de todo era darse cuenta de que no había escapatoria, solo lecciones por aprender y vergüenza por soportar.
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EL CASTIGO DEL INFIEL
Ciencia FicciónCarlos era uno de los chicos más populares de la universidad, con una vida que cualquier persona envidiaría. Sin embargo, todo cambió la noche en que traicionó a su novia, Lucía, durante una fiesta. Lo que Carlos no sabía es que Lucía tenía poderes...